Capítulo 5: El Gran Juego | -Vuelta a la rutina- |

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Ya habían pasado unas semanas desde el caso del Perro de Baskerville (así lo había titulado Watson en su blog). Hacía varios días que Cora estaba intentando caminar sin valerse de las muletas, cosa que estaba siendo harto complicada para la joven, pues su cuerpo aún se resentía del disparo. Entretanto, John se esforzaba en ayudar a Cora a caminar y en acomodarla lo mejor posible, cosa que sin ninguna duda molestaba a Holmes.

-¿Necesitas algo más antes de que vaya a hacer las compras? -le preguntó John a la pelirroja, mientras la observaba sentarse en el sofá de la sala de estar.

-Oh, no hay nada que precise ahora John. -le respondió la joven con una sonrisa sincera -. Recuerda que no nos queda leche. -añadió la joven mientras el doctor salía por la puerta.

-¡Gracias por mencionarlo! ¡Hasta luego! -gritó John desde la escalera del piso, antes de marcharse.

Cora sonrió levemente: John y Sherlock la estaban ayudando en todo lo que necesitaba (aunque Holmes en menor medida que Watson). Mientras suspiraba se desabrochó la blusa para poder ver las vendas.

-Oh, tengo que cambiarme el vendaje... -musitó la joven entre dientes, algo asqueada mientras observaba las vendas. En ese preciso momento, Sherlock entró en la estancia. Se dirigía a la cocina con la intención de desayunar algo, pero se detuvo al ver a la pelirroja en el sofá.

-Veo que las vendas están descoloridas... -sentenció con un tono leve mientras la escudriñaba con la mirada -. ¿Y John?

-Ha salido a hacer las compras. -le respondió la joven con una media sonrisa -. Y si, las vendas ya están algo viejas. No es muy higiénico que me las deje puestas, pero no puedo quitármelas yo sola.

Sherlock no dijo nada ante el comentario de la pelirroja, sino que se acercó y se sentó a su lado, mientras sus ojos verdes no dejaban de escudriñarla. Cora lo miraba casi hipnotizada por los hermosos ojos de color verde que la estaban observando, cuando en ese preciso momento, sintió la mano de Sherlock en su abdomen, lo que la hizo dar un respingo y tomar una posición a la defensiva. Ésto último hizo que Sherlock levantara una ceja.

-Tranquilízate, solo voy a ayudarte con las vendas. Nada más. -comentó Sherlock con un tono de voz algo serio, pero con un ligero tono de divertimento por el pequeño respingo de la joven junto a él.

-De acuerdo. -respondió Cora con un tono más calmado, a la vez que retomaba su posición inicial, dejando que Holmes empezara su trabajo. El detective desanudó la venda en la parte baja del abdomen para después comenzar a desenrollarla del torso de la joven. Cora observaba algo maravillada, cómo los dedos del detective se deslizaban por las tiras de vendas que rodeaban su abdomen, cómo palpaba su torso con delicadeza, como si se tratara de un instrumento, al mismo tiempo que sus ojos seguían las vendas y la figura de su cuerpo sin perder detalle. Los brazos del detective, pasaban la venda por detrás de la espalda de la joven con suavidad y lentitud, intentando no lastimarla en la medida de lo posible. Una vez llegó a la parte del pecho, Sherlock tragó saliva de forma disimulada, mientras Cora se sonrojaba un poco.

-¿Porqué te sonrojas? Conozco la anatomía del cuerpo humano sin problemas. -comentó Sherlock, mientras paraba de remover las vendas y posaba sus ojos en el rostro de ella.

-Bu-bueno... -tartamudeó ella -. El caso es que, me da vergüenza que un... hombre me vea casi desnuda.

-John te ha estado cambiando las vendas en más ocasiones. -comentó Sherlock con un tono algo serio -. ¿Con él también te ruborizas? -preguntó con un pequeño tono de envidia en su voz.

-(Sherlock... ¿está celoso?) -pensó la joven tras prestar atención al tono de Holmes -. Es totalmente distinto Sherlock: John es doctor. No me ruborizo con él.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora