Saskia
Sé quién es. Yuri Plisetsky, 15 años de edad y medallista de oro en el Grand Prix Final. Rompió el récord de Viktor tanto en el programa corto como en el libre, quedando por encima de Yuri Katsuki.
Tengo a una leyenda joven del patinaje artístico frente a mí y lo único que he hecho desde que llegué es molestarlo e intimidarlo (seguramente ya notó mis adorables ojeras). Tiendo a ser muy idiota cuando estoy frente a los de mi edad. Como cuando estaba en la escuela y los demás niños no me hablaban tan seguido.
Además, le he mentido: yo no me basaba en las clases de ballet para mis coreografías de gimnasia. Por un tiempo, fui bailarina de hip-hop. Y eso terminó por construir gran parte de lo que soy ahora.
La verdad, no soy parte de las Yuri Angels, aunque siento admiración por él. Pero podría apostar a que ninguna de esas tipas soportaría estar tanto tiempo con él por su carácter.
Me gusta su cabello, debo de admitir; si fuera mujer, sería la más envidiada. Incluso sus labios están mejor cuidados que los míos.
—¿Eres gimnasta también? —me pregunta.
—Era —respondí cortantemente.
—¿Por qué ya no?
—Tengo mis razones. —<<No te importa>>
—Qué respuesta tan más linda —dice con sarcasmo.
—Esa es mi especialidad. —Pongo los ojos en blanco.
—Como sea. Enséñame qué sabes hacer.
Me temía el momento en que dijera eso; no me lo esperaba tan pronto. Las piernas comienzan a temblarme y no las puedo mover. Intento pensar en una excusa, pero me doy cuenta de que tarde o temprano lo pésima que soy con los saltos.
—¿Aquí? —pregunto evasivamente.
—Sí.
—¿Ahora?
—Sí.
—¿Seguro que quieres verme?
—¡Por favor, Viktor ya me dijo qué se te complica!
—No traigo patines. —Pienso en sonreírle, retándolo.
Se agacha y comienza desatando sus agujetas y quitándose los patines.
—Quítate los tenis —me indica.
—Pero... —Camino un poco hacia atrás.
—Es sólo una demostración técnica, no vas a hacerme una rutina completa.
Exhalo con fuerza, dejando de lado mi resignación, y lo obedezco. Recuerda: será tu pase al Grand Prix.
—Haz diez repeticiones de los seis saltos básicos. —Se quita los guantes para dármelos. Está arrodillado, ayudándome a atar las agujetas en lo que yo me pongo sus guantes.
—Sí —contesto.
—¿Te quedan grandes los patines?
—Un poco.
—No importa. Haz lo que te dije.
Siento la bilis subirme por la garganta. Creo que no será muy agradable ser su pareja.
Yuri
Ella no es tan fatal. Digamos que, de las diez repeticiones de cada salto, en seis tocó el hielo, y en las demás, o perdía el equilibrio, o caía completamente.
—¿Puedes hacer triples? —le pregunto mientras se sigue deslizando.
Asiente con la cabeza y hace un Lutz triple. No rota tanto, ya que noto que aterrizó de manera inesperada. No sé cómo es que Viktor pretende que la regularice.
—Del cero al diez, ¿cuánto me das? —me preguntó.
—Te daría un menos once.
—Muchas gracias.
Es como si no le importara, como si los saltos los hiciera con desgana, aunque su expresión facial cambia: su mirada se apaga de repente. Me pregunto por qué, pero no tengo tiempo para hacerle un perfil psicológico en este momento.
—Te mereces mucho menos... —¿Cuál era su apellido? Me recordaba a una avenida en Nueva York... ¡Ya!—, Rockefeller.
—Ya sé, Plisetsky —contestó con una voz muy dócil para ella.
No sé qué más hacer.
Tomo mi teléfono, y sólo para ver que es la 1:00 y Yakov no ha regresado.
—Empiezas mañana —gruñí. Tengo un mensaje de Mila, en el que me invita a pasear por la Avenida Nevsky. No quiero ir, pero tampoco tengo planes. Por un momento, pienso en invitar a Rockefeller a venir con nosotros para que se familiarice con la ciudad, aunque le puede resultar incómodo y no quiero sentir su siniestra mirada encima mío de nuevo—. Nos vemos mañana a las diez.
—De acuerdo. —Sale de la pista, toma las cubiertas de mis patines y las pone en el filo antes de que comience a quitárselos—. Toma, gracias.
Agarro mis patines y devuelvo mi atención al teléfono. Le mando un mensaje a Yakov para decirle que voy a cerrar el club. Y a Mila le escribo "voy en 10 minutos".
Para cuando vuelvo a mirar a Rockefeller, ella ya se ha puesto sus tenis y cierra la puerta de la entrada de la pista tras de ella, sin siquiera despedirse de mí.
¿Así quiere jugar?
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Breaking the ice
Hayran Kurgu¿Alguna vez te has preguntado hasta dónde te puede llevar tu inseguridad después de una caída?, ¿volverías a subir a la misma copa del árbol, el que una vez te dio una vista hermosa, pero ocasionó que te fracturaras un brazo? Cuando menos, Saskia no...