Capítulo 18

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Saskia

—Grita si te duele.

—¿Qué clase de consejo es ese? —me pregunta Yuri.

—El consejo de alguien que ya ha pasado por esto varias veces, supongo.

Muevo la cabeza a los lados. Aquí vamos de nuevo.

Yuri está acostado sobre su pecho en el suelo, con las piernas y los brazos extendidos. Yo me siento sobre sus piernas, poco más debajo de la altura de su trasero. Comienzo halando sus brazos hacia atrás, haciendo que su espalda arquee. Su meta debe ser poder tocar sus piernas en esta posición. Le prometí que sería más flexible.

—¿Te duele ahí? —le pregunto.

—No —responde con esfuerzo.

Sé que Yuri no me dirá si le duele, así que continúo halando hasta que sus músculos se ponen tensos y él aprieta los labios. Me detengo hasta ahí, pero halo un poco más para asegurarme de que sus ligamentos estiren más de lo que pueden ahorita. Él agarra mis muñecas por el dolor.

—Resiste. —Incluso yo me estoy cansando.

Cuando yo iba a gimnasia, este tipo de estiramientos eran los más comunes. Te resistías al dolor cada vez más, o simplemente llegabas a un punto en el que ya no sentías nada.

Agarro mi teléfono y tomo la foto que le hago periódicamente. Esta vez, él está a menos de un milímetro de lograrlo.

—Tres, dos, uno. Ya. 

Lo suelto y dejo que caiga en la misma posición que estaba antes.

Debo admitir que me encanta sentir lo que mi coach de gimnasia sentía al estirarme de esa manera, en la que sentías que un cuerpo abandonaba su humanidad para convertirse en una liga que podías torcer a tu gusto.

—Estás duro, amigo.

—Je, eso se escuchó mal —dijo, acostándose sobre su espalda.

—¿Por qué crees que lo dije?

—Sucia.

Le guiñé un ojo y sonreí con sintética soberbia.

Hace casi un mes que nos hablamos así, con bromitas y comentarios sarcástico a veces. Ya puedo hablar más con él, y he descubierto cosas muy interesantes de su vida. Nunca imaginé que Yuri pudiese ser tan agradable.

Hoy es el penúltimo día de febrero, lo que se traduce en "¿qué demonios regalarle a Yuri Plisetsky para su cumpleaños?". Tanto en Rusia como Alemania se les toma mucha importancia a los regalos, ya sea por tu cumpleaños, por llegar a casa de alguien o, simplemente, por que sí. Crecí con esa idea de dar más de lo que recibes, aunque en mis últimos tres cumpleaños no he recibido otro regalo más que de mis padres y de Ernest (hace mucho que no hablo con él).

En fin, me mantengo atenta a algunas acciones de Yuri para ver si me puede dar una pista sobre lo que quiere. Podría regalarle una chaqueta Animal Print, pero estoy segura de que tiene mucha ropa con ese tipo de estampados.

—¿Ya tienes coreografía para programa corto? —me pregunta.

—Ya.

—¿Qué canción elegiste?

—Purple Lamborghini.

—Por favor, no soy tan idiota como para creer que Lilia te dejaría escoger esa canción.

—Estás admitiendo que eres idiota, ¿lo sabías, Albert Einstein?

Él gruñe. Creo que pasar tanto tiempo con Bella, su gatita, lo está volviendo medio animal. Me dirige una mirada pesada, a lo que yo respondo mirando mi teléfono con indiferencia. Ahora sé por qué las Yuri's Angels insisten tanto en verlo vestido de gato.

Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora