cap 25 una aclaración

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Gastón)
— no voy a poder soportarlo.

Las palabras de Ivett estaban cargadas de temor e ingenuidad.

— Que te parece si lo platicamos. -No deje mi tarea con el vestido, pronto termine mi cometido, lo baje hasta sus caderas y dejé que cayera al suelo. Me moví alrededor para mirar su espalda mi erección palpitante, me motivaba a buscar un contacto. Sostuve su mano para llevarla a la cama, ella fue muy despacio, la senté y quite sus zapatillas, ella empezó a rezongar.
— Yo puedo a hacerlo. -Con el dedo índice de mi mano izquierda le dije que no. Pensé que no funcionaría pero se quedó quieta. Después seguí con sus medias, coloque mis manos sobre sus muslos y los masajee, ella removía sus manos sobre su regazo inquieta. Yo me arregle para ella como un muchacho, la quería para mi, pensé otra vez en copas y vino, rápido lo descarté y me decidí por llevar yo mismo la cena, con aire desaliñado.

Natán se hizo mi amigo y me dijo que su padre le enseñaba a montar entonces recordé que Reymond me comentó sobre un potrillo muy dócil que necesitaba ejercicio, ese viejo astuto, tuve buen tino, no me gustó mucho que Ivett se negará a acompañarnos a montar pero le creí sobre los caballos por que ella no le rompería el corazón a Natán, el chico me agrada. Y si yo quiero agradarle a Ivett debía llevarme y portarme bien con él, cosa que no era un esfuerzo.
— Ven -me levanté y le tomé la mano. En tono tímido dijo:
— No me quite mi ropa, por favor.
— sólo el corsé para que estés cómoda. Algo temblorosa accedió. Era un precioso tono lila a juego con su vestido con detalles en azul turquesa y bordados de flores amarillo suave. Los pezones erectos como efecto de la fresca noche eran una invitación que por el momento no podía aceptar, si quería llegar a más. La senté en la cama y yo a su lado tome sus manos y acaricie sus dedos y luego la palma, retiro su mano para detenerme.
¿Por dónde empezar? si me embriague en el suave contacto, no sé como mi vista viajo a sus pechos generosos, me olvidé de todo, como un mozuelo...

— Tu me plais beaucoup, jenui fille. Exciter mes sens.

Al notar el suave sonrojo en sus mejillas, supe que entendía el francés, eso me hizo sonreír por un momento y luego atemorizarme (lo cual no sé porqué) de que haya entendido, así que la bese desde las mejillas hasta llegar a sus labios, sentí su cuerpo temblando, me separé ligeramente, tenía una plática con ella y debía contenerme.
— En la mañana yo...,(necesitaba otro comienzo) los hombres  podemos ser muy elementales Ivett, torpes, (me estaba costando demasiado explicar mi repentina e incontrolable estupides) -volví a tomar su mano- nunca desee ser tan brusco, un hombre no debe hacer lo que yo hice contigo (me detuve, a pensar en mis propias palabras jale aire lo más lento posible y exhale con calma), no de esa manera, no en su primera vez, fui agresivo y desconsiderado -tomé su rostro-. Si me lo permites no será así está vez.
Bese suavemente sus labios pero su rechazo era claro. Entonces me di a la tarea más difícil.
— Aún eres virgen - eso llamo su atención , parecía algo horrorizada, como si de una broma de mal gusto se tratara, su rostro me dijo que necesitaba una explicación, porque no entendía y se la di- yo no quería lastimarte, me gano el deseo de sentirme en ti de esa manera tan íntima, deje el contacto de su mirada y me acerque a su cuello para besarla y le dije al oido: No tome tu virginidad, sólo fue como un juego previo, algo íntimo solo tomé parte de tu inocencia para no lastimarte con mi deseo (incontrolable pero no me atrevía decirlo).

Por alguna razón ella estaba más temblorosa, como explicarle  que su incomodidad y dolor por el roce, era debido a la fuerza del temor a lo desconocido, a lo nuevo, que su alerta y mi falta de tacto fue la combinación para que su cerebro procesará que  era una ataque, eso fue lo que lo hizo tan terrible; ahora algo estaba mal, ella no me quería en su cama, ni en su habitación, me quería muy, muy lejos.
— Será diferente, con cuidado, suave, despacio. No supe en que momento mano se deslizó por debajo de la camisola para descubrir su hombro, mi cuerpo respondía a su propio impulso hasta que...
—No Gastón, no quiero, no me obligué - su voz de suplica de terror me dominó, no debía insistir y yo moría de ganas de fundir nuestros cuerpos en uno solo. Me detuve, me levanté, el pecho me dolía por su rechazo, nunca experimente algo así.
— Quisiera dormir contigo, pero si quieres me vaya, me iré.
— Quisiera dormir sola, por favor.
Salí de ahí, rabioso no con ella sino conmigo mismo.

Sin derecho a elegirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora