cap 9 Día de cambio

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Los perfectos días de verano que se mantuvieron hasta octubre cuando el otoño llegaba, cedieron justo después de que Ivett Nefilt recibiera su vestido de novia tres días antes del gran día, el diya del cambio.

Natán había estado los últimos 5 días encerrado en la habitación de lady Ivett, jugaban y reían pero Natán como todo niño perspicaz sabía que algo andaba mal por que los días eran preciosos y su hermana no salía a caminar por los jardines, ni a verle practicar mientras montaba a caballo, no observaba las flores, ahora le veía esperar que cayeran las hojas de los árboles, de manera lenta y tardía cada hoja se llevaba algo de ella pero no sabía que.
Mientras tanto lord  Zacaría perdía la paciencia, su hijo no salía a sus prácticas de conocimiento, de caballo escritura y lectura, modales y poder, todo lo que necesitaba su vastago para ser el mejor, su orgullo; sólo que ahora pasaba su tiempo mimado por esa gata y la estúpida de su hija. Las sacaría de su guarida pronto la boda se llevaría a cabo y la gata se llevaría al niño hasta que el trámite para reconocer a su hijo como legítimo se llevará a cabo.
Iracundo azotó la puerta para la fortuna de las mujeres el niño dormía.
Madie asomo las narices para recibir la amenaza de que las sacaria de los pelos si era necesario para poder tener a su hijo mientras ella siguiera ahí, así que su último día de encierro y conmiseracion lo paso sola. Al día siguiente el día en el que su vestido de novia llegó, fue el último día que pasó mirando las hojas caer lentamente de los árboles como sentencia de los últimos momentos de una libertad a medias, amarga, pensando incansable una solución posible, tan improbables, cuantas cosas no se escuchaban de muchachas que terminaban vendidas, como concubinas, había destinos peores, lo sabía no torturada por un solo hombre, repudiada por la sociedad. Pero...¿ a qué obedecía su padre?¿ por qué accedió a que ella se casará?¿cómo consiguió esa propuesta? ¿por qué la acepto?

Sus días de suspiros terminaban dejaría la poca seguridad y tranquilidad que su alcoba le suponía, pronto alguien tendría el derecho de cruzar la puerta que le resguardara, no tendría el derecho de negarse a su voluntad así como tampoco tenía el derecho a elegir su propio camino, solo el de esperar pero las dudas le asaltaban y esa noche cometería una gran imprudencia.

— Señor, yo quisiera saber cómo ha elegido usted a mi esposo.
En su necesidad de respuestas alteró el orgullo de su padre que se giró a verla con furia lo primero que encontró fue el atizador y lo descargó apenas justo alzó las manos para que el golpe lo recibieran los antebrazos.
—¿Quién te crees para cuestionar mis decisiones, para exigir respuestas, para poner en duda la veracidad de mi poder? -pronto se encontró con la fuerza del fierro golpeando su espalda y sus piernas hasta que llegó Moth para preguntar si al Señor se le ofrecía algo para merendar, fue la escusa más próxima cuando en realidad lo quería matar. Lord Zacaria le dijo que la quitara de su vista y que no bajará para cenar como si ella estuviera en condiciones para hacerlo, Moth la llevó hasta su cama cuando Madie entró para encontrar lo recostandola en su cama pensando mal lo jalo golpeándose contra el buró por el impulso de su misma fuerza.

—¿Madie estás bien? -los ojos de Ivett le decían que la habían lastimado pero que estaba más preocupada por ella.
—¿Ivett qué te ha hecho? -su voz quebrada por el temor fue interrumpida rápidamente por Moth que la levantaba con cariño.
— Su padre le ha golpeado, no he podido impedirlo. -sus ojos le suplicaban que no pensara nada malo de él, que confiara en él, que jamás iba a lastimarla.
—Madie, Moth si ayudó sino no sé como habría acabado.
—Rosalía vendrá a curarla -justo cuando Madie se disponía a decir que ella se haría cargo tratando de enderezarse un gesto de dolor evidente se dibujo en su rostro y la sangre que corría por su labio, consiguió la mano de Moth acariciando su rostro acallando cualquiera prostesta de Madie y encontró el apoyo de Ivett.
—Moth lleva a Madie a su habitación por favor y curale ese labio con la pomada que tiene en el cajón del lado derecho del buro junto a su cama.

Madie palideció el contacto de ese hombre le quemaba podía sentir su deseo y ella no quería volver a sentir dolor, no quería estar a solas con ese hombre.
-—Yo puedo ir sola - al querer dar un paso un gemido dolor salió de sus labios Rosalía tendría mucho trabajo pues quizás también a ella tendría que vendarla.
—Creo Madie que te has golpeado una costilla y Rosalía estará ocupada pero yo puedo ayudarla.
—Yo puedo sola, Gracias sr. Moth.
-—Puedes llamarme Harry.
—Puede usted mantener su distancia soy la señora Madie para usted.
-—Para mi usted es la Señorita Madie.
Un intenso sonrojo cubrió el rostro de Nani y un suspiro en medio del dolor broyto de mis labios, Rosalía entró con un brebaje para calmar mi dolor y un remedio de yerbas para los golpes.
Moth y yo le dimos la breve información del porque Madie se encontraba de modo inconveniente y un guiño pícaro en evidente complicidad terminó con la primera parte de nuestro plan para ayudar a Moth.
—Moth revisa la espalda de Madie y pon un poco de esto por favor para que al rato este mejor para ayudar a Ivett o tendré que atender a las dos y no queremos eso, Ivett necesita de su nani.

Madie se proponía a refunfuñar pero Moth no le dió tiempo la alzó en brazos hasta su habitación.
—Debo revisar tu espalda -le dijo después de curar su labio.
—no es necesario.
—Lo es Natán preguntara por lady Ivett y por ti y se preocupará si a las dos las ve mal.
—A mi no me verá mal en un rato se me pasará.

El mayordomo se paseo hacia un extremo de la habitación Madie requería la atención o necesitaría dos días para reponerse y ella debía estar bien para ayudar a Ivett a reponerse.
—Me siento ofendido Madie pero estoy decidido a olvidar lo que has interpretado en la habitación de Lady Ivett.
Madie contuvo un jadeo y vió acercarse a Moth a su espalda para desatar y descubrirle la espalda.
—No lo haga Moth, -su voz cambio, era tan pequeña y temblaba ante él, como podría borrar todo ese dolor sino se lo permitía.
—Confíe en mi Señorita Madie.
—No puedo Sr. Moth.
Moth volvió a poner su áspera mano sobre la mejilla de Madie.
—Sólo pondré el remedio de Rosalía en donde te golpeaste, sólo eso lo prometo. Así lo hizo y los ojos de Madie brillaron ante la vergüenza y vulnerabilidad de sus miedos.
— Duerme un poco Madie, lady Ivett te va a necesitar.
Aterrada, Madie estaba aterrada, por él, tocarla era un sueño lejano que ahora no podía evitar sentir un calor extenderse al tocarla al ver una parte de su piel que ningún hombre debía ver, no tenía derecho de mirarla así, esperaba que con el tiempo ella fuera suya, su esposa, su mujer.

Sin derecho a elegirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora