Capítulo 46

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Yuri

Conozco su vida, sus malos hábitos, sus pasatiempos, e inclusive las fechas en que... Bueno, en que se desangra por cuestiones biológicas (son muy pocas al año). ¿¡Pero no sé su color favorito!?

La conozco por aspectos privados, por lo que olvido muy rápidamente los generales.

De hecho, esto puede ser parte de un bloqueo mental.

El día en que me dio mi regalo de cumpleaños, pudo adivinar las algunas cosas que me gustaban, a pesar de que no nos conocíamos hace mucho. Recuerdo que le pregunté cómo supo mi sabor favorito, y respondió:

—Las cajas de jugo hablan demasiado.

Observación. Esa es la clave: fijarme más en los detalles, o recordarlos, que es lo que me cuesta hacer ahora.

<<Piensa, piensa >> me repito mentalmente, acostándome en el suelo, viendo hacia el techo. De repente, entre los rayos anaranjados que entran a mi habitación, una idea se ilumina en mí, acompañado de la imagen de Saskia: negro y morado.

Color de tenis: negro o morado.

Color de sudadera: negro.

Color de short: negro.

Gran parte de lo que usa son esos dos colores.

Y, sino más bien recuerdo, las cosas que he visto en su habitación son de color negro, morado, menta, azul y dorado. Muy pocas veces encuentras algo de otro color.

Bingo. Color de caja: listo. Dulces... Mmm, no doy simplemente.

Saskia casi no come, ahora que me centro en eso. Cuando entrenamos, lleva alguna que otra barra de nueces y moras, y una naranja o kiwi, a veces. En su apartamento, la he visto comer galletas o tomar un yogurt (y tomando eso no crece). Y en el tiempo que nos dan para el almuerzo, es un misterio lo que hace. O puede que no le guste comer frente a los chicos... Bien, eso se escuchó muy estúpido: a ella no le da vergüenza nada frente a mí.

Debería preocuparme más, ya que ella es demasiado inquieta. No sé de dónde saca tanta energía. ¿Del sol, como las plantas? Porque dudo que sea de la comida.

Le tengo que preguntar u observarla detenidamente.


—¿Qué es todo esto?

—Elige los que te gusten —le digo.

En la mesa hay una gran variedad de dulces, desde chocolates hasta barritas de soja. Me gustaban las barritas de soja cuando era niño. No las he comido desde que cumplí 13, creo. No recuerdo el por qué dejé de comerlas.

En cuanto salí del club, corrí al supermercado con la intención de comprar sólo los cinco dulces más vendidos en Rusia, pero entré en pánico por la posibilidad de que a Saskia no le gustara ninguno, así que terminé comprando como treinta dulces, incluyendo algunos norteamericanos, que son los que más se suelen consumir.

—¿Cuántos tomo? —pregunta con inseguridad.

—Los que quieras.

Ella pase su vista de un lado a otro, analizando cada dulce como si le estuviese haciendo una radiografía. Me siento nervioso. ¿Y si es alérgica al azúcar? No, ya me lo habría dicho... Pero puede ser.

Pánico otra vez.

Tomó unos Reese's, gomitas de sabor fresa con yogurt, una bolsa de Skittles roja y un chocolate Alionka. Ya, eso fue todo.

—¿Sólo esos? —le cuestiono.

—Sí —responde, encogiéndose de hombros—. Creo que compraste demasiado chocolate.

Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora