capítulo 20

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(Gaston)En realidad no se como fue que se me salió todo de control pero...

La jale hacia mi despacho. Me comporte como una animal.
—Si no estarás en la noche en nuestro lecho, lo haremos aquí mismo en mi despacho. El color se le fue cuando la tomé y la tendí en la alfombra.

Así se le quitó lo valiente a mi mujer. La besé y como no permitía el acceso de mi lengua, la mordí.

Sus manos le temblaron, se tensó y simplemente lloró. Seguí la tortura con mis manos. Me sentí un villano. Estaba enfadado, no pensaba hacerle nada malo aunque, intencionadamente deslicé mi mano  debajo del vestido hasta llegar a su muslo. Luego me detuve.
—( lo siento, estuve a punto de decir pero... me abstuve y dije) Ivett, no te obligaré.
Saqué mi mano de debajo del vestido, acaricie su piel, su tibia piel, desde su cuello hasta si barbilla.
—lo haremos despacio, muy despacio. -le dije con voz ronca.
Su pecho permaneció agitado. No se que me paso, estaba ansioso por tocar su piel, besarla, quitarle la ropa, amamantarme en sus senos, mi erección me lo estaba pidiendo. Así que reafirme mi posición ya no iba a esperar, a fin de cuentas esto debió ser en la noche de bodas ¿no?

—No voy a tolerarlo, no voy a estar esperando en la alcoba.
Ella no me dijo nada.
— Lo has entendido.
Estoy seguro que iba a asentir pero hizo su rostro a un lado esperando, esperando mi ataque. Era una hermosa vista así que bese su cuello y por el instinto de mi anhelo busqué sus senos, mordí por encima de su ropa.
Ivett soltó un grito ahogado en vez de un jadeo. Tironee de su ropa para descubrir la piel, pero que demonios estaba haciendo parecía a un verdadero animal jalando su ropa, hasta que vi la camisola. Ella me estaba mirando absorta. Quería descubrir su pezón, como quería hacerlo, deleitarme con el, (Ivett me estás matando te deseo, te deseo) sin proponérselo Ivett provocaba deseo.

No quise seguir mirándola a los ojos, me dirigí a su seno, no tomé su pezón no lo descubrí, repentinamente sentí la necesidad de su sexo, le dejé sentir mi sexo en el suyo, y entonces ahogó un grito de protesta y temor.
No le estaba dando derecho de elegir, no era justo pero estaba tan molesto, y necesitado de no sé que, trate de identificar lo que sentí, si alguna vez sentí con alguien más lo que con ella, solo me desespere más.

Con agilidad me quite las botas y baje mis pantalones, con prisa y algo de torpeza le quite su ropa interior y ella se había quedado quieta, con los ojos cerrados apretándose las manos, me acomodé poco a poco entre los faldones del vestido hasta que llegue ahí a su centro. En el camino acaricié sus piernas con mi miembro no empujando para que sintiera la dureza de mi erección sino la sensación de la suave textura.
Gimió en cuanto me sintió en su sexo, se removió, la estaba asustando.
Pensé que le iba a provocar dolor, tal vez mucho dolor, pero necesitaba hacerlo. En ese momento lo recordé ella no me había dado el derecho, me lo había dado su padre, la sociedad y la iglesia, pero no ella. Lo pensé por un momento. Ella estaba llorando.

Mi miembro palpitaba exigiéndome que continuara, y ella estaba ahí temblando, nunca me porte así con ninguna mujer y por Dios está era mi mujer al menos de nombre. Me acomode y le cerré las piernas, ella protestó con temor y empecé a moverme y entonces se agarró de mi brazos con los ojos empapados en llanto.

Yo sabía que así no le haría daño, me asegure de eso, de contenerme, y no invadir más, solo frotar en su hendidura, muy despacio... 
— aaah jjaam, - me clavaba las uñas, temblaba y lloraba, mientras yo la abrazaba para calmarla, y me seguía deslizando de arriba abajo. Sus gritos fueron aumentando. No lo estaba disfrutando.

— ¡Jjumm! ¡aaahh!
— sssshhh, sssshhh.
Continuó sollozando,
— lo hago con cuidado, tranquila, va a pasar.
— Ya no, ya no aaaah, me va a matar -decía llorando- aaah.
Ella estaba llegando, al clímax estaba llegando, su cuerpo lo estaba experimentado. Entonces su cuerpo me elevo con fuerza, ella gritó y encorvó, luego cayó debilitada yo bruscamente me quite para no dejarla más expuesta, retuve mi simiente en mi mano, me limpie con un pañuelo, me vestí. Bajé su vestido para cubrir su sexo y salvaguardar su pudor. Atraje su sensible cuerpo hacia mi.
— Está bien, todo va estar bien.
La acaricie, mucho la acaricié, sus cabellos, sus brazos hasta llegar a sus dedos que eran pequeños, su rostro, su sien. Hasta que su respiración se fue calmando volviéndose lenta y pausada, se había quedado dormida. Entonces me levante la cargué y la lleve a la habitación. Cuando casi llegaba me encontré a Natán con su carita angustiada.
— ¿Que le pasha a Vevet? -de inmediato improvisé.

— Estaba leyendo un libro y se quedó dormida, no he querido despertarla y la traje para que duerma en su cama.
Natán lo creyó. Me acompaño hasta la puerta y la abrió.
— Natán vete a jugar, no quiero que la despiertes, necesita descansar.
Natán obedeció a regañadientes y me sorprendió que no me dijera que también la dejara cosa que agradecí.
No iba a moverme de ahí. Hasta que despertara, necesitaba saber que estaba bien y que me perdonaba, me fui al aseo y regrese, tuve su aseo listo para ella también, quería asearla pero si despertaba lo sentiría muy invasivo así que espere. Me acomodé en la cama otra vez la coloque en mis brazos y también descanse.

La sentí moverse y sentir deseos de alejarse, así que abrí los ojos y la solté ella se sentó dándome la espalda y comenzó a llorar nuevamente.
— Quieres que te ayude para que te asees.
— Yo quiero estar sola, quiero a Madie.
— Vamos aseate y vienes.
Se giró para mirarme y que mis ojos vieran su dolor.
— Ivett... - se me fue la voz, ella estaba avergonzada.

Se fue, demoró mucho, hasta que al fin salió. Con aspecto muy cansado y sus ojos hinchados.
Yo atice el fuego para conservar un ambiente agradable en la habitación.
La sentí detenerse en un punto de la habitación, giré y la mire, se llevo las manos al rostro y lloró, estaba aterrada no quería ir a la cama, enseguida lo supe, aunque lo necesitaba tenía miedo de mí y estaba avergonzada. Sabía también que en ese momento no sentía que existiera algún lugar seguro.
En un segundo sentí mi erección palpitante otra vez, recordando la respuesta instintiva de las sensibles fibras de su cuerpo.
Ven Ivett, la rodee con mis brazos y mi cuerpo y ella dio un respingo.
— te llevaré a la cama Ivett -eso la tensó.
— No te haré daño Ivett.
La acomodé y luego yo también me acomodé y la tomé para abrazarla aunque ella estaba algo renuente. Ordene a mi cuerpo y mis instintos detenerse y ahora si debía contenerme.
— Lo siento Ivett, no debí hacer eso.
-Deje un beso en su frente.
— No volverá a suceder. -susurré.

La sentí calmarse, la habitación era su refugio.
— Me puede dejar sola.
— ¿Para qué?.
— Lo siento pero no quiero estar con usted. -Su voz sonó nerviosa
— No me hables así Ivett, -ahora así que fui yo él que me tense. Quería reprocharle pero eso no estaría nada bien.
— No quiero verle, déjeme.
— No quise hacerte daño Ivett -estaba avergonzada, mi tierna mujer, mi pequeña, mi amor (mi amor) porque rayos me cruzó por mi mente esa expresión.

—No quiero estar aquí contigo quiero estar con Madie, por favor vete o déjame ir con Madie.
La tomé de su barbilla y le dije:
— Natán podría verte.
Ella bajó su cara y se escondió en mi pecho para llorar.
— No tienes nada de que avergonzarte Ivett. Tu eres mi mujer y yo soy tu esposo.
Ella contuvo alguna intención de réplica y continuo llorando.
— Sé que no me porté muy bien Ivett, pero no quiero que sigas llorando.
Me sentí avergonzado, como nunca lo había estado pero que demonios me había pasado, ni siquiera me di cuenta de lo que hice, fui tan imbécil, yo la forcé de cierta forma, la forcé como un animal,(en ese instante caí en cuenta)ni siquiera la prepare, apenas le he besado y jugueteado con sus labios, ni siquiera su boca he penetrado (ni siquiera la noche anterior por llevar de manera lenta mi seducción) y estuve a punto de hacerlo abajo, bueno estuve en ella en su hendidura en su entrada, jugando el juego más intenso y peligroso, yo se que no tomé su virginidad de cierto modo, tomé solo una parte de su inocencia pero ella no lo sabe, le enseñé un tosco y burdo placer y ni siquiera lo sabe, está asustada. Mi tierna esposa está asustada. Ahora debía explicarle.

Mi pequeña, mía, mi Vevet...

Sin derecho a elegirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora