52- Decir adiós (con Eddie Vedder)

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No le iba bien en la universidad, no lograba concentrarse en su trabajo, tenía muchos asuntos que arreglar, deudas que saldar y un noviazgo que intentar salvar. Primero lo primero: él.
Miraba hacia el piso donde vivía, desde afuera del edificio. No sabía si debía subir, quizás no se encontraría, era mejor aprovechar el tiempo en aquellas cosas que necesitaban solución rápida, pero él era una de esas cosas que debían terminarse. Debía decirle adiós.
Cada piso que arcaba el elevador, la ponía más tensa. Deseaba bajar, no impulsarse a golpear la puerta de su apartamento, pero estaba haciendo exactamente eso.

—Hola. —Dijo sonriente cuanto la puerta se abrió—. No te esperaba.

—Y yo ni siquiera sé porqué estoy aquí —dijo acercándose a él y besándolo.

No oponía resistencia, después de todo, le encantaban sus besos a pesar del tiempo entre ellos. Sus lenguas comenzaron a tocarse con pasión, sus cuerpos, tomaban temperatura, se sentía más que bien. Se separó de él en cuanto percibió que la atmósfera cambiaba.

—Tengo muchos, muchos problemas —él se encogió de hombros y fue a la cocina—. Solo vine porque... esto no puede seguir así —dijo tajante, sin anestesia.

Eddie dejó la botella de cerveza que había tomado del refrigerador, sobre la mesada. A penas si puso tragar el sorbo. La miró intentando econtrar una explicación pero solo se encontró con la imagen de una chica que jugaba con sus dedos nerviosa, lo miraba y bajaba su vista hacia sus manos otra vez.

—Si... —se lamentaba hondamente— Creo que es lo mejor... De hecho, esto no nos hace bien a ninguno de los dos.

Milly esperaba que dijiese otra cosa. Con Eddie no era con quién realmente quería terminar.

—Si. Yo... no estoy pasando buenos momentos en ningún lugar. Tengo exámenes y trabajos que entregar, en mi trabajo están haciendo algunos recortes y quiere que vean que soy la mejor en mi rango, no puedo quedarme sin empleo, además, hay gastos que cubrir...

—Y tu novio con quién peleas todo el tiempo —agregó. Ella quedó pasmada ante el recuerdo que él evocaba.

—No quiero pelear más con él —resopló. —Si estamos juntos, supongo que es porque me lo pidió y creí que estaba seguro al momento de hacerlo.

Se acercó a Milly y la abrazó despacio contra su pecho. Ella lo rodeó con sus brazos por su cintura intentando encontrar la calma.
Él sabía como y cuando contenerla. La veía al borde del llanto por la desesperación. Un abrazo reconfortante era lo que un poco sanaba su alma.

—¿Y yo represento un problema también? —ella negó despacio mientras seguía con la cabeza contra el pecho tibio de él.

—Me haces bien. Pero ahora estoy con Ted. Y es un buen muchacho, no se merece esto.

—Entiendo —Eddie se resignó.

Aflojó los brazos y ella dirigió su mirada hacia su rostro contemplandolo. Él acarició una de sus mejillas con el revés de la mano y le recordó tanto cuando ese mismo gesto la hacía reir.

—Mi chiquita —susurró. Milly sintió cada vello de su cuerpo erizarse ante esas palabras.

Sus bocas comenzaron a tocarse con intensidad. Sentían la lengua el uno del otro y eso los llevaba a intensificar más ese largo beso.
Aferrada a su cuello, sentía sus manos adentrarse bajo su camisa hasta fijarse en su cintura. Eddie comenzó a desprendérsela sin apuro. Sabía que si iba a ser su última vez juntos, tenía que disfrutar de ella despacio, aprovechando cada segundo, recorrer su piel hasta en su más pequeño milímetro.
Milly respiraba agitada. La sangre por sus venas, golpeaba contra su piel con fuerza. Él era sin dudas, lo mejor que le había pasado en su vida, pero tenía que dejarlo ir. Aunque de ese momento no podía huir, tampoco quería hacerlo.
Su prenda quedó en el suelo mientras la remera de él caía a su lado. Eddie le desprendió el sostén y sus firmes pechos rebotaron cuando terminó de quitárselo. Sus pezones se irguieron de inmediato, y a él, su verga se le puso tan dura como el concreto.
Caminaron entre besos y caricias hacia la habitación oscura. Se separó de ella por un momento para encender la luz del velador, quería verla, desnuda, entera, solo para él en esa última noche. Milly subió a la cama esperando a que él la imitara. Eddie se sentó a su lado y sin dejar de mirarla a los ojos, comenzó a tocarla. El suave tacto de sus manos la ponía a temblar, respiraba agitada conteniéndose de arrastrarlo encima de ella para sentir más el calor de su cuerpo. Él se puso de pie y comenzó a desprenderse su jean. Una vez este en el piso, subió a la cama a hacerle compañía. Acariciaba su abdomen con la mayor de las delicadezas, sin dejar ninguno de mirarse fijo a los ojos. La mano de él se adentró debajo del jean y la braga que ella aún vestía. Milly soltó un gemido retorciéndose un poco ante la estimulación que su clítoris estaba recibiendo. Era tan perfecta, única. Odiaría dejar a Eddie, pero tenía que hacerlo.
Poseyó su boca sin dejar de tocarla, bajó hacia sus senos y jugó con ellos un instante antes de bajar trazando una línea invisible con su lengua hasta el borde de sus prendas. Dio besos cortos y comenzó a desprender ese molesto pantalón. Lo deslizó por sus preciosos muslos en los que un poco desesperado, dejó besos más largos que a ella la encendieron más de lo permitido. Una vez estando solo en bragas, él subió desde sus tobillos hasta su entrepierna con besos cortos y suaves, corrió despacio la parte de la braga que tapaba su jugoso y húmedo coño para meter su lengua y separar sus pliegues con sus pulgares.
Milly arqueó su espalda mientras dejaba fluir su néctar, ese que Eddie amaba saborear hasta la última gota. Gemía y gritaba sujetando el edredón con fuerza, disfrutando de aquel momento único, y el último.
Escucharla en medio de aquellos sonidos sexuales que emitía, lo hacían perder la cordura, quería más pero a la vez se negaba a saciarse por completo.

Dentro de Mi (Erotic Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora