Capítulo 9: Síntomas de Ser Tres | -Preparativos- |

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Aquel día de Mayo todo había amanecido en calma en Baker Street, y Cora se encontraba sentada en el sofá leyendo su libro favorito, cuando observó a Lestrade legar a la estancia casi sin aliento.

¿¡Qué pasa!? –exclamó el Inspector Lestrade una vez hubo recobrado el aliento, observando a Sherlock, que estaba sentado en la mesa de la sala, frente al ordenador.

Cora observó a Lestrade con una mirada confusa, para después mirar a Sherlock, percatándose de algo, lo que provocó que rodara los ojos y se dibujara una sonrisa en su rostro, pues sabía por qué razón había llamado su novio a Greg.

–Es difícil... –sentenció Sherlock con sus manos aún a ambos lados de su sien, los codos apoyados en la mesa.

–¿Qué? –inquirió Greg, estupefacto.

–Dificilísimo. Lo más difícil que he tenido que hacer... –replicó Sherlock antes de coger un libro que había sobre la mesa de la sala, enseñándole el título a Greg–. ¿Te sabes alguna anécdota graciosa de John?

Cora apenas podía aguantar la risa en aquel momento, pues el rostro de Lestrade expresaba tanta confusión, que la joven apenas podía jurar si acababa de entender el motivo por el que Sherlock lo había hecho ir al piso.

–¿Qué...? –logró preguntar el inspector con una total incredulidad.

Necesito anécdotas. –indicó Sherlock, dejando el libro de nuevo sobre la mesa–. ¿No la habrás liado, no? –inquirió tras escuchar las sirenas de los coches de policía y las aspas de un helicóptero, que hicieron caer las partituras de su atril debido al viento que se colaba por la ventana abierta.

–Oh... Oh...

Cora sonrió con una gran ironía, y tuvo que tragar saliva antes de conducir a Lestrade fuera del piso, pues estaba segura de que si el hombre seguía allí un minuto más, acabaría por estrangular a su novio por haberlo hecho ir allí con tanta urgencia, solo para pedirle alguna anécdota de John.

Lo siento mucho Greg... –se disculpó la joven una vez estuvieron en la entrada principal–. Está algo nervioso por la boda de John y con ser el padrino.

–Ya... No hace falta ni que lo jures. –replicó el policía–. Y dime, ¿tu irás a la boda como acompañante de Sherlock, o...?

Iré como la madrina de Mary, y me encargaré de llevarla al altar, ya que no tiene padre que cumpla esa función. –replicó la joven de ojos carmesí–. Y si, también iré como la acompañante de Sherlock.

–Vaya, el padrino y la madrina... ¡Menuda combinación! –indicó Lestrade con una sonrisa–. Nos veremos mañana en la boda, entonces.

–Si, hasta mañana Lestrade. –se despidió la joven de cabellos rojos–. Y perdona una vez más por todo este lio. Hablaré con Sherlock para que no te llame si no se trata de una emergencia.

–Sí, será lo mejor... Gracias Cora. –replicó el Inspector con una sonrisa–. A ver cómo le explico yo ahora todo esto al Jefe... –lo escuchó musitar Cora, antes de meterse en el coche y llevarse a los efectivos de Scotland Yard de Baker Street.

La pelirroja cerró la puerta principal con una leve sonrisa antes de dirigirse al piso, encontrándose a Sherlock sentado en su sillón con sus manos en posición de rezo y sus ojos cerrados. Cora se acercó a él y se sentó en su reposa-brazos, esperando a que el detective se percatara de su presencia.

–Cora... ¿qué pasa? –inquirió el detective algo confuso tras salir de aquel leve trance, lo que hizo a la pelirroja deducir que estaba en su Palacio Mental.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora