39 desilusión

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Tres meses habían pasado desde que Ivett había entregado su virginidad a su esposo, podía recordar su sonrojo al entrar a la iglesia a la misa de la tarde, no podía evitar sentir que todos sabían lo que acaba de hacer con su esposo.  Llegar fue bastante incómodo, pues le dolía el impacto del mas mínimo bache. Ahora estaba en su segundo mes de retraso y casi estaba segura de que estaba embarazada, Leiber estaría en casa del conde para la cena y aprovecharía para pedirle su opinión.

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Cerré los ojos estaba seguro que mi esposa estaba embarazada, no tenía su periodo hace más de un mes, seguro le pediría al infeliz de Leiber que la revisará.
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Lady Helen y Lady Cinthia llegaron acompañadas de Cecil Rose Vanderfill hija bastarda de Lord Vanderfill, Gastón por alguna razón no quiso acompañarnos​ en realidad "la razón" tiene nombre Leiber Meizu.
Este se sentó al lado de Ivett en evidente complicidad, estaban inmersos en su conversación cuando las mujeres entraron en el salón algo retrasadas, este se puso de pie saludo deprisa y retomo su lugar, Eliot estaba muy contento con aquello y molesto sobre manera con Gastón por su osadía de pretextar asuntos que resolver, al día siguiente partiría a la campiña y eso también le molestaba.

La cena estuvo de lo más interesante...
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—Si estás embarazada preciosa. La felicidad absoluta se resumía en aquellas preciosas palabras.

A la siguiente mañana se encontró con el retirado  Coronel Fizvadel, el mismo que la había estado observando durante la misa aquella tarde después de entregarse a su esposo, amigo de su padre el Coronel no le agradaba ni tantito.

Dale mis saludos a tu padre querida, la forma en la que le tomó la mano le inquieto muchísimo y mas cuando al tratar de soltarle este no la dejo.
— Me gusta Ivett, yo quería despojarla pero se me adelantó su ahora esposo, claro que eso no impide que pueda darle uno que otro cariño.
Ivett palideció su estado la tenía muy débil por la falta de apetito, sueño y aunado a mareos y algunos vómitos se dió cuenta que en un segundo estaba en un callejón apartado de la calle principal, que pretendía ese sujeto cuando Gastón se enterará lo mataría.
— Suélteme déjeme ir, no quiere de enemigo a mi esposo.
— Sabes, después de este momento que pasaremos juntos me iré y no creo que quieras que tú esposo se entere de que le permites confianza a los hombres en la calle.
Ella intentó alejarse pero el hombre la sostuvo con fuerza, tuvo la intención de besarla cuando llego Leiber como bajado del cielo.
— Así que aquí estás.
— Leiber lo lamento, me perdí -dijo respondió tratando de actuar como si no pasará nada, el hombre se recompuso y dijo:
— Ya la guiaba hacia su destino.
— Ya lo creo, -Leiber estaba acostumbrado a salvar la vida, odiaba la violencia pero no pudo evitarlo, hizo un lado a Ivett sacándola del callejón y luego golpeó el rostro al hombre y luego lo pateó en el estómago- si te acercas a Ivett de nuevo te harás de mil enemigos recuerda que los Garbers y los Meizu somos muy influyentes así que piénsalo mejor.
El hombre maduro estaba demasiado dolorido como para hacer algún gesto.

Ivett se abrazó al cuello de Leiber y soltó a llorar apenas estuvieron lejos de ahí y algo apartados de miradas curiosas. Aunque hubo una mirada femenina que los observaba.
— Calma Ivett -tomó su barbilla- donde esta tu doncella.
— la mandé por unos estambres yo quería escoger unos figurines y accesorios - dijo señalando una tienda muy sofisticada.

— ¿Por qué te acosó?
— Dijo que Gastón se le adelanto, que me quería como esposa es amigo de mi padre.
— Así que va de eso.
Caminaron tranquilos hasta hallar a la doncella, la antipática Christine.

— No se lo digas a Gastón.
— No soy un chismoso.

Él sabía que ella preferiría ocultar a Gastón el vergonzoso comportamiento de su padre del cual él estaba consiente, pues Borwhick lo tenía al tanto.

Sin derecho a elegirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora