43 alegrías.

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Madie estaba furiosa con Gastón pero no lo demostró, Moth llevo a su hijo a recorrer las tierras para dar tiempo a las mujeres para hablar de sus cosas, había demasiadas cosas que contar.

La alegría inicial y la tristeza mezcladas al ver a Ivett padeciendo con su pierna a causa de que su esposo la tirara de las escaleras, su rostro todavía tenía un morado.

— Lady ladina querrá verte.
— Ivett por favor pensé que ya no te expresabas así - dijo con espanto.
— La quiero,-dijo en tono conciliador- no sé que hace esa mujer pero algo trama lo sé, según entiendo tortura a Lady Cinthia por que debió advertirle que su sobrino era de lo peor. Trata de consolarme por qué ella misma está triste por lo que ha acontecido. Ha tratado inútilmente.

— No lo ha conseguido -dijo Madie mientas le abrazaba, nadie podría, ella estaba a dos semanas de embarazo a lo sumo según sus cuentas, amaba a Nathan y no imaginaba el dolor de perderlo aún cuando era producto de una violación, ahora estaba embarazada del hombre que amaba, y la idea de perder a su bebé fruto de su amor le había hecho pensar en el profundo dolor por el que pasaba Ivett y no podía entender a Gastón.

Cuando Ivett había mandado a avisar sobre la muerte Zacaría no había dado detalles no había nada que lamentar y solo respirar con alivio, más tarde fue avisada de algunos detalles pero ahora que sabía cómo se dieron las cosas solo podía llorar al lado de su niña, Zacaría sí que era un desgraciado solo quedaba el consuelo de saber que ya no estaba en este mundo.

— Lo quiero pero no puedo perdonar lo que me ha hecho.
— No sé si yo podría -dijo mirando hacia donde estaba Moth, amaba toda su paciencia y amabilidad todo su carácter pero no sabía si podría soportar que la tratarán de aquella forma.

Su estadía en aquella casa no duraría más de un mes, debían regresar a su hogar, Madie haría lo posible por reanimar a Ivett mientras tanto.

— No quiero verlo y a la vez me duele tanto estar lejos de él.

Cada palabra fue pronunciada por Ivett con  dolor y sinceridad, tanta que el corazón se le encogía.

******
Lady Helen se reunió con Lady cinthia llevaban semanas sopesando la situación y esperando a Eliot para poder hacer algo por la pareja aunque no sabían que hacer.

Discutir había sido poco entre ellas Helen Warbell estaba furiosa con Gastón Garbers, le había dicho a lady Cinthia que quería enfrentarlo su queridísima amiga también estaba escandalizada, habían llorado juntas por la situación de los chicos y puesto manos a la obra, Eliot estaba mejor y hacerlo regresar había llevado su tiempo, una sola cosa coincidieron los tres, él carecía de información que era muy importante que tuviera, se confío en que Zacaría se mantuviera lejos de Ivett pero no contaron con que ella no hablaría con él de la mala relación con su padre, no se le dieron recomendaciones, ni a él lo pusieron al tanto de como era el padre de su esposa, un mal momento para reflexionarlo, era tiempo de actuar.

Ivett había llorado suficiente, había resignado a su corazón al desprecio de Gastón y más al hecho de que jamás sería madre, a veces lloraba quedito, pero ahora estaba en su antigua casa, sola, dirigiendo, había contratado personal que faltaba y conociendo algunas cosas con un abogado que le había recomendado Lady Helen, ocasionalmente iba Lady Cinthia  que por alguna razón se ponía triste y sería, Ivett siempre que podía dejaba sus libros en la mesa, tomaba el tejido y termina tejiendo algo para bebé, y aunque deseaba guardar sus pequeñas obras terminaba donandolos al orfanato.

****

Gastón logró remitir un poco el consumo de alcohol una tarde había golpeado a un hombre en la cantina, por decirle:

—Caramba muchacho te beberás todas las botellas y eres muy joven ve y hazle otro hijo a tu mujer, yo he perdido tres y aún así me quedan cuatro, ¿cuál es el gran problema?

El hombre de uno cincuenta años con un cuerpo que podía darle batalla a Gastón pero que en realidad solo quería ayudar y que estaba demasiado bebido, solo logró meterse en problemas, había recibido una paliza y Gastón había acabado con su reputación por los suelos, entre varios hombres ayudaron a detenerlo pero le prohibieron la entrada a aquel lugar.

Al llegar a su casa terminó con media botella de whisky que había en el escritorio y al igual que el día siguiente de lo que sucedió con Ivett tenía perfecta memoria de lo acontecido, tal vez el viejo había hecho ceder la necedad de que Ivett no podría tener hijos, pero no podía ignorar que aquel que deseaba y que venía en camino jamás llegaría, aferrarse al dolor de la perdida era su peor enemigo.

Desear a Ivett no era nada bueno, lo hacía odiarse, no soportaba la idea de perdonarla, pero en aquel momento aquel hombre había puesto en su cabeza su imagen, su rostro, su cuerpo con ropa, sin ella, su aroma, su suave piel y sus gemidos de placer, todo eran golpes dolorosos por que no pensaba ceder era más grande su odio.

Recordó como amasaba con ternura aquel vientre mientras ella dormia, aún sin saber si estaba embarazada o no, por que anhelaba con locura que sucediera, había logrado creer que la vida le dejaría ser feliz, pero Ivett le había negado la felicidad, había destruido la vida de su hijo y la de él.

Aquella mañana el viejo mayordomo entró hecho una furia.

— Basta ya muchacho, basta ya. Que no comprendes que es estúpido el comportamiento que tienes, crees que eres único que has visto y sentido el dolor, crees que me vas a hablar, de guerra y muerte, de miseria, no muchacho no. No puedes pelearte con el mundo, ni puedes culpar a los demás de las circunstancias, no puedes autodestruirse solo por qué las cosas no son como tú las quieres.

— Cállate anciano y vete.

— No señor, me vas a escuchar, hazte hombre, tienes más de un metro ochenta de estatura pero no te comportas como un hombre.

—Basta
— ¿Que harás, golpearme?
— ¡Largo!
— Hace mucho que yo Gastón Garbers no siento miedo, así que discúlpame si me valen un comino tus advertencias, tu mirada de asesino, tu ridícula estatura y tú pésima postura.
Vió como Gastón trataba con dificultad buscar en los cajones un arma.
— No me amedrentaras con un arma, oye bien lo que te digo. Eres un pobre estúpido.

— ¡Que te calles he dicho! -Dijo mientras se levantaba para ir en su busca y sacarlo si era necesario a patadas de su casa no necesitaba un sermón.

— Renunciaste a tu familia por capricho una vez y lo haces ahora, prefieres culpar a tu esposa por algo que no es su culpa, que capricho más estúpido empeñarse en vivir una vida miserable, ella está viva y si ella también hubiera muerto ¿a quien culparias?

— Cállate -dijo una vez más mientras lo tomaba de las solapas del cuello, pero el viejo no mostró ningún signo de temor y le sostuvo la mirada, entonces Gaston lo soltó.

El enorme hombre de guerra se abrazó del anciano y lloró pidiéndole perdón, el noble anciano lo recibió en sus brazos como si fuera un niño al que han regañado después de una gran travesura, ojalá el anciano hubiera estado más alerta de las situaciones que se daban en la casa pero entre los trabajos administrativos en la casa y los trabajos con las bastas tierras de la campiña lo habían dejado fuera de casa en los momentos más importantes, tal vez no hubiera diferencia, las cosas suceden cuando deben suceder o por alguna razón más allá del entendimiento pero tal vez si le pusiera remedio antes de llegar a estos extremos.

Quién se imaginaria que Gastón sería capaz de tirar por las escaleras a su esposa y que la correría de su casa.

— No pude con el dolor, aún siento que no puedo.
— Muchacho -le palmeo la espalda nuevamente y le indicó que regresara a su lugar con un gesto y movimiento despistado de la mano.
— ¿Estás consiente de todo lo que está en juego y de lo que estás perdiendo?
— Me equivoqué y sé, que probablemente no podré recuperarla, aunque no sé si realmente quiero.

— Entiendo, necesitas tiempo, este será tu punto de partida, no más ensimismamiento. Báñate saldremos a resolver varios asuntos, a disculparte con granjero de las tierras rojas.
— Lo haré.

Le había llevado demasiado tiempo tomar las riendas de su vida, faltaba mucho por hacer, no sabía si en ese proceso podría realmente perdonar a Ivett, perdonarse él mismo.

Sin derecho a elegirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora