Capítulo 25

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Saskia

Inicia el calentamiento.

Se repiten algunos hechos y sentimientos que tenía durante el programa corto. Viktor me llamó al enterarse de mi puntuación.

—¡Te lo dije! —había gritado. En ese momento, estaba por FaceTime, y me vio cuando sonreí por la expresión que hizo—. Suerte en el programa libre.

Lo único que pude hacer es reírme para mostrar mi gratitud.

—Te enviaré un regalo por eso —añadió—. ¿Qué quieres?, ¿un amuleto?, ¿una chaqueta nueva? ¡Oh, ya sé! ¿Qué te parece un pony!

Traté de rechazarlo, pero él insistió y terminó la llamada. Tengo miedo por saber lo que es capaz de regalarme; ¿qué haré con un pony en el departamento?

Mis padres también se emocionaron, aunque ellos no gritaron con la misma euforia que Viktor. Es Viktor-emociones-locas-Nikiforov, después de todo.

¿Qué hubiese dicho Richelle? Seguramente, ella habría gritado y agitado el iPhone, y posiblemente el FaceTime llegaría hasta ahí. Entonces, yo reiría y patinaría sin poder evitar sonreír tontamente.

Mi padre celebró con alcohol, pero estoy tranquila con respecto a eso: no es fácil que los alemanes se emborrachen. Me pareció muy apresurado celebrar de esa forma: las cosas pueden cambiar, como le dije a Yuri. Puede que, aun con la puntuación que llevo, yo quede en cuarto lugar.

En la mañana, mientras íbamos en el auto, Yuri y yo hablamos de recuerdos vergonzosos de la infancia. El tema salió después de que le pregunté por qué se había dejado crecer el cabello.

—Un día me vi en el espejo de mi cuarto y me di cuenta de que parecía un champiñón... a los doce años.

Me reí. Normalmente, cubro mi boca cuando río mostrando los dientes. Los rusos tienen una definición para eso: "sonrisa americana" (aunque yo soy europea), la cual la consideran falsa y descortés. Sin embargo, no creo que Yuri haya adoptado ese prejuicio. Lo hago por costumbre, supongo.

—Te toca a ti —me dice.

—Bien. —Aprieto los labios, tratando de recordar sucesos de mi infancia. Trato de no pensar en lo que pasó con mi hermana—. Ya. Cuando estaba en primaria, comí una barra de pegamento. Creí que sabría de la misma forma en la que olía.

—¿Y a qué olía?

—Olía a sandía. Yo qué iba a saber, tenía siete años. —Él entorna los ojos y pone una media sonrisa—. Lo más gracioso, fue cuando llegamos al hospital y el doctor les dijo a mis padres: "no es la primera niña que ha comido pegamento, pero es la primera que se come la barra entera".

Yuri no dijo nada acerca de mis mensajes ayer. Creí que era por eso que había venido con nosotros en lugar de su abuelo. Pero, al parecer, me he equivocado.

<<Firework>> pienso. Respiro una y otra vez. Me siento un poco adolorida. Odio ser mujer.

Fin del calentamiento.

Salgo de la pista, reproduciendo mentalmente la coreografía. Suelo hacer eso inclusive antes de entrenar. En gimnasia, obtuve la habilidad de medir la fuerza con la que arrojaba el equipo. Me concentraba en la ondulación de la cinta, en los giros del aro y las mazas, y en la altura que alcanzaba la pelota, mientras que yo sólo me fijaba en que no cayera fuera del cuadro. La cuerda no me daba tanto problema, a excepción de que tenía que estar atenta a que no se me enredara en el cuello como una anaconda.

Esta vez, Yuri me estaba esperando fuera de la pista. Tiene una expresión apática; siento que me invaden las náuseas por nerviosismo.

—¿Qué ha...? —El sabor de la hiel me sube por la garganta.

Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora