Capítulo 20

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Yuri

Saskia no se apega en nada a los prejuicios que tenía sobre ella. En realidad, es mucho más amable de lo que creí... a su manera. Y no es tan seria como se ve. Es doble cara la muy desgraciada.

Mañana cumplo 16 años y estaré con mi abuelo, como acostumbro. Cuando se lo dije a Saskia, creí que me preguntaría por qué haría más preguntas acerca de mi viaje a Moscú, y yo le diría que es mi cumpleaños, entonces ella se iba a sorprender porque no estaba enterada. Pero no lo hizo. En parte, está bien, porque quizá acabe por jugarme otra broma (puede tomarme fotos mientras me baño, por ejemplo).

Vuelve a caer tras un cuádruple. He prometido ayudarla, como ella me está ayudando a mí a ser más flexible. Saskia ya podrá sumar más puntuación técnica con los cuádruples. Sin embargo, me sigo preguntando por qué eligió Firework. ¿Qué es lo que ella siente?

—¡Argh! —gruñe con exasperación.

—Rock, ya tienes los cuatro giros —señalo—; no vaciles al caer.

—No puedo —opone—. Resbalo, ese es el problema.

—No te pongas tan rígida tampoco.

Pongo los ojos en blanco; estoy tomando ese hábito de ella. Me meto a la pista.

—Haz el Lutz de nuevo.

—Sí.

Estoy a una distancia considerable de ella. Sé que puede resultar peligroso ayudarla de la manera en la que lo voy a hacer, pero trataré de ser cuidadoso. Sólo tengo que estar atento a que su patín no me dé en la pierna o en la cara.

Debo hacer que ella clave los cuádruples. Tiene que ser suficiente para los jueces, de lo contrario, no podré ver a Otabek. Estoy arriesgándome por amistad.

La he visto bailar hoy y es bastante buena. Yo también he bailado solo cuando nadie me ve, pero nunca lo he hecho de la manera tan rápida y fluida de Saskia.

Aunque sólo esté haciendo movimientos muy vagos antes de hacer el Lutz, hay algo que te hace no apartar la vista, como si ella fuese una película que atrapa tu atención y la atrapa con una red metálica; no sé qué es.

Hace un Águila con mucha altura y, después, salta. Mido el espacio; por favor, que no termine mal esto. Acaba el último giro, el cuarto, y extiende una pierna. Ahí, por fortuna, acierto en la forma en la que ella cae, y la sujeto por la cintura, levantando la misma pierna que ella para evitar que la cuchilla me haga una mala jugada.

Noto cuál era su error: se inclina demasiado hacia adelante y trata de que su aterrizaje sea rápido para que no le dé tiempo de girar de más.

Pero yo siento como un golpe, que no es físico.

Y luego, estática.

Saskia

El inminente ardor que siento hasta en la punta de mis dedos se lo atribuyo a la caída, a la emoción de haber clavado bien mi primer cuádruple (aunque fue con ayuda).

No puede ser porque Yuri me esté tocando la cintura.

Se siente bien, pero sus consecuencias son malas como una droga.

Yuri

No sé qué carajo ha sido eso. Aparto mis manos de Saskia; ella se da la vuelta, quedando frente a mí. Debería ir me acostumbrando a tener contacto físico más amplio con ella, pero esto parece haber tomado por sorpresa incluso a mí.

—A-así es cómo se clava —farfullo inevitablemente.

—Sí —contesta ella con la voz un tanto fuera de lugar.

—¿Tú también lo sentiste?

—Sí. —Confío en que ella me dé una respuesta clara a qué fue lo que pasó, ya que las mujeres son más sensibles, ¿verdad?—. Creo que debo jalar un poco menos, ¿cierto?

Bien, olvidé qué tipo de mujer es ella.

Salgo de mi consternación, volviendo a la realidad: yo debo enseñarle. Si me pongo a pensar en esa extraña sensación, no voy a poder parar de darle vueltas.

—¿Te sentiste incómoda ahorita? —le pregunto, frunciendo el ceño.

—No. ¿Por qué lo dices?

Pongo mis dos manos sobre sus hombros y les doy un fuerte apretón.

—¡Ay!

—Estás tensa —dije—. Creo que será mejor que te sostenga de un brazo.

—Sería mejor —reitera—. Mantener distancia.

—Sí.

—Separados. —Hace un gesto con las manos, como si empujara algo.

—Como siempre.

—Perfecto.

—Bastante perfecto.

Luego, nadie contesta. Ella se deshace el moño para acomodárselo, pero se detiene a ver las puntas de su pálido cabello rubio, que parece casi blanco. Por mi parte, también me acomodo el cabello.

—¿Seguimos? —dice, poniendo sus manos en la cadera.

—Sí, sí —respondo—. Probemos con otro salto.


Breaking the iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora