| -I.O.U.- |

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Al día siguiente del juicio, era el momento para escuchar la decisión final acerca del caso Moriarty. John se encontraba en las gradas para presenciar el resto del proceso.

–Señor Crayhill, ¿podríamos llamar a su primer testigo? –preguntó el juez con un tono serio.

Ante esa pregunta, el abogado defensor se levantó de su sitio y procedió a hablar.

–Señoría, no vamos a llamar... a ningún testigo.

Entre los asistentes se desató un gran murmullo por aquellas palabras, y John frunció el ceño, pues sin duda era algo muy inusual, y ahora comenzaba a entender lo que Sherlock le había dicho el día anterior: Moriarty estaba sin duda en una celda por su propia voluntad.

–No entiendo. –dijo el juez–. Su defendido se ha declarado inocente.

–Sin embargo, mi cliente... –hizo una pausa para observar a Moriarty–. No va a presentar ninguna prueba. La defensa concluye su alegato.

Moriarty procedió a girarse de forma leve, para después mirar a John y hacer una mueca.

–Señoras y señores del jurado. A James Moriarty se le imputan varios cargos-

–De robo en tentativa. Delitos por los que--si es declarado culpable--cumplirá una larga condena. –recitaba Sherlock en la sala del 221-B de Baker Street, pues sabía de memoria todos y cada uno de los procedimientos a seguir–. Y aún así su equipo legal-

–Ha decidido no presentar ninguna prueba nueva que respalde su alegato. –continuó el juez–. Me hallo en la poco habitual posición de recomendar encarecidamente un veredicto.

–Deben declararlo culpable. –recitó Sherlock con una voz casi monótona–. Culpable... –musitaba el detective mientras cerraba sus ojos, pues estaba claro que de salir indemne del juicio, Moriarty iría a por él y la pelirroja se hallaría en grave peligro.

–Deben declararlo culpable. –sentenció el juez.

Eran las 11:42 cuando se inició el receso para que el jurado deliberara y pensara en un veredicto.


John ahora se encontraba esperando, sentado en uno de los bancos que había disponibles. Eran ahora las 11:48. En ese momento, el ex-soldado comenzó a observar cómo el jurado volvía a la sala Nº 10.

–Seis minutos... –musitó John para si mismo mientras se levantaba del banco y caminaba hasta la entrada de la estancia.

–Me sorprende que hayan tardado tan poco, la verdad. Había cola para el baño. –comentó el secretario judicial mientras pasaba a su lado.

John entró en la sala y esperó hasta que todo se hubiera calmado y todos se hubieran sentado en sus respectivos asientos. Cuando lo hubieron hecho, el secretario judicial se levantó de su sitio y se giró hacia el jurado.

–¿Han llegado a un veredicto en el que estén todos de acuerdo? –preguntó con un tono solemne.

El jurado en su totalidad estaba pálido, y fue la portavoz quien tuvo que levantarse para replicar a esa pregunta.


Mientras, en el 221-B de Baker Street, Sherlock escuchó una llamada entrante en su teléfono. Estiró su brazo para coger el teléfono, cuando una mano suave lo agarró antes y descolgó la llamada. La pelirroja parecía encontrarse ya mejor que el día anterior, aunque ahora sus pesadillas habían empeorado gracias a ese psicópata. Cora miró a su novio y se sentó en el suelo, cerca del sofá, pues Sherlock se encontraba recostado ahí. Tras unos segundos puso la llamada en altavoz y le entregó el teléfono a Holmes.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora