Capítulo 38

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Yuri

Estar a esta hora de la noche, en la que ya casi nadie está en el parque, me produce escalofríos. Eso en combinación con el siniestro silencio y el no haber encontrado a Saskia aún, me hace sentir peor.

Me siento en una banca, expectando el momento en el que la preocupación me ataque con un dolor de cabeza más fuerte. Joder, si tan sólo hubiese dicho a Saskia que me gustaba antes de aceptar salir con Luka, yo no tendría que estar aquí. Ella me habría elegido, ¿verdad? Cuando menos, esa es mi pequeña esperanza.

Veo parejas por ahí, caminando tomados de la mano y sonriéndose tontamente. Me figuro a Saskia y a mí de esa forma, aunque no sólo le tomaría la mano: la besaré sin importarme la moral rusa.

O puede que no pase: mi orgullo no me va a permitir arrodillarme y decirle lo controladores que pueden ser mis sentimientos. Sentir te lleva a los problemas. Ahora entiendo por qué algunas personas prefieren alejarse antes de sentir afecto por alguien.

Intento pensar en qué lugar no he buscado, pero no me es tan difícil descifrarlo, ya que he ido por todos los senderos, excepto por el que se ve más solitario y oscuro, que he dejado al último. No quería, y sigo sin querer ir por ahí; sin embargo, Saskia sí que podría estar.

Reúno todo mi valor en una bocanada de aire y camino. Se escucha el viento golpear las hojas de los árboles, y mis tenis mover la grava del sendero. No hay nada extraño.

Se me hizo inútil seguir andando, por lo que me hubiese dado la vuelta, de no haber sido porque vi una flor roja en el suelo: pertenecía al ramo que Luka le dio a Saskia. Por lo tanto, ahora que una hace falta, el ramo tiene un número par (solemos dar ramos con flores pares únicamente en los funerales).

Olvido todo, incluso mis más ridículos miedos, y camino por el sendero, con el corazón palpitándome en la garganta, provocándome un nudo. Saskia me dijo, en una ocasión, que las emociones se sienten en... ¿cómo es que me dijo? Tenía que ver con una almendra... ¡Amígdala! En la amígdala. Por eso es que sientes "un nudo en la garganta". Definitivamente, Saskia era estudiosa.

La flor no debe haber caído hace mucho: alguien la pudo recoger, pisado (como mínimo), o se la pudo llevar el viento. Es un indicio de que ellos dos están cerca.

Conforme camino, entre el silencio y el viento, se escuchan unos sonidos extraños, como si algo se estuviese acostando sobre el césped. Entonces, de forma involuntaria, aprieto la flor en cuanto escucho:

—¿Quieres hacerlo aquí o en mi casa?

Reconozco la voz de ese tipo, y también lo hago con los quejidos de Saskia. No me pude imaginar qué le estaba haciendo detrás de esa banca, hasta que fui capaz de acercarme y verlo por mí mismo.

—¿¡Qué demonios!? —exclamé.

Luka se sobresaltó y aflojó su agarre de las muñecas de Saskia en cuanto me vio a un metro de distancia de ellos. Saskia, con la mirada fuera de sí, pero llena de rabia, tuvo la oportunidad de darse la vuelta y empujar a Luka. Yo estaba tan sorprendido que no supe cómo reaccionar.

—Yu-Yuri —balbuceó poniéndose detrás de mí, tensa como nunca la había visto.

Me partió el corazón verla en ese estado: Saskia, tan fuerte e hilarante, ahora siendo una niña que le tiene miedo a una persona, una persona muy desagradable. Luka le ha robado su sonrisa, la cual no se merecía, ni aunque fuera falsa. Luka le ha dado en un punto muy débil, que sólo yo creí conocer; es imperdonable.

Más que confusión, siento ira.

—No te le acerques —lo amenacé—. ¿¡Quién demonios crees que eres para tratarla como otra de las prostitutas que llegan a tu casa!?

Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora