32- Animal (con Joe Elliott)

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Llegué a casa agotado después de un intenso día de trabajo. No fue un día como cualquier otro, al llegar a mitad de mes, siempre sucedía lo mismo.
Después de dejar las llaves en la mesa y mi bolso en uno de los sillones de la sala, me tiré en un sofá a intentar descansar un poco mientras miraba televisión.
Escuché unos gemidos que por un momento, pensé que estaban interfiriendo en la transmisión en la tele o que era algún vecino manteniendo una alocada maratón sexual y reí, pero me di cuenta de que provenían del interior de la casa de mi madre. Quizás eran ella y Ray en su habitación, pero recordé que ninguno de los autos estaban frente a la casa o en la cochera.
Me levanté despacio, intentando hacer el menor ruido posible. A medida que iba acercándome al cuarto, los gritos se intensificaban. No era nadie, ni siquiera Diana, su voz no sonaba igual. La puerta estaba entre abierta, y me asomé con cuidado. Y allí estaba ella.

Completamente desnuda en la cama de nuestros padres, ligeramente recostada sobre los almohadones, con sus piernas abiertas. Sentí que mi sangre hervía, y mi verga palpitaba violentamente. Y fue cuando la escuché, su voz extasiada mientras se tocaba y veía una película pornográfica.

-Joe... si...

Abrí en grande mis ojos sorprendido y queriendo volver a escucharla. Quería saber si lo que oí era real.

-Joe..., -suspiró- si, cógeme...

Instintivamente comenzé a desprender mi camisa botón por botón aún con mi saco puesto.

Ni siquiera se me ocurrió que mi madre o su padre podrían regresar en cualquier momento, pero ella me encendía estando de esa manera y nombrándome.

¿Qué pensaría Ray al ver que su pequeña niña estaba en su cama masturbándose mientras nombraba a su hijastro viendo una película triple equis? Seguro se desmayaría o me mataría pensando que yo soy el culpable de que su adolescente hija, tuviera las hormonas revolucionadas.

Seguía allí, tocándose descaradamente, acariciándose cada centímetro de su hermosa piel, jugaba con sus pezones erguidos. Su vago intento de lamérselos me llevó al extremo. Creí que iba a correrme manchando pantalón si ella no llegaba al orgasmo rápido, en cambio, cometí una locura.

Abrí la puerta de la habitación y ella no se inmutó para nada, solo se quedó viéndome, como si lo hubiese planeado todo. Dejó sus manos quietas mientras me miraba de manera muy sensual. Podría decir que veía fuego en sus ojos, pero no me parecía tan exagerado.

-¿Sucede algo...? -miró mi torso- ¿Por qué traes la camisa desprendida?

Y aún lo preguntaba. Muchachita descarada.

-Dimelo tú. Intento descansar luego de regresar del trabajo, escucho gemido y gritos que vienen de aquí adentro, me asomo y... ¿has pensado lo que diría Ray si te viera así?

-Mi padre no va a verme de ninguna manera. Ha viajado, dejó su coche en el aeropuerto. Dijo que quiere que vayas por él. El duplicado está donde siempre -dijo mientras cerraba sus piernas.

-¿Y si te viese mi madre?

-Ella viene tarde. Tiene una junta en su oficina. -Esbozó una mueca maliciosa- ¿Aún piensas en que me descubrirían fantaseando contigo? Eso solo lo has hecho tú. -Sonrió.

Gateó hasta los pies de la cama donde yo estaba parado. Me sujetó de las muñecas y pasó su lengua por mi abdomen. Para tener dieciséis años, sabía muy bien lo que hacía. Temblé, sentí mi piel erizarse mientras la miraba a la cara y la punta de su lengua que terminaba su recorrido bajo mis pectorales.

Soltó uno de mis antebrazos y llevó su mano hacia mi bulto masajeándolo con fuerza. Solté un gruñido.

-Diana, ¿qué estás haciendo?

Dentro de Mi (Erotic Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora