Parte 1: Capítulo 20

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Capítulo XX

Rhycund

La noche me envuelve en su perpetua oscuridad. Debo de llevar horas y horas caminando y los músculos de mis piernas lo notan. El cielo está encapotado y nubes de tormenta amenazan en la lejanía.

Alcanzo la cumbre de la fatigosa montaña y veo a lo lejos un poblado hecho con edificios solo equiparables a los de Veevarest aunque se encuentran más distanciados unos de otros y no hay tanta densidad como en Veevarest donde, de lo juntas que están las casas, se puede crear un poblado justo encima en los tejados. Rhycund se esconde entre las bastas montañas que la protegen, excepto por el lago que se extiende y toca los cuatro poblados. Bajo corriendo por el monte. El descenso es mucho más fácil y la mayoría de veces me deslizo por la nieve que cubre las montañas desde su cumbre hasta sus laderas.

Piso fuerte en una roca que no está bien sujeta a las demás y resbalo.

- ¡Ah! - grito aunque nadie puede oírme.

Empiezo a rodar hacia abajo hasta llegar al pie de la montaña. Todo gira a mi alrededor y, en cuanto me recupero de la caída, me levanto de nuevo. Por suerte no había mucha altitud desde donde resbalé y me dio tiempo a cubrirme la herida del abdomen.

Empiezo a andar lentamente y al llegar me percato de la ausencia, no tan solo de guardias sino también de una barrera como la de Veevarest.

Me adentro tímidamente en el poblado y todo me parece cada vez más extraño. No veo a nadie por ninguna parte. Me preocupaba el no poder ocultarme en los tejados debido a la gran separación entre las casas pero no veo nada de lo que tenga que esconderme. De hecho, tanto silencio en un lugar tan enorme me inquieta.

¿Me habré equivocado de ciudad? Esto no se parece en nada a una ciudad, ni siquiera a una aldea. Parece más bien un lugar inhóspito y desprovisto de vida. De pronto la esperanza de que mi padre esté aquí empieza a resquebrajarse.

Camino lentamente hasta que, ante mis ojos, se yergue un edificio tan grande como La Gran Biblioteca de Veevarest, solo que en vez de un águila con las alas desplegadas, hay un oso con dos pequeños pájaros revoloteando sobre su cabeza grabado en la misma piedra. El símbolo de Rhycund. Lo reconozco al recordar el símbolo que Uriah lleva grabado en su pecho.

"Éste debe de ser el templo" pienso.

Cojo aire y miro a mi alrededor para comprobar si alguien me sigue o por lo menos si realmente hay algún ser vivo en este lugar. La calle sigue igual de árida, así que me adentro en el templo.

Contemplo con asombro su interior; paredes, suelo, esculturas... Todo de una piedra oscura. Me dirijo a una de las esculturas que sobresale de la pared a mi derecha. Una gigantesca ave con las alas desplegadas. Justo a su derecha sobresale una serpiente marina. Pongo la mano sobre su cabeza; la escultura es fría y rugosa al tacto.

Reconozco el resto de animales, el oso y las pequeñas aves. Al final de la sala, a lo lejos en un altar, se encuentra algo parecido a una tumba. Me acerco con sigilo y precaución. Me sudan las palmas de las manos y el águila arde atrás en mi espalda.

Al acercarme cada vez más me doy cuenta de que no se trata de una tumba.

Se trata simplemente de una piedra con forma rectangular con grabados en los laterales.

Por encima de mí, una cúpula de cristal me deja ver que el cielo se disipa y que las nubes, a merced del viento, se dirigen en dirección al lago.

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