~PALACIO MENTAL~
Sherlock acababa de caer al suelo de la habitación. Tras unos segundos, el joven detective regresó a su mente, donde se encontró en una sala enteramente blanca con unos cajones propios de la muerte de aleación de titanio. El sociópata se encontraba de pie justo frente a esos cajones, cuando de pronto escuchó una grave alarma sonando de forma estruendosa en su mente.
–¿¡Qué es esto!? ¿¡Qué está pasando!? –exclamó el detective mientras se tapaba los oídos, pues el estruendo era insoportable y no lo dejaba pensar de forma fría. En ese momento, uno de los compartimentos a su derecha, a la altura de la cadera, se abrió lentamente, de su interior saliendo una camilla con su propio cuerpo inerte tendido sobre ella. Sherlock observó su cuerpo con los ojos como platos, una expresión aterrorizada recorriendo su rostro.
–Entras en shock. Es lo siguiente que te va a pasar. –replicó Molly, apareciendo por la estancia.
–¿Y qué hago? –preguntó el detective, en ese momento la mujer castaña transformándose en su hermano.
–No entrar en shock, claramente. En éste ridículo Palacio Mental tuyo tiene que haber algo que te tranquilice. –comentó Mycroft con un tono sarcástico y serio–. Búscalo...
Ante aquella respuesta por parte de su hermano, el detective se quedó unos segundos con los ojos abiertos en una expresión sorprendida, antes de cerrarlos, encontrándose con que ahora corría escaleras abajo.
–Viene el Viento del Este, Sherlock. Viene a por ti. –mencionó Mycroft en casi un susurro, mientras el detective bajaba por las escaleras.
De pronto, el sociópata se encontraba corriendo por un largo pasillo luminoso, lleno de puertas laterales de caoba. El joven corría y corría hasta que al fin abrió una de las puertas, entrando por ella, encontrando a un perro que lo observaba.
–Hola Barbarroja... Ven, bonito. –lo llamó Sherlock con una sonrisa, inclinándose ligeramente y posando sus manos en sus rodillas–. ¡Vamos! ¡Vamos, ven! No pasa nada, tranquilo. Soy yo. Está bien. –le dijo al perro, quien se acercó corriendo hacia él. Cuando al final llegó hasta él, Sherlock lo acarició, mientras Barbarroja lamía su rostro–. Hola, Barbarroja. A mi también me van a sacrificar... ¿No hace ninguna gracia, verdad?
En ese preciso momento Sherlock notó que alguien se acercaba a ellos, arrodillándose tras el perro de color canela, acariciándolo. El detective miró las manos que acariciaban a su perro, reconociéndolas prácticamente al instante.
–¡Cora! –exclamó el detective, alzando su rostro, admirando esos hermosos ojos que pertenecían a la joven de cabellos carmesí que amaba. Ella le sonrió de forma afectuosa mientras seguía acariciando a Barbarroja. Momentos antes, la joven alargó su brazo derecho, acariciando la mejilla del joven de cabellos castaños oscuros–. Cora... –musitó, tomando la mano que acariciaba su mejilla, siguiendo su brazo hasta acariciar él también la mejilla izquierda de la joven. Momentos después, el cuerpo de Holmes cayo de espaldas una vez más, comenzando a convulsionar una vez tocó el suelo.
–Eso era el shock, cariño. –le informó la pelirroja, ahora de pie en el pasillo–. Vas a sentir el dolor. –sentenció con una voz realmente preocupada, caminando hasta él, arrodillándose y tomando su mano en un intento de calmarlo.
–Te han perforado. –dijo Molly apareciendo allí, de pie, algo más alejada de ellos–. Hemorragia interna masiva.
–Tienes que controlar el dolor, amor mío. –le aconsejó la detective–. Controla. El. Dolor. –recalcó con un tono ligeramente más serio.
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Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)
FanfictionSiempre apartada de la gente corriente, ella pensó que jamás encajaría en ninguna parte... Él siempre pensó que los sentimientos eran un veneno, una desventaja, una debilidad,... ¿Seguirán ambos pensando eso tras llegar a conocerse? ...