Capítulo 22

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Saskia

El tiempo pasa muy rápido. Hace días que Yuri estuvo aquí, en Moscú, por su cumpleaños, pero ahora él está aquí junto con nosotros para la competencia. Trato de calmarme antes de mi programa corto.

Estoy bien. Estoy tranquila, aunque sienta que me duele el pecho.

Mi cabello tiene ese mismo estilo desenfadado que conserva todas las mañanas, pero Lilia me está ayudando a acomodarlo en una coleta alta. Ella toca mi cabello de una forma similar a la de mi madre, cuando ella solía peinarme antes de los entrenamientos de gimnasia.

Supongo que todas las mujeres tienen ese aire tan delicado y dulce, a pesar de su apariencia. Lilia, quien puede verse muy intimidante, en realidad, es una mujer que oculta sus sentimientos por estar en constante contacto con ellos. Ese es el problema con las personas sensibles: todo les afecta; la balanza se inclina demasiado, hasta tocar fondo.

Acerca un estuche de maquillaje; estoy acostumbrada a usarlo desde que tenía 5 años. Recuerdo que me sentía bonita automáticamente. Ahora sólo siento que me veo falsa.

Busca entre varias sombras de colores oscuros. Mi vestuario se asemeja a lo que usaría una estereotipada presentadora de circo.

—Ya estás.

Cuando recobré la noción del tiempo, vi en el espejo a una chica atractiva, con sutil encanto. Moví la cabeza, comprobando que se trataba de mí.

—Gracias —dije, aunque creo que eso no expresa todo lo que yo quería decirle en ese momento.

—Ya puedes salir, sólo te faltan los patines.

Faltan pocos minutos para la competencia. Las demás patinadoras llevan trajes más típicos del patinaje: vestidos de distintos colores. Una que otra lleva un traje de cuerpo completo. Atraigo unas cuantas miradas. Por lo que he leído, a las mujeres rusas les importa mucho la apariencia. Temo un poco por lo que piensen de mí en este momento.

Cuando salgo, me quito la bata blanca y, en cambio, me pongo la chaqueta del equipo de Rusia. Me siento una traidora; considerando los antecedentes no tan amistosos de Alemania y Rusia en la Segunda Guerra Mundial, no creo que a mis compatriotas les agrade mucho. <<Pero es temporal>> intento consolarme.

—¡Wow! Ahora sí dile a Yuri que llame a la ONU. —Mila camina hacia mí—. Pero no por mí —aclara con una risa—. Saskia, ni siquiera pareces tú.

Pero no: soy tal como el vestuario me describe. Lilia me había hecho una coreografía para programa corto, el cual me aprendí en dos días, con The Way, de Florian Bur. Sin embargo, al repetir la coreografía completa por tercera vez, me detuvo.

—No parece ir contigo esta canción —me dijo—. Tienes esa precisión y gracia, pero parece que buscaras algo más. —De pronto, su mirada cae en aires de severidad, como Ernest solía hacerlo—. Nunca creí llegar a utilizarla, pero tengo una canción que se acoplaría más a lo que yo veo en ti.

Esa vez me enseñó la canción La Ritounelle. Me quedé con esa porque, en efecto, encontré algo más inquieto en ella. Lilia ha desenterrado una actitud mía que yo, en casi 16 años, no pude sacar a la luz.

El hecho de que la canción no tuviera letra era pura coincidencia.

—¿Nerviosa? —me pregunta Mila.

—Un poco.

—Todo saldrá bien. Tú imagina que todos los demás están desnudos.

—¿No crees que eso me va a distraer más?

Ella se ríe. No he visto a Mila patinar de manera formal, pero sí recuerdo haber admirado sus movimientos en el hielo, cuando la vi por primera vez.

Mi relación con Mila no es como se esperaría de dos chicas, que se hacen amigas con facilidad. Ella es muy agradable, sin duda; sin embargo, debo admitir que ella ya tiene 18, y tiene más prioridades que estar con una chica de 15 años. Eso sumado a que mi actitud más ruda la uso con Yuri.

Yuri dijo que vendría a verme en cuanto terminara. Normalmente, al terminar su programa, decide irse por su cuenta; esta vez será diferente, según me ha dicho. Sólo se comprometió a quedarse para verme, aunque no sé si se quedará hasta que terminen todas las patinadoras y vea mi posición en la tabla.

Me pica la tentación de ver su programa corto por TV, y así podría hacerlo si se me diese la gana.

—Me tengo que ir —dice Mila—. Estaré apoyándote desde las gradas.

—Claro —digo.

<<Sólo necesito superarme>> me recuerdo. Sé que todo saldrá bien. La preocupación sólo se encarga de hacerte incapaz de lograr cosas y, para cuando te das cuenta, ya pasó todo.

Llamo a mis padres, les digo que los amo, y ellos me desean lo mejor. Sus voces me tranquilizan.

Voy a un lugar a estirar, sola, en donde no pueda sentir las miradas atosigantes de las demás.

Los minutos se escasean.

Si Richelle aún viviera, ¿sería yo quien estaría en esta competencia? No, posiblemente ella estaría en mi lugar, pero en Alemania. Y, si gano, ella ganaría. Pero Richelle ya no vive. Yo puedo hacer lo que ella quiso. Yo ganaré por ella.

En mis competencias anteriores, no solía sentirme tan estresada, ya que, sinceramente, no me importaba mucho el patinaje, si ganaba o no. Sin embargo, ahora ya tengo una meta, un camino recto por el cual quiero seguir, y esta es la única oportunidad que tengo.

Comienza el calentamiento. Competidoras, pasen a la pista.

Dejo mi celular en una banca, junto con mi mochila, en donde hay una persona cuidando.

Finalmente.



Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora