41- Sueño y deseo (con Richie Sambora)

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Me equivoqué al elegir. Me equivoqué al creer que de esa manera podía tenerlo aún más cerca, pero no fue así.

—Esta noche saldré con Richie —dijo divertido—. Iremos a tomar algo al bar de siempre, nada del otro mundo. —Deseaba ir con ellos.

—Esta bien. Yo solo miraré una película y me iré a dormir. Tengo muchas cosas que hacer mañana —realmente me lamentaba no poder acompañarlo.

—De acuerdo, preciosa. Que la pases bien. Te amo —a penas si esbocé una ligera sonrisa, de todos modos, no podía notarla.

—Cuídense —«si, cuídense, ambos»—. Te amo.

Richard era todo lo que había soñado como hombre. Educado, un profesional excelente, una sonrisa que encantaba a cualquiera, pero a mi me ponía a temblar, cada vez que me miraba, sentía que sus ojos eran fuego puro, su roce, su perfume, presionaba mis piernas la una contra la otra intentado calmar el ardor intenso en mi entrepierna. Él me ponía a mil.
Las veces que le había hecho el amor a Frederick fueron en su honor, como cuando llegamos de una fiesta y bajo su permiso, Richie me había invitado a bailar. El calor de su cuerpo era impresionante, su tacto sobre mi ropa al ponerme su mano en mi cintura a una distancia prudente, podía sentirlo suave y varonil. Su rostro relajado, disfrutando de la pieza, nuestras miradas compenetradas, su respiración, sus labios que hicieron que mordiera mi labio inferior.

—Frederick tiene mucha suerte al tener a una mujer como tú a su lado —susurró—. Eres realmente hermosa.

Al llegar a mi apartamento, no perdí el tiempo y aunque mi novio estuviese cansado, lo dejé aún más exhausto. Su imagen volvía a mi mente una y otra vez y yo necesitaba orgasmos intensos dedicados a él.

Estaba quedándome dormida a mitad de película cuando el portero eléctrico sonó en mi cocina. No esperaba a nadie. Al ver el reloj eran las once y media de la noche, con razón el sueño quería ganarme. Al presionar el botón para contestar, escuchar esa voz, hizo que mi piel se erizara.

—Disculpa, ¿te desperté? —recordé que él debería estar con su amigo, y pensé lo peor.

—No. ¿Qué sucede?, ¿le pasó algo a Frederick?

—No, nada. Él está bien —suspiré—. Solo que canceló nuestro encuentro porque su jefe lo llamó y le dijo que tenía que terminar unos documentos que urgen para mañana.

Ambos quedamos en silencio.

Si Fred me engañaba o no, era lo de menos, pero podía ser que su jefe le hubiese encomendado esa tarea, ya que era un hijo de puta arruina vidas y planes, como cuando estábamos a punto de irnos de vacaciones y decidió que él tenía que acompañarlo a una junta en Canadá, tuvimos que volver a su apartamento a cambiar la ropa de la maleta, la de playa por la de oficina.

—¿Puedo subir? —lo escuché preguntar.

—S-si, puedes —presioné el botón para que la puerta de entrada al edificio se abriera y pudiese entrar.

En cuanto estuvo en la puerta de mi apartamento, lo escuché golpearla. Mis manos me sudaban, estaba nerviosa. Desde que lo conocí había soñado con que estuviésemos solos y eso estaba por ocurrir. Tardé unos minutos en atenderlo para hacerme rogar, pero no hacía menos de dos minutos había hablado con él, no podía fingirme ocupada.

Abrí y entró despacio, dejando una estela de su perfume que me enloquecía.

—Y... ¿por qué has venido? —atiné a preguntar muy cerca de él, a centímetros de su espalda, esa que tanto deseaba llenar de cicatrices por arañarlo.

Se dio la vuelta y tomándome del rostro con una mano mientras con la otra me apretaba contra su cuerpo, introdujo su lengua en mi boca de manera más que erótica.
No podía o mejor dicho, no quería que dejase de hacer eso. Estaba asfixiándome, pero no me importaba. Ni en mis mejores sueños me imaginaba algo como eso que estaba ocurriendo.

Dentro de Mi (Erotic Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora