33 elecciones

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Lady Cinthia no estaba en casa aunque ya los esperaban.
Ivett bajo con un precioso vestido color turquesa, y unos pendientes en forma de lágrima regalo de Lady Helen en su cumpleaños número 18.
Era sencillamente bella.
Leiber se pensaba lo bien que se sentiría encontrar una mujer como aquella, linda, digna, sensible alguien a quien cuidar y en quien creer.
Por el camino se pensó donde encontrar a alguien así, la mayoría de las muchachas rogaban por sus atenciones incluso se fingían enfermas, pero la mayoría era descerebradas, vanidosa y sin esencia, una masa, sólo eso movidas a molde de la falsa sociedad.
Llegaron a la preciosa mansión.
Ivett también se la paso pensando en el carruaje sobre que le diría a Gastón o como la trataría Gastón en la fiesta.
— Una fortuna por tus pensamientos.
Dijeron al unisono.

Ya habían cruzado la puerta y el nivel de confianza entre ellos quedo a la vista de mucho incluído Gastón que parecía dispuesto a romperle hasta el alma a Leiber Meizu. Fue penosamente interrumpido por Lady Cinthia.
— ¿A dónde vas?
— Por mi mujer.
— Por tu mujer debiste ir a la campiña.
— Tía ese desgraciado está con ella.
— Ese desgraciado obedecía mis órdenes.
— ¡Tía - dijo entre dientes tratando de contener todas su ganas de ahorcarla hacerla picadillo y luego comérsela lentamente- cómo pudiste!
— Como pudiste tú dejarla abandonada apenas a una semana después de la boda sabés lo que se hablará.
- Soy un hombre de negocios, responsable.
- Al diablo con tus pretextos, crees que nací de este tamaño, fui joven Gastón, la sangre corría por mis venas y también por las de tu tío Wilebald, creéme que no salíamos de la alcoba durante todo el mes de recién casados.
El hombre abrió la boca como pez fuera del agua, eso hubiera querido hacer él pero Ivett no parecía muy dispuesta...
— Tía, tú te casaste por amor o solo era necesidad de sexo.
— Pero que cosas dices, yo estaba enamorada por su puesto, fue a primera vista.
- Bueno Ivett no se enamoró de mi a primera vista.
La vieja se lo pensó un poco.
- Temes que se enamorara a primera vista de ese bello especimen con el que ahora está bailando.
Apretó los puños sí que quería desfigurar a ese bello especimen pusilánime, se esponjo como un sapo, se envaró, saco el pecho y...
- No dejaras a tu esposa en vergüenza y es por este porte tuyo que esa chica vive aterrada de ti. Es que a caso olvidaste como te comportate el día del compromiso.
- Bien, si no has consumado el matrimonio aún estás a tiempo de anularlo.
Gastón se lo pensó y sintió que por primera vez en su vida, experimentaba una palidez de muerte, se giró a verla detenidamente y dijo.
- Ni que lo sueñe, es mía.
- Pero no has consumado el matrimonio verdad?
- Casi.
- con eso es suficiente para anularlo.
- No después de esta noche.
La vieja Lady Cinthia sonrió triunfante, ahora si que se portará como un recién casado.
Estaba cada vez más cerca de su objetivo hasta que...
- ¿A dónde vas con tanta prisa Garbers?

¡Rayos! Y ¡mil rayos que me partan!

- Lady Helen.
- No, hoy no te servirá recordar mi nombre para conseguir que te deje ir.
- ¿Qué quieres de mi anciana?
- uuuy sí que estás enfadado.
- Mucho, dejame ir.
- Sí, si tienes el regalo.
- Sí -tragó.
- Entonces espera a que termine la contradanza, no harás un terrible espectáculo después de tu abandono, sería su ruina social.
Y claro está que también dejarás pasar unos minutos hasta que se haya incorporado entre los invitados.
Otra vez apretaba la mandíbula. Pero lo atacaron las dudas, por su puesto no quería dejarla en una situación embarazosa.
- ¿Qué hago?
— Acércate cuando estén platicando con alguien más, saluda a todos y luego a ella y asegúrate de que todos sepan que nadie puede lastimarla por que tú la proteges, y dale su regalo.

Claro que sí, estaba más que perfecto pero faltaba ver que sucedía entre su esposa y el imbécil de Leiber.

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Sentía su mirada mientras yo reía y bailaba con Leiber un excelente bailarín por cierto, quería correr lejos de Gastón y de todos, ahora que podía, no hice contacto visual pero la fuerza de su mirada me seguía por todo el salón desde que entre y casi podía percibir su aroma. Leiber era muy ingenioso y coqueto, me hacía reír y sentir muy especial. Al terminar nos detuvimos en una de las estancias cerca de las matronas más respetadas, justo llegábamos con Sir Barry una mujer de vestido azul obscuro, se acercó a saludar también.

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