18- Corta Distancia (con Joe Perry)

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La tenía sujetándola del cabello con cuidado mientras ella subía y bajaba su cabeza con su pene introducido en su boca.

Él gruñía mientras ella mojaba su verga por completo.

—Eso, nena... la chupas que es un sueño —le dijo entre dientes para luego dedicarse a jadear..

Al desprenderse de Joe, lo miró con la boca abierta, jadeando excitada y exhausta.

—Fóllame, fóllame duro.

—Si me lo pides de esa manera...

La subió sobre la mesa, abrió sus piernas y hundió su lengua en su vagina para mojarla más de lo que ya estaba.

—¡Hazlo! —exigió casi gritando.

Mientras él se masturbaba y llenaba de saliva sus pliegues, seguía escuchándola sin intención de complacerla. Solo quería oír una manera aún más sucia de pedirle que la follara. Lo olvidaba, no estaba acostumbrada a pedírselo de tal manera, así que Joe, estaría ocupado con su clítoris con pequeñas mordidas y suaves lamidas.

Amaba su sabor, lamerla con diferentes ritmos, humedecerla, llegar hasta su ano y volver a subir. Sentir sus fluidos vaginales tan calientes y en grandes cantidades, introducir su lengua, sus dedos, sacarlos mojados y calientes de adentro de ella, jugar todo lo que le fuese posible hasta hacerla llegar a todos los orgasmos que le fuesen posibles alcanzar.

—Joe, por favor... —susurró— ¡Me gusta sentirte en lo más profundo de mi! ¡Méteme tu verga dura!

Se puso frente a ella sin dejar de manipular su miembro y de manera brusca se abrió paso en su interior. La embestida fue tan dura que sintió que podría haberla partido al medio pero eso no le importaba en lo más mínimo, amaba sentirlo dentro de ella. Lo enrrolló con sus piernas mientras se la follaba tan duro como le gustaba.

Joe se inclinaba y la besaba sus pechos, lamía su cuello, comía su boca, lamía sus labios de manera erótica. Ella arañaba su espalda, sus brazos, pronunciaba su nombre y alababa la excelencia de su fornicada.

Salió de ella, la puso de pie, la besó un poco más mientras la recorría con sus manos entera. La puso de espaldas contra él, haciéndola inclinarse de frente sobre la mesa arrastró su boca desde uno de sus hombros hasta su espalda baja para luego darle una sonora nalgada. Ella soltó un grito de placer y echó su cabeza hacia atrás.

Ensalivó sus dedos y lo llevó a su ano, comenzó a dilatarlo con sus dedos despacio aprovechando para masturbarla por ambos hoyos a su alcance. Gemía y movía su cabeza hacia todos lados. Cuando estuvo lo suficiente relajada, sintió la punta de su pene entrar en ella despacio. Joe gruñía, apretaba sus dientes mientras se metía cada vez más dentro de ella.

—¡Si, Joe! ¡Cógeme duro! ¡Cógelo todo!

La bestia sedienta de lujuria, se desataba ante sus pedidos y arremetía ferozmente.

Sus gritos se combinaban mientras las nalgadas acompañaban cualquier otro ruido sexual.

Era tan delicioso para él sentir tanta presión en su verga, amaba metersela de esa manera, llegar al éxtasis pleno sintiéndose su dueño por unos cuantos minutos o varias horas.

Mientras la escuchaba recuperar la memoria en cuanto a palabras sucias, él aplicaba un poco de las suyas. Era una combinación de película pornográfica con un toque de amor real.

—Me encanta... —y embestía duro— tu culo entero para mi, nena —volvía a embestirla.

El sudor corría por el pecho y el abdomen de Joe, sentía un gran calor, casi que se derretía. Su cabello se pegaba a su rostro, y sus manos se resbalaban de la cadera de esa sensual y excitante mujer.

Grandes gotas caían sobre su espalda. y la mesa estaba completamente mojada. Sentía poder resbalarse pero se aferraba a los lados con las pocas fuerzas que le quedaban.

—¡Córrete dentro de mi, Joe! Quiero sentir tu semen caliente.

El clímax estaba comenzando a hacer estragos en él. Sus músculos se contraían y por alguna extraña razón, sus gritos de orgasmo solo los daba con ella.

Al terminar, se puso de pie y comenzó a besarlo. Lo aferró a su cuerpo, posesiva, haciéndole saber que era el mejor tipo con el que podía follar.

Una ligera ducha y algo de comer acompañados el uno del otro antes de despedirse rozaba el ritual.

—¿Me acompañarás hasta la puerta otra vez? —preguntó divertida.

—Se muy bien donde vives, Cindy. Solo tendría que caminar unos metros más, es todo.

—Anda, sé un poco caballero.

Ladeó su cabeza cansado, esa mujer era insaciable realmente. Ni siquiera sabía como lograba permanecer de pie después de unas maratónicas horas de sexo puro.

La tomó por su cintura apegándola a su cuerpo, hicieron unos cuantos pasos hasta la puerta del apartamento de al lado.

—Hemos llegado —sonrió pícara.

—¡Menos mal! ¡Creí que no lo haríamos nunca! —dijo sarcástico.

—Anda, Joe, puedes regresar a tu apartamento —abrió la puerta y se recostó en el marco.

—De acuerdo —se encongió de hombros y se inclinó para besarla —Hasta luego, vecina.

—Hasta dentro de unas horas, vecino.

Su voz era sensualidad extrema y lograba encenderlo de inmediato. Se volvió hacia ella y se adentró en su apartamento para apagar el fuego que había encendido nuevamente.

Dentro de Mi (Erotic Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora