41 perdidas parte 2

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— Lo siento.

Un grito salió de los más hondo. El llanto fue inevitable y pronto me perdí en un sueño.

********

Escucharla gritar ahora lo sabía ya no tendríamos un bebé, grité de dolor y rabia, me había ocultado tantas cosas, ahora mi hijo pagaba el precio de su falta de confianza.

Me senté a llorar mi dolor en la gran silla de mi despacho y una botella de whisky, nunca imaginé que podría sentir desprecio por ella.

*****
Dos semanas​ después...
Lloré tanto aquellos días, que no pude atención a nada que no fuera conmiserarme, ahora sentía el peso de la soledad su ausencia era algo más que me dolía, ¿por qué no venía? ¿por qué no me envolvía en sus brazos? Tal vez sufría tanto o más que yo.

Me vestí con ayuda de Christine, no tenía ánimos pero debía buscarlo.

*****
Escuché la puerta abrirse, era tarde, solo podía ser ella.

— ¡Largo!
— Soy yo Gastón, he preguntado por ti en la mañana pero no estabas en casa.
— Ya sé que eres tú, he dicho ¡ largo! No quiero verte, ni escucharte, mantente lo más lejos que puedas de mi.
— Gastón -le escuché murmurar- ¿por qué me tratas así?
— ¡Largo!
Me levanté y ella apenas retrocedió unos pasos, la tomé del brazo y la avente fuera, cayó al piso pero no me importó.

****
Una semana después...
— Deje de llorar todo el  tiempo, debería saber que así no conseguirá nada.

No respondí.

— No conseguirá que la perdone, ni tampoco la echará de aquí, usted debe hacer algo o terminará sola aquí, pues en cuanto el conde muera se mudará y la dejara aquí, yo lo conozco.

— Quién te crees tú. Sé bien que te regocijas con mi desgracia, no se bien que hubo entre ustedes pero no soy tan tonta.

— No me regocijo, no soy nadie, solo le digo que debe irse de aquí y buscar ayuda o enfrentarlo, no seguir llorando lo que no tiene remedio.

****

Trabajar es la mejor manera de sobrellevar una perdida, el alcohol es otra; trabajar de día, beber de noche y por qué no un cuerpo caliente un fin de semana, no quiero caer en la tentación de buscar su calor, ni creo que el doctor lo encontrará sensato, supongo que debo esperar la cuarentena pero me perdería, no olvidaré que lloro a mi hijo por su culpa.

Salir de la habitación de aquella mujer fue lo mejor, termine de descargarme sobre ella, la sensación de vacío me envolvió, era una mujer bella que estaba acostumbrada a hombres hambrientos de placer, no volvería. Me siento muerto.

—Te vez fatal -el señor Smith me sorprendió y sentí vergüenza, sí, su rostro me miraba con reprobación y era alguien a quien le tenía respeto.
— Pronto estaré mejor.
— Lamento tu perdida.
— No tanto como yo.
Me palmeo la espalda y pude sentir esa sensación paternal que me hacía tanta falta, solté a llorar como un chiquillo y me olvidé que más de uno podía verme en ese estado.

****

Para cuando se recompuso todo su aspecto duro regresó como si jamás hubiera llorado.

—Buenas noches.
Salió de ahí furioso con él mismo, con ella y por su puesto con el malnacido que de poder, lo sacaría del mismo infierno y lo volvería a matar.

— No ha llegado. Es la tercera vez que lo pregunta duerma ya, él volverá por la mañana.

Estaba desecha, su esposo bebía de más y sabía que si había salido era para estar al encuentro de una mujer, no tuvo que preguntar una cuarta vez se escuchaba murmurar- maldiciones por todo el pasillo.

En contra de toda lógica le salió al encuentro necesitaba saber que estaba bien.
— Quítate de mi presencia, no te soporto -escupió con desprecio. Llevaba labial en la camisa y ese olor desagradable a perfume barato.

— ¿Dormiste con otra mujer?
— No, hicimos de todo menos dormir. -respondió.

La mejilla le ardió al instante, algo más de lo que Gastón podía soportar y contesto a la agresión con total furia que destrozó el labio de su esposa, un pequeño rescoldo de culpa apareció en su rostro, la última migaja de cariño que le quedaba tal vez.

— Vete o terminaré matandote de nada, para nada me sirves, vuelve a tu casa y no vuelvas jamás, te desprecio y buscaré por todos los medios anular este matrimonio.
Un grito fue la respuesta un grito de dolor salido de lo más profundo del corazón de la frágil mujer que había dormido entre sus brazos y entregado su inocencia, y que con timidez respondía a sus caricias, la que había despertado a la pasión con él, aquella que con desesperación anhelante esperaba por él, la misma que le había destrozado el corazón.

—!Te quiero fuera! ¡Me oyes fueraa!

La tomó del brazo y tambaleante la encaminó por las escaleras y una temerosa Christine salió para auxiliar a su señora a riesgo de llevar peor suerte.

— ¡Gastón detente!!! No estás en tus cabales, no te das cuenta -él seguía empujando a Ivett, en su mente se dibujo el recuerdo de Natan llamándola Vevet. Cuántas, cuántas veces había imaginado a sus propios hijos llamándola igual; el doctor había dicho que no podía responder de que ella pudiera volver a embarazarse (había ignorado que esto era provisional que era cuestión de cuidados adecuados más bien, era que él, desesperado por la pérdida de su bebé quería que ella se embarazara de inmediato), solo de recordar la pérdida del bebé volvía enloquecer.

Al sentir el brazo de Christine jalandolo para detenerlo, hizo a empujarla justo antes de bajar las escaleras con una Ivet desorientada por la rapidez de los acontecimientos, haciendo caer a Christine sobre sus posaderas, al tiempo que a ella la empujaba haciéndole caer, el sonido del cuerpo rodando por las escaleras hizo gritar a Christine.
— ¡Señora Ivett!!! ¡Estás loco Gastón, estás loco!!!! - sentenció Christine teniendo por la vida de Ivet.
— ¡Sí!!! - grito como un loco.

Estaba perdido en su propia conmiseración ahora está aterrado al ver a Ivett tirada hasta el final de las escaleras, era ella, pero no quería verla ni reconocerla, así que se dió media vuelta, subió las escaleras y se recargó en la pared contigua para llorar, ahora sí lo había perdido todo, su hijo, su vida, su mujer, su paz, su felicidad, todo....

Solo le quedaba el vacío, no había podido perdonarla ni siquiera muerta había podido perdonarla.

Sin derecho a elegirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora