Tras un largo viaje a los Estudios Village, donde los detectives y el doctor se habían citado con Culverton Smith, el rubio bajó de la limusina, acercándose a la ambulancia, donde Molly, Sherlock y Cora se encontraban, las dos mujeres con una expresión derrotada y preocupada.
–Bueno, ¿cómo está? –les preguntó John una vez estuvo frente a ellos.
–Bien, en líneas generales. –replicó Sherlock desde el interior de la ambulancia, colocándose su gabardina, apresurándose para salir de ella.
–Yo he visto a gente más sana en la morgue. –recalcó Molly con un tono serio.
–O en la escena de un crimen. –apostilló Cora, ante lo cual Molly le dedicó una sonrisa amable–. Incluso en un colegio.
–Ya, aunque ambas trabajáis con víctimas de asesinatos, y tú, Cora, trabajas con niños. A menudo, en ambos casos, suelen ser muy jóvenes... –rebatió el detective con un tono bromista.
–No tiene gracia. –apuntó Cora con un tono serio, cruzándose de brazos ante la actitud de su marido.
–Un poco sí.
–Como te sigas metiendo lo que te metes, al ritmo que te lo metes, te doy dos semanas. –indicó Molly con un tono enfadado, quien había llegado a aquella conclusión tras haberle realizado un chequeo.
–¡Eso! ¡Semanas! No adelantemos acontecimientos. –decidió comentar el de ojos azules-verdosos, comenzando a caminar lejos de la ambulancia, ante lo cual, se detuvo al escuchar la réplica cortante de la de ojos escarlata.
–¡Por Dios, Sherlock! ¡No es un juego! –exclamó Cora, quien ya estaba desquiciada por su actitud y por no saber en qué desembocaría aquel plan, fuera el que fuese, que tenía su detective de cabello castaño. Éste entonces volvió tras sus pasos, colocándose frente a ella, sus rostros apenas distanciados por unos centímetros.
–Me preocupas, Cora. Te veo estresada. –indicó con un leve tono de mofa en sus palabras, que sin embargo, irradiaban autentica preocupación por ella.
–Yo estresada, y tú te mueres. –dijo ella, su tono casi resquebrajándose, observando con gran dolor de su corazón lo que Sherlock se estaba haciendo. Apenas podía mantener la compostura y sus lágrimas.
–Pues te llevo ventaja: el estrés te fastidia todos los días de tu vida, la muerte solo uno.
–¿Entonces va en serio? ¿Se te ha ido la olla? ¿De verdad estás descontrolado? –cuestionó John de forma rápida, incrédulo ante la situación, y en parte, más preocupado que antes por el estado de la pelirroja, quien parecía que fuera a romperse por la pena en cualquier momento.
–¿Cuándo he estado así? –inquirió Sherlock en un tono serio.
–Desde que te conozco. –replicó el viudo.
–Oh, muy listo. Se te echa de menos dando tumbos por la casa. –murmuró el Detective Asesor.
–Pensé que era una especie de... –comenzó a decir John antes de interrumpirse, ante lo cual, los dos detectives fijaron su vista en él.
–¿Qué? –inquirió Sherlock, sus ojos fijos en el rubio.
–De truco. –finalizó John.
–No es un truco. Es un plan. –apostilló el de cabello castaño, cuando de pronto, una estruendosa voz hizo eco en el lugar.
–¡Sr. Holmes! –se pudo ver a Culverton Smith caminando hacia ellos, flanqueado por multitud de periodistas.
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Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)
FanfictionSiempre apartada de la gente corriente, ella pensó que jamás encajaría en ninguna parte... Él siempre pensó que los sentimientos eran un veneno, una desventaja, una debilidad,... ¿Seguirán ambos pensando eso tras llegar a conocerse? ...