Epílogo

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Pasé una semana esperando que Ivett se decidiera entre irnos a la campiña, se quedará conmigo en la posada o me permitiera encerrarnos en su habitación en la casa de los Moth, no es que no amara pasar largas horas a su lado escuchando su voz, sus risas e incluso sus silencios, amaba todo de ella y en cada palabra, acción o gesto podía sentir cuanto me amaba, cómo se entrega a mi sin siquiera tocarme pero en las noches al volver a la posada deseaba sentir su cuerpo tibio junto al mío y anhelaba tanto fundir nuestros cuerpos...

Novella cautivó a todos por igual, aquella mañana me permitieron tomarla en mis brazos y admiré una mueca de sonrisa mientras dormía.

— La has visto Ivett.
— Sí.
Ivett con tanto amor y con tantas dudas, se sorprendió cuando pedí tener a la tierna Novella para tenerla en mis brazos, aquello les parecía simpático ya que Moth se mostraba nervioso y yo muy seguro de mis movimientos.

— Hemos decidido adoptar -dije encontrando la alegría los presentes...

Al igual que Ivett partimos a la campiña con cierta nostalgia dejábamos a un Natán que no se cansó nunca de amenazarme e incluso decirme que no permitiría que le quitará también a Novella, lo cual nos hacía reír, siempre me vigilaba muy de cerca cada que tenía a la pequeña en mis brazos; supongo que no me ha perdonado pero respeta la decisión de su hermana por qué se ha despedido de mi con más amabilidad de la que esperaba tratándose de él. Tan pronto como subimos al coche rumbo a la campiña me deshice en pequeños besos para mi esposa, ante la expectativa de tenerla de nuevo en el lecho conyugal, Ivett parecía más renuente que dispuesta y entendí que debía esperar, para la noche me encontré con una Ivett dispuesta en una tierna entrega. Me sorprendió cuando me busco nuevamente tras esa tierna entrega, nos amamos con más pasión que nunca una y otra vez hasta quedar exhaustos, era feliz de contar con el amor de mi esposa sin miedos, sin dudas, sin medidas.

(Ivett)
Cada suave caricia, cada mirada, cada susurró me inquietaba, deseaba casa vez más su cercanía, había pasado días en aquel dilema vergonzoso de pasar la noche con él y que todos más que saber pudieran escucharan algo, o ir a su hotel y supieran que iba por tener intimidad, había esperado tanto que sentía que al igual que el terminaría encima de él, si hubiera adivinado mis pensamientos, cuando subimos al carruaje deslizó su mano por mi brazo, me llenaba de amor y pasión y yo quería sucumbir pero deseaba entregarme sin temor y sin descanso. Llegamos a casa, estaba ansiosa y a la vez quería retrasar un momento más, no sé porque, tal vez es que aún no era capaz de creer que ya no había nada que nos impidiera ser feliz. Cuando llegó la noche nos miramos con todo el amor que guardabamos, Gastón no estaba enojado, no tenía prisa, me hizo el amor con toda la ternura de la que era capaz, me entregué totalmente como deseaba desde que volviera a besar mis labios y... Deseaba tanto volver a repetirlo que comencé a dejar un reguero de besos y acariciar cada centímetro de su piel desde su pecho hasta su miembro, ya no había miedos, ni inhibiciones, lo amaba y deseaba cada vez más.

(Gastón)
Los días pasaron adoptamos a dos lindas bebes, con la esperanza de que más tarde Ivett pudiera darme un varón. Pensamos por más de una hora cual de las pequeñas adoptar pero no pudimos descartar a ninguna así que pese al compromiso y responsabilidad que suponía lo hicimos.

Leila e Imary, de 3 años la primera y 9 meses la segunda, una era una niña facluchenta de cabellos negros y lacios la otra con una pelusa cobriza en su cabeza más bien calva. Tía Cinthia afirmó que era una locura, lo cual ofendió profundamente a Ivett, mi tío muchísimo más estricto en sus formas perdonó nuestra debilidad por las criaturas y destino una dote para cada una como muestra de aprobación, nunca fue tan asiduo a la campiña con aquellos días, ni más hostigoso, todo el tiempo insistía que debíamos vivir con él.

Un año después fuimos padres de un varón nacido del vientre de Ivett, Gabriel, 3 años más tarde tuvimos un otra niña Giezi y luego tuvimos otro varón Noel.

Sin derecho a elegirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora