Gastón....
Ivett estaba de espaldas; su aroma, su esencia y presencia me hacían feliz al tiempo que me generaron una gran inquietud, ¿por qué me había hecho salir de la casa porque recibirme el jardín?, lo que sentí no me gusto, esa maldita confabulación de emociones, esos malditos celos, sí, celos, estoy celoso por encontrarme a ese tipo, cruzar palabras con él me tiene alterado no puedo controlarlo.
- Buenos días -dije aparentemente sereno pero firme, no era lo que deseaba, incluso al escucharme me arrepentí del tono en que se escuchó mi voz.
- Buenos días -dijo con cierta reticencia, conservando la distancia.La observé, acariciaba los pétalos de una rosa, como deseando estar en otro lugar como deseando que yo no estuviera ahí.
- Mírame -dije, tomé su barbilla con el mismo cuidado con que la tome del brazo después de acercarme a ella y tenerla de frente, deseaba conectar nuestras miradas pero bajó la mirada tratando de evitarme, me negaba mirarme en sus ojos y eso me dolía profundamente. Así que repetí:
- Mírame.
- No puedo, déjame Gastón -contestó al tiempo que trataba de alejarse de mí, no sé lo permití, no quería que se alejara, cedió, quise creer que porque es vulnerable a mi deseo, a mi tacto, a mi cariño, no deseaba lastimarla solo mantenerla cerca de mí, la amo.- Mírame Ivett -volví a pedirle que me mirara, no quería hacerlo, lo sentí, pero lo hizo, un instante pero lo hizo, para luego bajar la mirada nuevamente, su nariz adquirió un tono rojizo que se extendió hasta su frente por medio de una delgada línea imperfecta unida a diversas motitas rojas en su frente, como evidencia de que estaba conteniendo el deseo de llorar.
- No quieres verme, ¿Quieres que me vaya Ivett? ¿Ya no me quieres?
No sé si estaba exigiendo respuestas o estaba solo muriendo por la duda y el miedo de lo que pudiera estar pensando y por lo que pudiera contestar. No tenía claro en qué tono estaba hablando como efecto de la desesperación. ¡Por qué demonios tuve que encontrar a ese maldito en la posada! Ha hecho pedazos mi convicción de dejar atrás lo que han visto mis ojos.
Ivett no contestó, su silencio me estaba llevando al límite, cuando rompió a llorar la solté, no deseaba lastimarla ni obligarla a nada mientras sentía mi corazón encogerse pensado en sus sentimientos por aquel infeliz. La vi limpiarse el rostro y tratar de guardar compostura, aunque no tuvo mucho éxito en su intento. Tenía que decir algo así que eso fue lo que hice, dije lo que creí que debía decir, lo realmente importante, la razón por la que vine.
- Estoy aquí por ti Ivett, porque te amo, porque te quiero a mi lado, porque quiero que vuelvas conmigo.
No contesto, cómo sino importara lo que acababa de decir, cómo si de nada sirvieran mis palabras en las cuales le estaba entregando mi corazón, mi vida y mi alma. Siento que me ha hecho una herida en pecho con su silencio, un silencio que me desgarra.
No sé cómo pero de mi boca salieron palabras que hubiera deseado tragarme antes de sentirme vulnerable y expuesto.
- Mírame Ivett, dime que me vaya y me iré para siempre, si es lo que deseas.
No estaba dispuesto a irme aunque me lo pidiera, trataría de persuadiera antes de rendirme pero...
- Yo, usted... Tú... Usted... -no sé qué era lo que pensaba decir no lograba formular una oración así que le dije:
- Te extrañe Ivett, regresa conmigo.
La tomé de los brazos con suavidad y sentí como todo su cuerpo se tensó en evidente rechazo ante mi contacto, eso me dolió aún más.
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Sin derecho a elegir
Historical FictionIvett es hija del Vizconde Zacaria Nefilt un verdadero tirano, simplemente debe presentarse y decir si acepto, su única opción "aceptar", pero el solo hecho de querer entender la razón por la que su padre decide casarla, la hace acreedora de una te...