La estancia crema y rosa le aguardaba con una de las personas más cariñosas de la sociedad inglesa Lady Helen Warbel.
—¡Oh preciosa!, tanto gusto de tenerte en esta solitaria casa -era una de sus más nobles cumplidos puesto que Lady Helen siempre estaba bien acompañada; a sus cincuenta y tantos con sus hijas debidamente casadas y nietos correteando en cada visita no se puede considerar una casa particularmente solitaria. Josua llego en ese momento canturreando una burla para Edwina y con la misma velocidad salio el par corriendo hacia el otro extremo de la casa, solo al fin del día sabrán quien lamento que.
Lady Ivett solto una leve carcajada poco apropiada para una dama pero ese par de pecosos eran una simpatía sin igual. Claro que a Lady Helen no se le puede tomar por despistada, y en los ojos de Ivet se reflejaba una mirada apesadumbrada, Helen era una de las archienemigas de su padre pero no cualquier enemiga sino de las más osadas, solía recriminarle con perspicacia y sonreirle con provocación, y muy a gusto entablar una fluida conversación sobre embarcaciones; es tan fácil mantener entretenida una conversación con un varón, pero ese villano Vizconde Zacaria era un pobre idiota para su gusto, podía verle tratando de ocultar su mirada de fastidio y de escondida perversión queriendo poner sus manos encima, era un juego de poderes, él en su machismo y ella en su distinguida alcurnia era inalcanzable pero si lord Zacaria le encontrara en una posición más débil como lo habría disfrutado, para su suerte que no, y eso acrecentaba un odio secreto a Lady Helen amiga de su difunta esposa.
Me han informado que a lo mejor te casas... -levanto un poco la taza de te al mismo tiempo que un poco la ceja esa era una reacción clásica, sutil mezcla de audacia con incredulidad e inocencia evidentemente fingida y nada sutil pero... de reacción muy intencionada, sí, esa era la amiga de su madre así que Ivett soltó un largo suspiro y preguntó:
—¿Cómo es que lo ha sabido?
— ¡Oh querida!, -haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia- lo importante aquí es que lo sé, lo que no estoy segura de saber es con quien y cuando, por que me supongo que no te negaras de cualquier modo no tienes derecho a elegir o si.
La bendita ceja otra vez se levantaba ligeramente como punto a su favor en un juego de evidente control sobre la conversación, por Dios que era a veces algo arrogante y aun así difícil de no amarla me pregunto como habría sido ser su hija se dijo Lady Ivett definitivamente siempre encontrándose con un callejón sin salida, maldita sea, ahora comprendía por que la odiaba tanto su padre. Alzar las manos al cielo y agradecer de tenerla como aliada sería lo correcto pero entonces dijo:
—Hay algún propósito para este cometido.
—¡Oh por supuesto!, ¿sino para qué estarías tú aquí querida?
Lady Ivett realmente se quedo intrigada ¿sino para que estarías tú aquí? vaya, vaya, la maldita Lady Helen como la llamaba su padre, si que quería meter su cuchara.
— ¿Qué debo hacer ?-dijo audaz lady Ivett.
—Aceptar, ¿es que acaso tienes derecho a objetar una orden de tu padre?.
—Pero yo pensé en otra cosa, cualquier absurdo Lady Helen pero usted me dice que me resigne, que me rinda, que me vaya de la casa de ogro para la casa de mi verdugo, dando gracias por el cambio -es que acaso la mujer estaba más senil de lo que ella misma creía se removía las manos dolorosamente paseándose por el salón de un lado al otro ondeando el nada ligero y poco ostentoso vestido.
—Pero...(imitó mi forma de hablar) en la precaria situación en la que te encuentras en la sociedad no es bueno que te pongas tus moños querida, para ser honesta no creo que haya peor ser humano en toda Inglaterra que tu padre, sin ánimos de ofender querida mía.
Lady Ivett contuvo el aliento y por un momento se detuvo a ver a la mujer madura de pechos palpitantes que era evidente que estaba tratando muy mal disimulada de contener una sonora carcajada de burla, entonces se le escapo un bufido y luego encontró la angustia atenazadora en el pecho, no quería el matrimonio con alguien a quien su padre considera conveniente, es que por todos los querubines del cielo quien en sano juicio creería que su padre le elegiría un hombre remotamente adecuado a lo que una delicada señorita como ella quiere, sus futuros días ya eran grises es su imaginación ahora eran negros nubarrones de estruendosas tormentas, sería la mujer de alguien y compartiría el lecho con un hombre, aunque no tenia ni la mas remota idea de como era ese de compartir el lecho sabia que era terrible todo los sonidos que estaban su memoria sonaban como lo más terrible que se pudiera esconder en una alcoba. El color se le fue del rostro y fuerza de las pierna y entonces sin saber como ella estaba en el suelo tratando de mantener su mente caminando y escudriñando que Helen aportara algo más ingenioso que la simple afirmación de que se encontraba donde ya sabía desde el mismo instante que escucho a su padre decir que debía casarse.
— Aceptar -fue todo cuanto dijo; y mtas audaz de lo que se imagino jamás en su vida no estando realmente consiente de lo que estaba sucediendo pues no estaba en control de sus facultades le pregunto a la madura Helen.
—¿Cuando me casaré?
—En una mes querida, no es magnifico -entonces lo supo esa vieja ladina lo sabía, sabía que su padre la casaba y se alegraba de ello pero quien en su sano juicio no estaría feliz de que la alejaran de semejante bestia y entonces por que ella no estaba contenta, quizás por que de la fiesta ella era el cordero- ¡ooh, ooh de mi !-alcanzo a decir.
—¡Oh de ti Ivett!, ¡Oh de mi que tendré que sacar cita para verte!, una mujer casada debe atender sus deberes.
La idea de estar recluida en un torreón con un esposo representado con la figura del verdugo con el látigo para azotarle con las manos atadas al dosel perturbaron su mente, oh malditos libros de ficción y suspenso, donde el más simple de los mortales resulta ser el más frío y calculador de los asesinos esos, fue peor que todo lo que carcomía en angustia al bombeante corazón de Lady Ivett, se recompuso negándose a parecer más débil de lo que era o lo que en realidad era.
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Estaré actualizando cada tercer día.
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Sin derecho a elegir
Ficção HistóricaIvett es hija del Vizconde Zacaria Nefilt un verdadero tirano, simplemente debe presentarse y decir si acepto, su única opción "aceptar", pero el solo hecho de querer entender la razón por la que su padre decide casarla, la hace acreedora de una te...