| -¿Me echabas de menos?- |

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Tras un extenuante viaje en el tren, Sherlock, John y Cora llegaron al fin a la residencia de Sir Eustace Carmichael. Tras entrar al lugar y entrevistarse con el amo de la casa, procedieron a cuestionarlo sobre lo acaecido aquella noche en la que vio supuestamente a La Novia, sin embargo, Sir Eustace fue categórico en negar aquel encuentro.

–Sonambulismo. –se defendió con evidente solemnidad, dejando claro para la joven de cabellos carmesí, que había estado consultando diversos libros sobre medicina, para intentar engañar a Holmes con un falso diagnóstico.

–¿Perdón? –inquirió John con un claro tono de escepticismo, ya que no daba crédito a lo que escuchaba: ¿pensaba acaso que podría eludir a la sagaz mente de Holmes?

–Camino en sueños. Nada más. –sentenció el hombre, caminando cerca de su sofá de terciopelo de color borgoña–. Es una afección muy común. Creí que era médico. –apostilló a Watson, lo que provocó que Cora, quien se hallaba sentada en un sillón cercano a una ventana, alzase su rostro con rapidez, su expresión atónita a la par que molesta. Claramente aquel hombre estaba ocultando la verdad, incluso a sabiendas que Holmes lo atraparía en menos de lo que se tardaba en hacer una taza de té–. Todo ha sido un mal sueño. –indicó mientras Sherlock paseaba por la estancia, de vez en cuando, su vista desviándose hacia la joven de ojos rubí sentada en el sillón.

Cora puso los ojos en blanco al contemplar que Sir Eustace continuaba negando lo evidente. La joven comprendía que se hallaba aterrado, sin embargo, aquella amenaza que suponía La Novia no era algo que debiera tomarse a la ligera, en especial si apreciaba su vida.

–¿Incluido el contenido del sobre que recibió? –preguntó Cora con un tono sereno, no dispuesta a dejar aquello sin resolver, decidida a conseguir que admitiera lo que había sucedido.

–Eso, Srta Izumi, es una broma grotesca. –replicó Sir Eustace, su tono molesto y algo agresivo hacia la joven, pues dado su estatus social no comprendía cómo una simple persona, una mujer además, se atrevía a alzar su voz en su presencia.

–Pues esa no es la impresión que le dio a su esposa. –replicó Cora con un tono algo ofendido por su tono de voz.

John ahora se encontraba observando la expresión molesta que Holmes llevaba en su rostro, pues sin duda era más evidente cada día que sus sentimientos por la joven eran más fuertes. En aquel momento, se hallaba junto al sillón en el que la pelirroja estaba sentada, habiendo detenido su caminar por la estancia. En su rostro era evidente la sombra de una mirada casi asesina, como si estuviera dispuesto a dañar a quienquiera que osase dirigirse de esa forma tan grosera a la joven de ojos rubí.

–Mi esposa es una histérica propensa a las fantasías. –afirmó Sir Eustace con convicción.

–No. –fue lo único que dijo Holmes, aún de pie junto al sillón de Cora, la mirada de ella enfocándose en su persona.

–¿Perdone, cómo ha dicho? –inquirió Sir Eustace, claramente sorprendido por la intervención del detective.

–El Sr Holmes ha dicho que no. Que no es una histérica. –rebatió Cora con un tono calmado, con sus manos ahora entrelazadas sobre su regazo–. Es una mujer muy inteligente con una intuición poco común. –apostilló, levantándose de su sillón y dando unos lentos pasos hacia el amo de la casa, claramente ofendida por el trato de inferioridad que éste le dispensaba a su mujer, e inclusive, a ella misma.

–Mi mujer ve terror en una pepita de naranja. –le espetó Sir Eustace a la joven de cabellos carmesí.

–Su mujer puede ver mundos donde nadie más puede ver nada de valor. –sentenció Sherlock caminando lentamente hasta estar frente al hombre, justo al lado de la pelirroja, a quien dedicó una mirada furtiva. Ambos jóvenes se hallaban confrontando al hombre de la residencia.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora