29- Adiós en silencio (Con Rick Allen)

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Cuando escuchó que alguien golpeó a la puerta, se fijó la hora en el gran reloj de la sala sobre la repisa de la chimenea. Era algo tarde para que alguien a quien no esperaba tocara insistentemente.
Al ver por la mirilla en la puerta, decidió que no quería abrir, pero tenía que hacerlo o ella no se iría. La conocía, siempre ganaba por cansancio.
Reunió valor, tomó de la perilla y tiró de ella.
Sonría y él no entendía porqué.

—Hola —su voz sensual hacía que se le erizara la piel. No le devolvió el saludo. Se llevó una mano al bolsillo de su pantalón.

—¿Qué haces aquí, Gea?

—¿No vas a saludarme? —Rick ni siquiera se inmutó. Ella ladeó la cabeza quitándole importancia a su falta de cordialidad y se abrió paso en una casa que no era suya.

Rick permaneció junto a la puerta, viendo como Gea registraba toda la sala desde el techo hasta el suelo, recorriendo cada mueble de ese sector de la casa con minuciocidad.

—Creo que te he preguntado algo —replicó en voz alta.

—¿Qué más voy a hacer? Vine a verte —rió descaradamente.

—Mañana te casas. Tendrías que estar en tu cama dormida, en tu habitación, en tu apartamento.

—No tenía ganas de tal cosas —se encaminó felina y peligrosamente hacia él. Rodeó su cuello con sus brazos mientras rozaba su rostro contra el de él. — Verás... tengo ganas de otra cosa...

Lo sabía perfectamente solo quería que ella se lo dijera.
Estaba harto de la situación y pensó durante todo ese día en que solo faltaban unas cuantas horas para liberarse de su adorable pesadilla, pero no contaba con que ella tuviese otros planes.

—No, Gea... Tienes que irte —la tomó por sus antebrazos y comenzó a bajarlos despacio.

—Rick, por favor... —susurró volviendo a sujetarlo por su cintura.

—No... por favor tú —dijo él inmutable—. Sabes que no puedes... —ladeó su cabeza molesto con la situación, un poco desilusionado— No podemos continuar con esto. De hecho, no lo haremos.

—Por eso mismo he venido. Sabía que no querrías continuar viéndome de esta manera. Solo una despedida. La verdadera y última, lo prometo.

Comenzó dar besos cortos en sus finos y rosados labios. Solo la miraba. No podía resistirse más. No quiso hacerlo.
Cerró la puerta de un golpe y la llevó contra una de las paredes. Cuando metió sus manos entre el gran gabán de piel de leopardo que la cubría, sintió su piel. Al despojarla de ese abrigo, se dio cuenta de que iba preparada con toda la artillería pesada: lencería de encaje negro. Rick la miró desencajado y se dio cuenta que ella sabía que caería rendido a sus pies.
Lo tomó del rostro y con leves besos lo fue llevando hacia la acogedora y cálida sala.
Cayeron sobre el futón y Gea se extremeció al sentir tanta comodidad recorriéndole el cuerpo mientras Rick hacía posesión de su cuello.
Comenzó a gemir, soltar leves gritos. Su futuro marido no la hacía delirar como él.
Sus pezones se pusieron de punta al sentir su suave lengua recorrerlos y jugar con ellos tras correr sin mucho obstáculo su sostén, mientras una de esas jovenes manos acariciaban su clítoris con cuidado y suavidad sobre la tela de encaje.
Rick se puso un instante de rodillas y se sacó su camiseta con ligereza. Dios, esa anotomía en un jovencito de 20 años era increiblemente tenía que ser declarada pecado. Él pasó su lengua por su braga y Gea soltó un potente gemido y su flujo caliente mojó el futón.

—Rick... por favor... cógeme.

—Aún no, preciosa... quiero disfrutar de ti antes de que te vayas para siempre de mi lado.

Dentro de Mi (Erotic Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora