14 interrupción

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(Ivett)
—Yo perdí el equilibrio al llegar al rellano en mi casa y me golpee en la baranda -bien, yo sí que era estúpida una cosa más creíble dónde, además el hombre es mi esposo no tardaría en... Solo pensarlo muero de vergüenza...Desnudarme y entonces estaré en problemas.

El viejo mayordomo estaba esperando indicaciones de su señor cuando esté se levanto de la mesa y me tomó del brazo y me levantó para llevarme fuera.
Pasamos por dos puertas caminamos un poco más y entramos en la siguiente, sentía como si me llevará a la muerte. Cerro con llave y ahora si estaba muerta.

— Tienes otros golpes a causa de la baranda.
— No mi señor.
— Ivett a un esposo se le debe obediencia y si no te lo informaron honestidad.
— Sí mi señor -no pude mirarlo a la cara había sido pillada.
— Quítate el vestido.

Quería gritar. En cambio dije:
—¿Aquí mi señor? -con evidente zozobra.
—Nadie va a entrar me has visto cerrar bien la puerta. Corrió las cortinas delgadas para dar más comodidad a mi pudor y yo obedecí como una idiota con los dedos temblorosos, por momentos me detenía, pero terminé con todos los botones.

****
Él se acercó y le bajo el vestido hasta los pies y desató lentamente las enaguas.
— Debo revisar que no me engañas.
— Sr. Garbers eso ya tiene días no creo que se me vea nada.

Entonces se levantó y me levantó las enaguas y vió mis pantorrillas marcadas.
— He encontrado otras marcas Ivett y seguiré buscando.
Cayeron las enaguas. —Dime, ¿creés que no haya ninguna otra marca?

Le estaban temblando las manos.
— Sr. Garbers aquí hay mucha luz -él había pasado una mirada sobre sus pechos escondidos bajo la camisola.
— No hay más de verdad.
— Permíteme dudar Ivett le iba a bajar sus...
—¡Sr. Garbers eso no es correcto!
— ¡Oh! -Estaban abajo y ella se cubrió con la mano y la escasa tela de la camisola.
— Sólo Gastón, Ivett, soy tu esposo. Y... Esta marca no es por la baranda cierto.
Se nublo su vista,
—Cierto, sr. Gastón yo... lo siento bajo la mirada y esperaba lo peor. Estaba semidesnuda delante de él a punto de recibir una paliza por mentir.
— Quiero la verdad Ivett.
— Soy distraída y me tropecé.
—¿Eres virgen Ivett?
La idea de que otro hombre la había tocado antes que él le golpeó en ese instante, ¿cuándo Lord Zacaria le quería advertir, a caso era eso? Su falta de sueño era por esto, ¿quién se atrevió a tocarla?, tenía miedo podría ser que temiera a que no le perdonará su falta, pero en la guerra se aprende que una mujer pierde su dignidad por la fuerza. No iba a juzgarla pero quería la verdad.
— Sí... señor.
— Vas a decirme que sucedió.
— No tiene importancia señor.
Gastón se desabrochó el cinto, se lo quitó y acomodó en la mano en signo de advertencia de que quería respuestas. Ivett permaneció cabizbaja y callada, se le escapó una lágrima de vergüenza más que de temor.
Gastón camino tras ella, se inclinó y tocó una de las marcas en su muslo a lo que respondió con una quejido apenas contenido de dolor.
— ¿Quién y con qué te golpeó? Y... ¿por qué?
Si ella decía que era virgen debía creerle, pero eso golpes eran señal de sometimiento, él amenazaba con el cinto y no estaba dispuesta a decir nada.
— Puedo vestirme -preguntó tímidamente.
— No Ivett, quiero tenerte -respondió de pronto, sorprendiendose asimismo.

Bajo el tirante de la camisola y lentamente le bajo el brazo que cubría el escote pronunciado que con tanto afán envolvían.
— Estoy muy molesto Ivett por tu silencio, porque no eres sincera conmigo.
Donde Gastón puso su mano sintió que le quemaba.
La recostó en el sofá. Y la dejó observar como se quitaba la camisa, ella cubría con ahínco su zona íntima y amurallaba sus pechos.
— Eres virgen pero...¿alguien a intentado forzarte?
Tampoco podía contestar, su padre le acosaba constantemente pero no debía decirlo.

Ella cerró sus ojos.
—Este no es un lugar correcto -mencionó apenas audible.
— Todos lo son, es mi casa y eres mía.
Un gemido de espanto se escapó, se recostó sobre ella y dijo:
No voy a hacerte daño. Yo jamás voy a golpearte. Su cuerpo temblaba y un sollozo la ahogaba, un grito ahogado salió de sus labios cuando sintió su mano subir de la pierna hasta su cadera mientras besaba su mejilla, su cuello y ahora llegaba a su boca.

—¡Vevet!¡Vevet! ¡dónde eshtas Velvet!
Su esposo se levantó de su cuerpo para mirarla a la cara.
—Disculpe al niño, es pequeño y está acostumbrado a jugar conmigo.
Se escuchaba tocar en la puerta contigua y así se la pasaría hasta que Ivett respondiera.
Gastón contuvo un juramento, y bajo la camisola que había subido hasta su cadera.
El niño no podría abrir la puerta pero escucharlo por ahí le molestó sobre manera, Ivett soltaba pequeños gemidos de sorpresa y angustia y no era conveniente que el niño la oyera.
—Vístete.
— Señor, no lo reprenda es muy pequeño yo le diré, no lo volverá a hacer.
— Ellos deben volver con tu padre supongo.
Gastón estaba de espaldas para darle intimidad.
— Sr. pensé que permitiría su estancia una semana.
— ¿Acaso tu padre no quiere consigo a su vástago?
Otra vez le respondió con un silencio.

Bien no conocía nada de ellos, debía tener una plática con "su mujer" que aún era virgen y él "celibe" eso no era bueno para su reputación y su cuerpo le estaba pidiendo tenerla, bien, había estado con una mujer, bien, unas mujeres hace unos días, ella estaría con él el resto de su vida y eso podría llegar a pensarse como deprimente a su parecer pero aún no la tenía y sí que quería tenerla. Abrió la puerta y se giró antes de salir.

— Está noche Ivett, no te duermas y no quiero interrupciones.
— No mi señor.
— Gastón, sólo Gastón Ivett, no quiero que me vuelvas a llamar señor, no soy muy paciente Ivett.
—No volverás a suceder mi... Gastón.
Sus mejillas coloradas evidenciaban su vergüenza cuando Natán la encontró antes de que saliera Gastón que fue interrumpido cuando se disponía a abandonar la habitación.
— Vevet ¿por-r que lloras? Papá no eshtá en la casa ya la r-revise.
— No estoy llorando Natán.
Natán era un chico listo así que volteó a ver a Gastón.
—Teniente Gastón a r-regañado a mi Vevet - un tono serio y algo chistoso al remarcar la erre que era algo poco común para un niño de su edad miro a Gastón con una de las poses de su padre en inminente autoridad.
Gastón dejó de mirar al chico un momento y miró a Ivett, se le hacía cómico, el niño era correcto, seguro, justo y protector, pero él era militar y se identificaba perfecto con intimidar.

Ivett le miró con suplica de que no lo reprendiera, eso lo enternecio.
— Eshtoy esperando una r-respuesta -dijo lo mismo que Madie cuando le reprendia, Ivett lo tomó de la mano y le dijo que estaba bien, cuando Gastón la interrumpió.
— Natán sabes quién soy yo.
—Sip Teniente, esh el esposo de Vevet.
—Gaston me puedo retirar con Natán -la voz de Ivett era nerviosa.
— No Ivett, tu hermano y yo estamos en medio de una importante conversación.

Sin derecho a elegirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora