Cora se encontraba sentada en una pequeña estancia junto a una psiquiatra en un día lluvioso y tormentoso. Su rostro se había vuelto casi totalmente pálido, sus ojos habían perdido su tonalidad carmesí pasando a una tonalidad casi negra, al igual que su cabello, que también había pasado de su usual color cobrizo al moreno.
–¿Por qué has venido hoy, Cora? –preguntó la psiquiatra con un leve tono de cautela, pues la joven que antaño había sido pelirroja tenía una mirada vacía, casi desprovista de emociones.
–¿De verdad necesitas oírme decirlo? ¿Te regocijas por el sufrimiento ajeno? –inquirió la joven con un tono monótono y algo retórico.
–No, claro que no Cora, pero... –la psiquiatra tomó un leve respiro antes de continuar–: Es mejor que intentes-
–Ya sabes por qué estoy aquí. –interrumpió la joven antes de que su voz se quebrara, dejando las palabras que tanto dolor le causaban mudas en su boca–. Estoy porque...
–¿Qué ha pasado Cora? –inquirió la psiquiatra con un leve tono de preocupación, pues la cara de la joven había palidecido aún más.
Cora tuvo que carraspear y tomar pequeñas bocanadas de aire antes de intentar contestar a esa pregunta:
–Sher-... –la joven se interrumpió, pues aún no podía hablar sobre ello. Llevaba guardando silencio desde hacía ya poco menos de tres meses.
–Cora, debes exteriorizarlo. No debes guardar el dolor dentro de ti. Eso solo lo hará aún peor. –le aconsejó la psiquiatra con una voz compasiva.
–Mi mejor amigo, el hombre al que amaba... Sher-... –Cora volvió a interrumpirse una vez más–: Sherlock ha... muerto. –logró añadir con una voz quebrada, mientras sus ojos se desvanecían en un torrente de lagrimas saladas.
Tres meses antes...
–Las cataratas de Reichenbach, la obra maestra de Turner, cuya recuperación debemos al extraordinario talento del señor Sherlock Holmes. –comentó el responsable de la galería en el que el detective y sus dos ayudantes se encontraban, tras haber recuperado el susodicho cuadro.
Un aplauso general estalló entre los presentes a modo de reconocimiento hacia Holmes y sus dos amigos.
–Una pequeña muestra de gratitud... –dijo el responsable de la galería, haciéndole entrega a Holmes de un pequeño paquete rojo, que el detective observó con cierto desinterés antes de cogerlo.
–Gemelos de diamantes... –comentó Sherlock tras deducir el contenido de un solo vistazo–. No uso gemelos. –sentenció con un tono algo aburrido.
–Quiere decir gracias. –intercedió la pelirroja con una sonrisa algo forzada.
–¿Ah, sí? –inquirió Sherlock arqueando una de sus cejas, mientras observaba con una mirada divertida a la joven.
–Sí. Dilo. –sentenció ella, antes de propinarle un leve codazo en la costilla izquierda.
–Gracias...
–Eh, chicos, una foto. –comentó John, tomando a los dos jóvenes por los brazos, posando junto a ellos.
A los pocos días ya se habían hecho eco los periódicos acerca del cuadro de Turner que Sherlock había recuperado, y entre otras cosas, ponían en evidencia a los cuerpos de policía de Scotland Yard, tachándolos poco menos de ineptos.
Al poco tiempo de igual manera, un banquero de gran importancia para el país fue secuestrado, pero claro está, Sherlock y sus dos amigos lograron encontrarlo y rescatarlo.
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Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)
FanfictionSiempre apartada de la gente corriente, ella pensó que jamás encajaría en ninguna parte... Él siempre pensó que los sentimientos eran un veneno, una desventaja, una debilidad,... ¿Seguirán ambos pensando eso tras llegar a conocerse? ...