Capítulo 9

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Saskia

Ayer me di cuenta de lo tanto que he avanzado en casi un mes. Ya no me caigo cuando hago el Loop, ya puedo hacer el Triple Axel, y mis saltos en general ya están todo en el mismo nivel: triples.

Ayer, Yuri me dio su número de teléfono. Me dijo que quería que le escribiera antes de entrenar. ¿Para qué?

Dudo un poco en hacerlo, ya que no he podido olvidar el susto que me dio hace tres semanas.

Tú: Plisetsky.

Bien, creo que no soy tan buena siendo cruel. Lo llamo por su apellido no por la condición que me puso, sino porque en Alemania acostumbramos a dirigirnos a una persona por teléfono llamándola por su apellido directamente.

Son las 5:50 a.m. Espero que no se moleste por despertarlo.

Y. Plisetsky: Hola.

Y. Plisetsky: Saskia, ¿cierto?

Tú: Sí.

Y. Plisetsky: ¿Estás despierta?

Tú: No, te estoy escribiendo dormida.

Y. Plisetsky: Tonta.

¿Eso ha sido un insulto real o le dio risa mi sarcasmo?

Tú: Muchas gracias.

Tú: ¿Querías decirme algo?

Y. Plisetsky: ¿Estás enojada conmigo?

Leí y releí la pregunta antes de escribir cualquier idiotez. Compruebo que sí es exactamente lo que dice: me pregunta sobre lo que siento.

No puedo responder.

No es enojo como tal, ya que él no sabe de mis leves ataques de ansiedad social y mi nula capacidad de manejar situaciones poco comunes. Por lo que Yuri no es culpable... del todo.

A decir verdad, no sé por qué le grité.

Tú: No.

Y. Plisetsky: ¿Por qué ya no me hablas?

Tú: ¿Y qué estoy haciendo ahorita?

Y. Plisetsky: No me refiero a eso, tonta.

Tú: Es hablar, ¿no?

Y. Plisetsky: Sí, pero...

Y. Plisetsky: Olvídalo.

Y. Plisetsky: Es que, ya no me hablas tan irritantemente como solías hacerlo.

Tú: ¿Te gusta que te haga enojar?

Y. Plisetsky: No.

Y. Plisetsky: Te has vuelvo aburrida desde lo que pasó el primer día.

Y. Plisetsky: ¿Te incomoda que sea ruso?, ¿tu país tiene algo en contra del mío?

Sé a qué apunta. Y sé que, si sigo haciendo preguntas evasivas, esto terminará en una pelea. No me conviene hacerle guerra en este momento. No voy a poder conseguir una pareja de baile para el patinaje en parejas en Kassel.

Podría responder a su última pregunta mandándole un jodido libro de historia que explique lo que pasó durante la Segunda Guerra Mundial.

Tú: Es incómodo hablar contigo después de haberte gritado.

Tú: Perdón por eso.

Tú: Sólo me asusté.

Tú: Qué vergüenza.

Espero su respuesta por dos minutos.

Y. Plisetsky: Entonces, era por eso.

Y. Plisetsky: Cobarde.

¿Yo soy la cobarde? Prefirió tratar el tema por mensaje que decírmelo en persona... Aunque yo nunca toqué el tema.

Tiene razón, en parte.

Y. Plisetsky: Pero bueno, perdonada.

Tú: Gracias.

Tú: Por cierto, gracias por cubrirme ese día.

Y. Plisetsky: No importa.

Y. Plisetsky: Tengo buenas noticias.

Y. Plisetsky: Te las digo en el entrenamiento.

Y. Plisetsky: Entramos a las 10:00.

Y. Plisetsky: до свидания (Adiós)

🔥

Me encuentro en la pista, practicando mis Lutz. Hace un momento, hice diez repeticiones del Axel triple y todas me han salido bien. Pero hoy quiero superarme: quiero hacer del Lutz mi primer salto cuádruple.

Yuri ni siquiera ha venido.

Patino en arabesque para ganar confianza. Pienso en el salto, en girar hasta que caiga si es necesario. Mi cerebro suele engañarme: cuando estoy a un metro del hielo, me detengo, por lo que desperdicio el impulso para otro giro más en cualquier salto.

No voy a perderlo. No voy a hacerlo.

Elevo mi pierna y me impulso. Mientras giro, pienso en los cuatro. Uno. Dos. Tres. Medio.

Caigo de pie, por fortuna, aunque hubiese preferido aguantar medio giro más.

—Muy bien —me dijo Yuri, quien no sé si me ha estado observando desde los Lutz triples que llevo haciendo.

—Regular —repuse, haciendo una mueca despectiva.

—Es un triple, ya es algo un poco difícil.

—Me faltó medio giro, fue una estupidez.

Hago una secuencia de pasos en círculos. Salto de nuevo, pero caigo.

¿¡Es enserio!? Llevo haciendo como quince repeticiones y justo me tengo que caer en este. ¿Es por Yuri?

—Abandona esos nervios, ya tienes siete años patinando. —Yuri se quita la cubierta de los patines y va hacia mí—. No podrás con el campeonato nacional si no te deja de importar lo que la gente piense de ti al patinar.

—¿Campeonato? —le pregunté.

—¿Recuerdas la buena noticia que iba a darte?

Asiento con la cabeza.

—Pues, Viktor me dijo que tenías que obtener los ciento treinta y nueve puntos para entrar a la categoría de Danza. Y el campeonato nacional en Moscú es el único evento que la ISU va a realizar este año para nuestro país. Así que, bueno, creo que ya comprendes por qué debes entrar.

—¿Cuándo comienzan? —Me pongo en pie.

—Dentro de... —Yuri mira hacia arriba, haciendo cálculos— casi dos meses y tres semanas, me parece; es casi en primavera.

Esto es una locura: llevo poco menos de un mes aquí. Aunque he notado mi progreso, no creo estar lista para hacer un programa corto y libre en un mes y tres semanas, menos demostrarlo.

Me siento nerviosa de nuevo, con ganas de gritar de desesperación. Pero ya he causado demasiados problemas aquí.

—Tus Ángeles pueden ser tu ventaja —sigue diciendo Yuri—. He visto tu flexibilidad en la espalda y sé que puedes hacerlos más cerrados. Y en cuanto a las piruetas, quiero verte hacer una.

—¿A-ahora? —farfullé, tragando saliva y mi estrés, y secándome las manos en los costados.

—Sí. Necesito saber qué otros elementos puedes hacer. Y Lilia te va a dar una coreografía.

Sólo sigo sus órdenes, aunque están comenzando a inquietarme.



Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora