Capítulo 8

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Yuri

Saskia ha estado extraña desde ese día. Ni siquiera me responde insolentemente, como suele hacerlo. Tan sólo me mira y asiente a mis órdenes, y niega con la cabeza cuando le haga preguntas que requieran de tal gesto. O, a veces, me da respuestas concretas, pero muy cortas. Y ya no habla luego.

Lilia la ha comenzado a regañar por sus saltos, los cuales ella quiere perfectos. Saskia ha mejorado con algunos saltos, como el Salchow y el Axel, que eran los que más se le complicaban. Aunque, en la pista, el Axel sigue siendo un problema para ella.

Yo tampoco le he hablado como tal; es ella quien tiene que disculparse por actuar de esa forma por ninguna estúpida razón

Estoy viéndola patinar, checando sus saltos, dentro de la pista, junto con Yakov, Mila y Georgi. Ellos también ponen algo de interés en Saskia.

—¡Rota más! —le ordeno.

Han pasado tres semanas desde que tuvimos esa pequeña discusión. Veo cómo ella observa el hielo: es como si tuviese miedo. Comprendo que no es lo mismo hacer los saltos en el piso a hacerlos en el hielo, pues corres el riesgo de tener una caída dura; sin embargo, luego aprendes que la caída es lo menos doloroso.

Saskia pasa y dobla su pierna antes de hacer un Axel; pero, en lugar de salirle uno doble, como ella está acostumbrada, rota lo suficiente y lo convierte en un salto triple. Sólo no supo cómo clavarlo y su mano toca el hielo antes de ponerse de pie.

—¡Lo hiciste! —exclamé, sintiéndome extrañamente realizado; ¿es por dar una orden?

Ella curvea un poco sus labios en una media sonrisa, que dirige hacia mí.

—¡Felicidades, Saskia! —dice Mila mientras levanta los brazos.

—Ahora pon fuerza en la espalda y en las piernas para no tocar el hielo —propone Yakov—. No te olvides de levantar una pierna en el aterrizaje.

—Pero fue un muy buen primer intento —señala Georgi.

Saskia asiente y patina hacia una esquina de la pista. Por primera vez en tres emanas, la veo parcialmente feliz. Aunque no conmigo.

Se desliza por el hielo: suena liviana al patinar. Entonces cruza su pierna de nuevo y toma un impulso más potente. Gira más rápido y con un poco más de delicadeza. Y lo clava tan bien, que después de aterrizar sigue patinando con una pierna.

Поздравляю! (¡Enhorabuena!) —grita Mila—. Eso fue genial.

Saskia frena y hace un cuerno con su mano, y su intento de sonrisa. Está jugando. Esa es la chica de Alemania que Viktor me presentó.

—Lo has hecho bien —digo, y ella parece no escucharme.

Frunzo el ceño y me doy la vuelta.

<<Recuerda: quieres ver a Otabek>> me digo mentalmente, tratando de mantener la compostura . Tengo que empezar a hablar con ella de nuevo. Pero no ahora.

—Lo haré mejor la próxima vez, Mila —dice Saskia, saliendo de la pista y secándose algunas gotas de sudor que tiene en la cara. Entiendo su problema de tener piel pálida: no puedes ocultar el color rojo de tu rostro luego de hacer ejercicio.

Me distraigo viéndola: parece feliz a pesar de no tener una sonrisa en su rostro.

—¡Quítate, Enano! —dice Mila.

—¡Cállate, Abuelita! —le contesto.

Mila se ríe.

🔥

Somos los últimos en terminar. El equipo de Rusia... y una alemana principiante.

Me doy una ducha, tomo mis cosas de los vestidores y salgo. No sin antes pasar por la pista, donde veo a Saskia clavar otro Axel triple; es la décima vez que lo hace.

Hoy trabajamos ese tipo de saltos. Estaba pensando en que, cuando saltara, tomarla de un brazo o de la cintura para que no cayera, como lo hacen con las porristas, por ejemplo. Pero creo que no va a ser necesario. Por más que odie admitirlo, tiene potencial para los saltos.

—Vienes inspirada hoy —le dije desde la valla.

Ella da un respingo. Hace contacto visual conmigo por unos segundos; tiene la cara bastante roja y algunos cabellos suyos quedan pegados a su frente por el sudor. Luego, frunce un poco el ceño y se dirige a ponerse las cubiertas de los patines.

—Supongo que sí —contesta agitadamente.

—¿Supones? Haz hecho algo que no podías en un solo día, y lo has hecho diez veces bien.

Niega con la cabeza, sin mirarme.

—Quizá fue sólo suerte. —Se va hacia los vestidores.

Espero a que salga. De paso, Mila se despide de mí.

—¿Esperas a tu novia? —me dice.

—¿Y tú esperas a que alguien te haga caso? —le refuté con una sonrisa cruel.

—Te veo mañana. —Parece que Mila se quedó sin ganas de molestarme más.

Sigo esperando a que Saskia salga. Sí: definitivamente no hemos hecho "las paces".

Sé que esto del patinaje en parejas lo voy a hacer porque Otabek vendrá, y sé que él no hace promesas como sea. Tengo que pensar en una manera de volvernos a hablar.

Tengo una idea.

Saskia sale con el celular en mano. Corro hacia ella, intersectándola antes de que llegue a la salida.

—¿Qué significa esto? —pregunta, acomodando su celular en su mano como una diva tipo Sharpay Evans.

—Dame tu teléfono un momento.

—Si tú lo dices —contesta con duda e indiferencia al mismo tiempo. Y encima, se encoge de hombros.

Tomo su celular y entro a Contactos, pulso Agregar, escribo mi nombre y mi número, y se lo devuelvo.

—Escríbeme más tarde o mañana temprano, antes de entrenar —le digo.

—Está bien —dice, pasando al lado mío sin verme—. Creo que será mañana.

—Okay —contesté.

—Te veo mañana.

Me quedo solo, deseando haber podido tener el valor para disculparme, aunque no haya sido mi culpa. Sigo siendo inmaduro a pesar de que tengo casi 16 años.



Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora