Capítulo 56

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Yuri


—¡Feliz cumpleaños, pulgosa! —exclamé con una sonrisa burlona.

—No sé si agradecerte o maldecirte —dice Saskia—. Pero, gracias de todas formas.

—Al fin dieciséis, te estás haciendo anciana.

—Mira quién habla.

Acabo de terminar de entrenar. Estoy en los casilleros. Mientras estaba bañándome, me preguntaba por qué Saskia no contestaba mis llamadas. Sin embargo, al salir de la ducha, tan sólo con los bóxers y un pantalón negro puesto, mi celular vibra: ella quería un FaceTime, y yo acepté precipitadamente.

—¿Estás desnudo? —pregunta, arqueando una ceja.

Iba a decir que no, que se me ha olvidado ponerme la playera. Pero decidí hacerle una pequeña y sucia travesura.

—Sí. —Mordí mi labio con ademán lujurioso—. ¿Quieres ver?

—No.

—Sí. —Voy bajando mi celular, enfocando mi abdomen.

—No. No. No. No.

—Sí. Sí. Sí. Sí.

—¿Para qué querría ver tus tres centímetros de masculinidad?

—¿¡Qué dijiste!? —Devuelvo la cámara a mi rostro—. Niña insolente. —Levanto mi dedo corazón.

—Sé que no estás desnudo: acabo de ver tu ropa interior negra.

—Es un pantalón, de hecho. Pero logré jugar con tu mente.

—Si no paras de hacer eso, juro que entraré al baño de hombres y tomaré tu ropa y tu toalla, y los llevaré afuera del club.

Reímos. La extraño demasiado. Extraño mucho tenerla a mi lado haciendo travesuras y sacándome de quicio.

Noto que algo en sus ojos parece más grande: su pupila, al parecer, aunque no estoy muy seguro. Su rostro refleja una radiante felicidad. Supongo que le ha ido bien.

—¿Y ya terminó tu fiesta?

—Ni siquiera ha...

—¡Saaaskiaaa! —dice alguien, arrastrando las palabras. Esa voz se me hace conocida.

En la esquina de la habitación, aparece Viktor con tres botones de la camisa abiertos. Su cara está roja y su mirada perdida indica una cosa: está ebrio. Esa misma faceta conozco de él desde hace mucho tiempo.

Saskia se sobresaltó un poco al escucharlo entrar a la habitación.

—Hola, Viktor —dice nerviosamente, pero noto que quiere reírse.

—¿Con quién... hablas? —Habla desesperantemente lento.

—Con...

—¡Yuuriiio! —Se acerca al teléfono de Saskia y besa la cámara—. Cuánto tiempo.

—Hola, calvo —respondo—. ¿Ya estás bebiendo otra vez?

—Ya soy mayor de edad.

—Eso ya lo sé.

—Y Saskia lo será en dos años.

—También lo sé.

—Y tú igual.

—Esto se está poniendo extraño.

—Espero que me dejen ser el padrino de bodas.

—¡Nadie se casará aquí! —Me sube la sangre caliente al rostro.

Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora