61 Sin dudas

11.1K 857 96
                                    

—Vaya -repuso el cantinero algo cabreado y sorprendido de la respuesta-, un hombre enamorado es un hombre jodido. Sonrió tratando de discernir no sé qué. Eres un hombre afortunado si encontraste al amor de tu vida y está contigo, supongo.

—Lo es -volvió a palmearme-. Vamos Mike ánimo.

El cantinero sonrió rígidamente, era la sonrisa más falsa que hubiera visto en mi vida. — Mike, estarás recordando cosas tristes -asumió Reginal.

— Para nada.

— Míralo morirá antes de admitir que lo traen de un ala.

El cantinero dió la vuelta y fingió servir un trago para mí, me quito el que tenía enfrente y que aún no me había tomado. Me pregunte hasta donde quería llegar aquel desgraciado.

—Cállate Reginal no abuses de tu suerte.

— Tiene dos años metidos en esta cantina solo porque no soporto la competencia.

—Cállate –el tono que uso fue de advertencia, es que acaso a este señor Travis le gusta que le rompan la cara.

—Vamos Mike, Garbes es un hombre inteligente, discreto, que puede aconsejarte bien.

Pensé en que tan sospechoso sería que Regina amaneciera muerto.

—Mike no soporto la competencia, no supo ganarse a su enamorada y se rindió.

El cantinero, callado escuchaba deseando matar a Reginal con la mirada lo podía sentir.

—La muchacha fue tomada a juego por el otro enamorado, pensado que ya había tenido un amorío con Mike, ella se refugió en aquel hombre y con el tiempo jugó con ella y la dejo. Ella ya tiene una niña, nunca vivió con el hombre y por la misma razón pensaba en aceptar a Mike, ya sabes tiene que cuidar de la niña. Mike no la perdona y no reconoce que nunca debió alejarse de ella, no reconoce que la muchacha solo tuvo miedo a la soledad y que aquel infeliz supo jugar muy bien sus cartas. A pesar de eso ella es una buena mujer, trabaja para mí, es joven y bonita, noble y sobre todo es buena madre, pero Mike incluso tontamente quería competir con ese cariño.

Jale aire. Entendía el maldito mensaje.

— ¿La quieres?

—No seré el hazme reír del pueblo.

—A cambio el hombre solo sonríe cuando yo estoy presente o cuando llega un extraño que ignora su miseria.

— ¿La quieres? –volví a preguntar-.

—La quise, pero tiene una hija y yo soy un cantinero, me considera un ebrio y ve -dijo con cierto desprecio, el imbécil con el que se acostó la dejo con todos sus bellos anhelos de un lindo hogar es el administrador de una finca, es amigo de Reginal tiene buena posición es... todo modales, seguro nunca olía cerveza y alcohol, pero la uso.

—Tranquilo Mike. No puedes culparla por querer darle un buen padre a su hija, sabes bien que ella no se decidía por él pero no soportaste la idea de competir con él y se la dejaste en bandeja, sola, vulnerable con una montón de anhelos como cualquier mujer, dejaste tu otro empleo y te encerraste aquí.

— Eso no fue así.

—Así fue, la vi llorar mucho tiempo y a ti envolverte en tu capa de estupidez y orgullo. Para cuando regrese de mi viaje de las tierras que tengo por herencia, ese desgraciado se había salido con la suya y encima se burló de ella. La protegi, a ese imbécil no le fue nada bien pero... Mike no la perdona, así como no se perdona el mismo.

— ¿La quieres?

— ¿Qué más da si la quiero?

—Entonces no la amas lo suficiente, haces bien en mantenerte alejado, ya llegara un hombre que la ame tanto que deje su orgullo a un lado. Definitivamente tú no eres ese hombre.

Sin derecho a elegirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora