| -Te quiero- |

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Sherlock, John y Mycroft caminaron por el estrecho pasillo que se había abierto anteriormente, desembocando éste en una habitación realmente parecida a la celda en la que habían estado presos. Las paredes eran de color gris, y por lo que Sherlock pudo percibir, habían sido decoradas recientemente con pintura roja.

Parece que hemos re-decorado... –mencionó Sherlock en un tono tenso, visiblemente intentando mantener el control sobre sus emociones para no soltarle un guantazo en toda la cara a su hermano.

–¿Está permitido? –preguntó John en un tono que intentaba sonar bromista.

–Prácticamente se ha apropiado del centro. Hay problemas mayores que los colores que ha elegido –sentenció Sherlock mientras caminaba hacia la mesa que estaba dispuesta en el lugar, una indirecta hacia su mujer y su bebé.

Al extremo norte de la puerta por la que habían entrado había una ventana grandes paneles de cristal que daban al mar. Encima de la mesa a la que Sherlock se había acercado había un sobre. Mycroft por su parte se acercó a la pared, pasando un dedo por su superficie.

–Aún no está seca –indicó–. Es reciente –concluyó, cerrándose la puerta por la que habían entrado a la estancia.

–Lo cual nos beneficia –le dijo su hermano menor en un tono cortante, apareciendo de nueva cuenta una pantalla y Eururs en ella.

–Para motivarte y que sigas colaborando, te voy a re-conectar –dijo la morena con un tono casi alegre, una sonrisa plasmada en su rostro, alzando el control remoto y pulsando un botón. El rostro de Moriarty apareció de nuevo en la pantalla.

–¡Abróchense los cinturones! ¡Va a ser una noche movidita! –mencionó antes de escucharse una estática, la voz de la niña sonando de nuevo por los altavoces.

–¿Sigue-sigue ahí? –preguntó la pequeña en un tono asustado.

–Sí, hola –replicó Sherlock en un tono suave–. Seguimos aquí, ¿nos oyes?

–Sí –replicó la niña en un tono suave, ahora claramente aliviada de estar hablando con alguien.

–Todo va a salir bien. Necesito que me digas dónde estás –le pidió el sociópata a la niña en un tono calmado, para que así ella se mantuviese tranquila–. ¿Fuera es de día o de noche?

De noche –replicó ella tras unos segundos, indicando que le había hecho caso y había mirado por la ventana.

–Eso lo reduce a la mitad del planeta... –murmuró Mycroft mientras se cruzaba de brazos, recibiendo una mirada de reproche por parte de su hermano y John.

–¿En qué clase de avión vas? –le preguntó Sherlock tras desviar su vista de su hermano.

–No lo sé... –admitió la niña, pues ella no podía saber aquello.

–¿Es grande o pequeño? –intercedió John, pues sabía que las preguntas sencillas serían lo mejor para averiguar más información.

Grande.

–¿Va mucha gente a bordo? –continuó John.

–Muchísima, pero están todos dormidos...

–¿De dónde despegasteis? –preguntó el joven de cabello castaño en un tono algo urgente.

–Y el conductor está dormido... –continuó diciendo la niña, ignorando su pregunta, lo que hizo que se tensasen debido a la magnitud de sus palabras, pues, ¿si no había nadie pilotando el avión, qué podían hacer?

–Eh, no, lo entiendo pero... ¿De dónde veníais? –re-formuló su pregunta el joven de ojos azules-verdosos–. ¿Dónde despegó el avión?

Donde mi abuela –contestó la niña con dificultad, lo que hizo percatarse al detective de que quizás estaba comiendo o bebiendo algo debido a los nervios.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora