Capítulo 14

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Saskia

Tuve un pequeño retraso al salir de la escuela. Un retraso de una hora.

Kristen tuvo un problema con su pelota de fútbol, que quedó atrapada en un árbol. A veces, tiende a ser un poco torpe sólo por intentar impresionar a los niños. No entiendo por qué hace eso.

Ella es mi amiga, así que no podía dejarla sola. Creo que es justo que yo la ayude a bajar esa estúpida pelota de fútbol, porque ella me ha ayudado a hacer un parado de pecho, aunque ella aún no lo domina.

Estuve a punto de caer del árbol, a una altura de tres metros, pero logré bajar la pelota.

Ahora sólo espero llegar a casa, en donde no hay tanto frío como en la escuela o en las calles.

Normalmente, mi padre o mi madre irían a traerme; ambos trabajan, pero ya no últimamente. Richelle está enferma, por lo que tuve que aprender a ir y venir de la escuela a la casa.

Observo los enormes edificios que se yerguen sobre mí, haciéndome sentir pequeña. Y es porque lo soy: tengo 9 años y mido 136 centímetros. Fácilmente, podrían no verme al cruzar la calle y arrollarme.

En cuanto llego a la entrada de mi casa, muevo una de las piedras que está en mi jardín. Debajo de ella, está una llave. Todo lo que toco está frío; es lógico: cuando es invierno, hasta las piedras se congelan.

-Ya llegué -anuncio mientras cierro la puerta detrás de mí-. ¿Mamá? -Nadie me responde-. ¿Papá?

¿Qué día es hoy?

Veo el calendario que está pegado a la pared: 17 de diciembre del 2010, con 13 horas y 5 minutos.

Espero a que alguien baje de las escaleras para preguntarme dónde estaba, pero nadie lo hace.

Hay un silencio pesado. No se escucha el ruido de ninguna televisión, que siempre me indica que hay alguien en casa.

Mi visión va a dar con la mesita que está en la sala. Hay una nota.

"SASKIA, SALÍ A COMPRAR MEDICAMENTOS. CUIDA DE RICHELLE HASTA QUE LLEGUE"

Es la letra de mi madre.

Creo que la nota lleva ahí un buen rato, mi madre pensó que yo regresaría temprano. Me preocupa el tiempo que Richelle lleva sola.

Ella debe estar durmiendo, con su tanque de oxígeno al lado. La imagino recostada, con su sonrisa más dulce en su cara. Sé que está pasando por un dolor muy fuerte.

"Será mejor que pase sus últimos días en casa" nos había dicho el doctor hace cuatro días. Mi madre rompió en llanto, pero ya no tan dramático como la vez que le dieron el diagnóstico de Richelle. Quizá, tanto ella como mi padre, no la soportaban ver así. Igual a mí me pareció increíble su cambio tan radical: nunca pensé que el cabello era una de las cosas en la que más radicaba tu belleza.

Pero Richelle sigue siendo bella, aunque ya no tenga su melena dorada. Ella conserva su sonrisa a pesar de las adversidades. Sólo sonríe para que sea lo último que haga en vida, la cual podría terminar en cualquier momento. Así son las enfermedades terminales.

Viéndolo bien, me parece un poco tonto que mamá haya ido a comprar medicamentos. El doctor ya dijo que no hay nada que hacer, y Richelle ya aceptó su destino. Me duele saber que ya no la veré nunca más.

De pronto, tengo la necesidad de verla. Le quiero preguntar qué quiere para Navidad. Desearía poder ver la misma sonrisa amplia que ella tenía cuando ganaba medallas de oro en gimnasia, o cuando yo las ganaba. El último año, esa misma sonrisa se repetía cuando llegaba a casa y le mostraba mis medallas. Richelle debe extrañar sentir eso de nuevo.

Mientras subo las escaleras, la atmósfera cambia. Siento un inquietante vacío, como si no hubiera nada en las habitaciones, como si de verdad estuviera totalmente sola. Sin embargo, el vacío más grande proviene de la habitación de mi hermana.

Conforme me voy acercando a su puerta, me comienzan a temblar las manos. A lo mejor, no estoy tan preparada para verla de nuevo así de marchita. Yo tampoco soporto verlo. Y pensar que, en algún momento, ella solía vivir como cualquier otra persona.

Envuelvo el picaporte en con mi mano; se me acumula energía en todo el brazo.

Entonces, sin más, abro la puerta.

Veo su ventana, su tanque de oxígeno y su cama... vacía. Me extraña, considerando que ella ya casi no se podía mover.

<<Quizá está en el baño>>

-Rich...

Pero no, no está en el baño. Está cerca de su armario, en el suelo, con una hoja de papel a su lado.

Mierda, está... azul.

No se mueve.

Parece una roca.

Tiene mi cuerda de saltar en... ¡Oh, demonios!

¿¡Qué es esto!?, ¿¡por qué lo hizo!?

Quiero escapar, pero mis piernas no responden, y mi visión se está volviendo borrosa. Hubiese querido decirle algo antes.

¿Mis padres lo saben?

Me acerqué lo suficiente para ver sus ojos: rígidos y secos. No pensé que quisiera acabar así.

Siento como si estuviera en un mar, ahogándome con mis propios gritos.

Yo no creí que estuviera tan cansada de mantenerse con vida artificialmente, pero al menos puedo haberse despedido de nosotros.

Soy incapaz de mover un solo músculo. Si tan sólo yo hubiese llegado más temprano a casa.

Ha sido culpa mía por no cuidar de ella.

Me dejo caer al suelo, en donde yo siento que se me corta la respiración.

Puedo morir al igual que ella. Richelle será quien me lleve.

🔥

Doy un respingo y suelto un grito ahogado.

Fue una pesadilla.

No, fue un recuerdo.

La última vez que vi a mi hermana.

De verdad, sentí que me asfixiaba. Hay gritos en mi cabeza que me hacen cientos de preguntas que no puedo responder.

Tomo mi celular, con ganas de llorar. Viktor me dijo que le llamara por si necesitaba algo, pero no estoy en condiciones de llamar. Hay sólo una cosa que necesito en este momento.

Tú: Necesito volver a Alemania.

Pensé en salir de mi habitación para dar una vuelta, aunque eso no va a frenar mi ataque de ansiedad, y se vería muy raro ver a una chica caminar por los pasillos del hotel a las 2 de la mañana.

Me acuesto e intento calmarme para que no sean los fuertes latidos de mi corazón los que me mantengan despierta.

El pánico me clava una estaca por la espalda.


Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora