30- Noche asegurada (Con Eric Martin)

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Estaba encerrado en su habitación, como un niño asustado, sentando en un sofá en una de las esquinas, abrazado a sus piernas. Sería lógico pensar que un hombre como él no le tendría miedo a nadie, pero ahí estaba, temeroso, por segundos temblaba, le aterrorizaba la idea de que alguien entrase por la puerta apuntándole un arma, localizarlo y simplemente tirar. Cerró sus ojos y contrajo todos sus músculos con fuerza. Supo que no podía estar solo dentro de su propio cuarto, apretó el botón de su biper llamándola y esperó.
Ella subió saltando de a tres escalones. Era hábil y fuerte, aunque no lo pareciera. Al verla el guardia de seguridad que escoltaba la puerta de la recámara, abrió de inmediato y entró antes que ella para asegurarse de que todo estuviese bien. Seguía sentado en donde lo habían dejado hacía dos horas atrás, los calmantes no había hecho efecto. Cuando le divisó frente a otros efectivos, suspiró.

—¿Sucede algo, señor? —preguntó firmemente mientras movía sus manos despacio para que los agentes echasen un vistazo al cuarto.

—No, solo quiero que alguien se quede aquí conmigo.

—El oficial Rodriguez estará en la puerta durante toda la noche para su seguridad, señor —miró a dos de ellos que negaban con la cabeza. Ella asintió y les hizo una ligera seña de que se retiraran.

—Quiero que alguien se quede conmigo aquí adentro. ¿Es mucho pedir?

—De acuerdo, señor. Rodriguez... —llamó despacio al hombre cerca de ella.

—No. Quiero que tú te quedes, Morales.

—Lo siento, señor, pero estoy elevada a jefa se seguridad por hoy. Mi deber es estar al pendiente de toda la casa.

—¿Y Carter?

—Acompañando a sus padres. Insistieron en asistir al funeral de nuestros hombres —percibió un dejo de lamento en su voz.

—Pues no están mis padres, estoy yo y le ordeno que se quede.

«Niño mimado» pensó, pero no le quedaba más remedio. Salió de la habitación para dar órdenes a sus compañeros y volvió a entrar. Para eso, él ya estaba acurrucado en su cama.

—¿Se encuentra bien? ¿Necesita algo?

—No. Y no estoy bien. Por si no lo recuerdas, intentaron matarme —respondió molesto, pero no tenía porque ser tan duro—. Pero al menos tú estuviste allí para evitar que eso ocurriera —sonrió.

Fue un día muy duro y luego de pasar por un momento turbulento, deseaba con toda su alma ir descansar y no estar cuidando al hijo de un multimillonario al que mucha gente quería ver muerto.
A pesar de que era un trabajo riesgoso, lo necesitaba para ayudar en la casa en la que aún convivía con sus padres a sus treinta y tres años. Ver como Eric Martin lo tenía todo y lo despilfarrara de la manera que peor se le ocurriera, le hacía sentir cierto resentimiento contra él, pero su deber, era cuidarlo.
Se mantuvo de pie junto a la ventana. Eric no dormía, mantenía los ojos cerrados, pero nada de poder conciliar el sueño.

—¿Louisana? ¿Por qué te pusieron nombre de estado? —intentó bromear con ella.

—No lo sé, señor. ¿No puede dormir?

—No. Y menos contigo parada ahí, con el reflejo de la luz de afuera a penas iluminándote. ¿Quieres al menos hacer el favor de sentarte? Puedes hacerlo en mi sofá.

—No, señor. Se lo agradezco. Mi deber es permanecer de pie.

—Estuviste tan tensa como yo hoy. Ven... —la invitó a acercarse a él.

Lou se acercó despacio a donde Eric ocupaba el espacio de la cama y lo miró. La luz de la lámpara a penas iluminaba la recámara, pero lo suficiente para verse los rostros.

Dentro de Mi (Erotic Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora