Parte 3: Capítulo 7

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Capítulo VII

Y el baile comienza

Pasan los días, unos más largos que otros. Cuando cae la noche me duermo de inmediato para intentar evadir mis pensamientos. Pronto, mi forma animal va cobrando fuerza y poco a poco voy perdiendo a mi persona. Apenas recuerdo por qué he acabado aquí. Día a día, mi alma muere por dentro y ni siquiera soy consciente de ello.

Un día despierto yo sola. Miro por todas partes. Nadie ha venido a buscarme. Solo han encendido mi luz. No importa. Me acurruco de nuevo y aprovecho para descansar.

El tiempo discurre lentamente. Apenas puedo conciliar el sueño y mucho menos con un foco de luz blanca apuntándome de modo que me levanto sobre mis cuatro patas y empiezo a olfatear el suelo, dando vueltas sobre mí misma.

Oigo un ruido y alzo la vista hacia la puerta, pero ésta no se abre. Miro hacia el gran ventanal que separa mi habitación de otra y observo con detenimiento a la hydra que ha entrado en la sala. Parece joven, de hecho, si me yergo sobre ella podría pasar bajo mis patas como si pasara por un túnel hecho a su medida. La pequeña me observa a través del cristal. Yo me acerco sigilosamente porque no quiero auyentarla. Aunque únicamente lo hago porque es mi única distracción, la curiosidad me invade por completo. Adelanto el hocico y choco contra el frío cristal. La joven hydra posa su mano sobre mi hocico y cierra los ojos. Parece como si pudiera sentirme, como si entre nosotras no hubiera ninguna frontera, aunque yo no siento nada, ni siquiera logro olerla. Retiro mi hocico y retrocedo unos pasos.

- ¡Nirvana! - grita otra hydra más adulta que entra por la puerta.

Su vista se posa en mí. Observo a la hydra. Sus azuladas facciones, su pelo negro, sus ojos marrones y vivaces. La hydra me mira con lástima. Se muerde los labios nerviosa mientras me mira. Entonces coge a la niña y se la lleva.

Como si estuvieran sincronizadas, cuando se cierra la puerta de la sala, se abre la de mi habitación. En cuanto veo a la hydra con su dosier de apuntes, me pongo frente a ella y me siento, como gesto de obediencia y lealtad. Algo hierbe en mi interior y prefiero demostrar que soy leal por miedo a ser castigada.

- Has mostrado ser fiel y digna de servir a nuestra causa - explica sin apartar la vista de sus apuntes - Sin embargo, aún te queda una prueba por superar.

Me pregunto a qué prueba se refiere, pero un aullido ensordecedor hace que la pregunta se responda por sí misma.

Entre por lo menos una decena de hydras, arrastran desde los extremos de los cabos al lobo de pelo cobrizo, que se resiste a entrar en mi cabina. Normal. A ningún ser como yo le gustaría pisar el territorio de otro, ya que se encontraría en clara desventaja.

- Ambos os enfrentaréis en un combate singular. El ganador, será aceptado en nuestro ejército.

Retrocedo unos pasos. Mi corazón se encarga de propagar por todo mi cuerpo el miedo y la incertidumbre de lo que me espera si pierdo, cosa que la hydra ha decidido no mencionar. De cualquier modo, mi adversario es algo más grande que yo así que acabaré gravemente herida aunque gane la pelea.

- Es una pena... - comenta una de las hydras – Ambos son fuertes, ¿por qué no podemos quedarnos a ambos?

La hydra con los apuntes ignora deliberadamente a la otra y con un gesto hace que las hydras que sostienen al lobo lo suelten. El lobo, dándome la espalda, se sienta frente a la hydra con los apuntes.

- ¡Luchad por vuestro puesto! - grita como última advertencia haciéndose a un lado de un salto.

Mi feroz compañero se encara hacia mí.

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