Dentro de Mi (Erotic Rock)

35- Mi noche con ella (con Rick Allen)

Ella siempre hacía lo mismo. Se desvestía quedando en ropa interior y se ponía a acomodar su cama.
Cualquiera pensaría que estando en su casa y en su habitación, podría hacer lo que quisiera, pero mantenía la puerta entreabierta y yo quedaba como un pervertido observándola en el umbral sin ser detectado.
No me pregunten, jamás supe como es que no me habían encontrado ni sus padres ni su hermano, quien era mi mejor amigo, espiándola mientras estaba en ropa interior, antes de acostarse.

— Jani, Jani, Jani —susurraba. Era la enferma causa de que me encerrara por al menos diez minutos en el baño de visitas a tocarme como un loco.

Ella me la ponía tan dura, que de solo tocarme, me corría por completo. De solo pensar en su cabello largo de color castaño rozándole su hermosa y afinada cintura, sus caderas anchas, un trasero único, sus piernas torneadas de tanto jugar voleiball, sus pechos... «Dios» turgentes, sus labios carnosos de rosa pálido, sus ojos verdes con pestañas abundantes.
«Jani, Jani, Jani... me correré por tí».
Dos años mayor que yo y la deseaba demasiado. Me tenía como un tonto del montón, de los de mi clase que no atinaban a nada, eso me jodía demasiado. Quería demostrarle que no era como ellos, pero ni siquiera podía acercarme a ella porque me ignoraba totalmente o me ponía en ridículo, pero insistía. Quería que viera en mi un adolescente maduro, dispuesto a darle lo mejor de mi.
No me di cuenta de cuando se había acercado a la puerta, la abrió sorprendiéndome mientras la espiaba.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó molesta.

—Yo... este... —tragué saliva. No me salía inventar algo rápido— Nada, solo... pasaba por aquí... —No creyó ni media palabra.

Me sujetó del brazo. Cuando pensé que iba a arrastrarme al cuarto de mi amigo, fue cuando para mi asombro, me metió en el de ella. Me arrinconó contra la puerta.

—¿Acaso estabas espiándome, pervertido? —su rostro no se inmutaba.

Su hermosa mirada se clavaba en la mía, y pensaba en besarla, solo en eso.
Era un poco más baja en estatura que yo, pero con una fuerza increíble. La miraba deseoso, aún estaba en ropa interior y podía sentir el calor de su cuerpo estando a escasos centímetros del mío.

—¿Vas a contestarme o quieres que llame a mi padre? —me amenazó.

—Si —respondí decidido y casi rozando su nariz—. Estaba espiándote. Y, ¡rayos, Jani! Eres tan hermosa.

Sonrió sarcástica, pero a la vez, me daba miedo, por todo. Por salir disparado de esa casa de una sola patada por su padre aún estando en calzoncillos y remera para dormir.

—Eres distinto a tus amigos, y al idiota de mi hermano —susurró, diría, de manera sensual—. ¿Qué es lo que quieres, eh, Rick? —Tomó una de mis manos y la puso sobre uno de sus increíbles pechos— ¿Tócarme? —me guiaba apretándolo con cuidado.

Me puse exageradamente nervioso. Ella estaba dejándome que la tocara, no lo creía. ¿Por qué? ¿Acaso no me odiaba?

—¿No te caigo mal?

—A veces... —dijo torciendo su boca— Las bromas que hacen con mi hermano son muy estúpidas —dijo arrugando su rostro desaprobando mis actitudes y malos chistes.

—Es que... eso hacen todos.

—Y si todos se tiran por un barranco ¿también lo harías? —sonaba como mi madre pero en ese momento, teniéndola semi desnuda ante mi, permitiéndome tocarle una teta, bloqueaba mentalmente la cara y la voz de mi madre.

—No... Me quedaría aquí... Contigo.

Al terminar de decir aquellas palabras, me tomó del rostro y estampó su boca contra la mía. Sus besos sabían deliciosos, a fresa, dulce y ácida fresa.
Sus mejillas y manos olían a una crema suave. Puse mis manos en esa cintura que me encantaba y sentí un calor invadirme, quemarme entero por dentro. Mi piel se erizó y quería más de ella. Ya no podía contenerme. Avancé a medida que ella retrocedía. Fue bajando, arrodillándose, mientras me tiraba despacio de los brazos para que la acompañara al suelo.
Terminé acostado sobre su alfombra colorida, digna de una adolescente como ella. Se montó encima mientras acariciaba mi pecho. Bajo mi ropa interior, mi miembro duplicó su tamaño y los nervios querían ganarme. Ella continuó besándome mientras me aferraba a sus costados.