Capítulo 45

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Yuri

—¿¡No se lo has dicho!?

—No he tenido oportunidad —me excuso.

<<Ni valor>>

Mila niega con la cabeza, decepcionada. Estamos caminando de regreso a casa de Lilia después de que me invitase a venir de compras con ella y sus amigas. También había invitado a Saskia, pero ella fue al aeropuerto para comprar sus boletos; la vi ansiosa por regresar a Alemania. Así que no tuve a dónde ir más que con la bruja pelirroja.

Aunque, conociendo a Mila, su plan pudo haber sido dejarme solo con Saskia en plan "cita inesperada". Me hubiese molestado, siendo sincero, ya que la impotencia por no haberme armado de valor para preguntarle por una jodida cita formal se transformaría en otro bloque más que cargar.

—No sé cómo hacerlo —declaré, cruzándome de brazos—. Tengo miedo de que me rechace y no me vuelva a hablar.

—Vaya, la adolescencia sí que te está matando.

—Sólo dime qué han hecho contigo.

—De lo que recuerdo, normalmente, los conocía en la escuela. —Niega con la cabeza de nuevo—. Pero ese no es el caso, ya que ustedes se vieron obligados a llevarse bien de un día para otro. No lo lograron, y no fue hasta que tuvieron esa discusión que decidieron tomar cartas en el asunto y ¡bum! Por alguna extraña fuerza sobrenatural terminaron siendo amigos. Y más íntimos de lo que se podía esperar. Es casi como si tú fueses su mejor amiga.

—Yo soy su mejor amiga. —Deslizo mi mano por mi cabello para sacudirlo como en esos comerciales de champú.

—Por supuesto que lo eres. Así que deberías hacerle algo bonito para su cumpleaños, y eso será te declares.

—¿¡En su cumpleaños!? No creo que sea buena fecha.

—¿Por qué? Sería un lindo recuerdo.

—Porque, si algún día llegásemos a terminar o me rechaza, lo recordará como algo incómodamente triste. Le arruinaré su cumpleaños.

—Oh, vamos. ¿Enserio crees que te rechace?

Y eso se sintió como si hubieran soltado un puñado de clavos fríos en mi espalda desnuda. Tanto fue el impacto de la pregunta que me hizo detener para pensar.

Ni siquiera visualicé una posibilidad con Saskia: me decía que todo quedaría como un deseo pasajero y vago, sin futuro, que, más tarde, se convertiría en arrepentimiento. Pero, viéndolo bien, todo lo que he pasado con ella (llanto, peleas, caídas, golpes y logros) han hecho rebelar una parte suya que no demuestra ni con Viktor, ni con Mila, ni Lilia, ni Yakov, ni con sus padres... ¡Sino conmigo!

—Yuri.

¿Por qué nunca me puse a pensar? ¿Qué te está pasando, Yuri Plisetsky? Tú siempre has dicho que tienes que arriesgarte, aunque tengas miedo y pase lo peor.

Ella me ha elegido a mí para ver su lado más cariñoso (a su manera).

Ella no me rechazaría.

—Yuri.

Joder, podría llorar en este mismo instante. También podría reír. Tengo ganas de mandar al diablo al mundo y hacer lo que mi voluntad diga.

—Yuri.

—No —contesto, sonriendo estúpidamente—. Saskia no podría rechazarme.

Es más: podría ir ahora mismo y decirle a Saskia: "tú me quieres, y lo sabes. Seamos novios". Pero no, tengo que controlar mi instinto masculino y trataré de hacer algo menos agresivo para ella.

—Ya te veo más feliz —me comenta Mila.

—Me has abierto los ojos.

Acelero el paso, ávido por llegar a casa. Caminar me ayudó a pensar en algunas ideas sobre qué hacer para confesarle lo que siento de una vez por todas, y se me ocurrió algo que casi no se hace: una carta. Sé que es necesitaré pensar muy bien lo que voy a escribir, y que deberé buscar qué es lo que siento realmente para expresarlo con palabras.

<<Es cuestión de sentimientos. No es algo que puedas describir con palabras>> Recuerdo que Viktor me lo dijo cuando me sentía confundido en cuanto a encontrar mi Agape. Jamás creí que ese amor también podía dárselo a una persona que, técnicamente, acabo de conocer.

Lo único que tengo claro es que haré la carta. A parte le regalaré una caja con dulces.

Suena un poco cursi, ahora que lo pienso. Ya qué.

De camino, compro algunos materiales. Pasé por el centro comercial Piterland, atento a cualquier cosa que pudiese necesitar. Estuve pensando en comprarle unos aretes o algo así, pero no la he visto ponérselos (con decir que ella desearía no tener perforación). Así que, buscando bien, encontré dos brazaletes, que juntos hacen la imagen de un par de gatos sentados en un balcón.

Compré los brazaletes, y yo conservaré una otra mitad, ya que no tengo que olvidar que todo esto pasó por la etapa de una inusual amistad.

—Te veo hasta el lunes.

No cierro la puerta. Aprieto los puños y mis dientes. Okay, talvez está bien caer tan bajo al menos una vez en la vida.

—Bruja.

—¿Qué?

—Gracias.

He dicho eso tantas veces; pocas han sido sinceras, como esta. A pesar de nuestra forma un tanto insoportable de hablarnos, Mila me ha ayudado a resolver mis problemas, y nunca le he dicho nada al respecto. Esta es la primera vez.

Mila sonríe y dice:

—Suerte.

Ella lleva ya mucho tiempo sin tener novio. Le diría que la podría ayudar a salir con Otabek, pero, siendo honesto, no querría ver a mi mejor amigo con alguien como Mila. No, sabiendo que no es su tipo.

Se va. De repente noto lo lindo que luce el cielo en color amarillo y rojo... Repentinamente, todo me parece más lindo.

—Ya estás aquí —dice Lilia. ¿Esa es Bella envuelta en su suéter?

—Sí, eh... —Señalo a mi gata—. ¿Por qué ella...

—Tenía frío.

—Bien... Iré arriba.

—Te noto feliz.

Dejo de correr por la escalera, en seco, reparando en la manera inquisitiva de su mirada.

—Lo estoy —respondí honestamente. ¿Para qué mentir?

—¿Se puede saber por qué?

Me encojo de hombros, ampliando mi la boba sonrisa que he cargado desde hace unas horas.

—Nada en particular. Me siento creativo.

Ella asiente, muy poco convencida, pero le da igual de todas formas. Se va a la sala a tomar té, mientras yo subo a mi habitación. Abro la puerta casi de golpe y saco de mi mochila las bolsas de compras, la cual dejo caer al piso, a excepción de la que contiene el brazalete.

—Espero que todo esto salga bien —me aliento, apretando a los dos gatitos.

Lo guardo en mi estante. La próxima vez que lo vea será en el cumpleaños de Saskia, colgando de su delgada muñeca. 

Me siento en el suelo y estiro mis dedos, haciendo que las burbujas de aire crujieran placenteramente. Me aparto el cabello de la cara con un pasador, sólo para descartar cualquier posibilidad de mancharlo con silicón. Deseo que no pase, o podría terminar cortándomelo más aún.

—A trabajar.

Esperen... ¿qué color le gusta?


Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora