| -Bomba- |

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Los tres compañeros de Baker Street caminaban rápidamente por el pavimento cercano al Palacio de Westminster, llegando pronto a las escaleras que conducían hacia el interior de la estación de tren. Cora y los chicos caminaron por el atestado interior de la estación, a través de los controles de los tickets y a lo largo de los pasillos.

–¿Hay una bomba? –preguntó John–. ¿El vagón de metro lleva una bomba?

–Parece. –replicó Holmes.

–Ya... –comentó Cora, observando como John se quitaba su guante izquierdo y sacaba su teléfono móvil–. ¿Qué haces? –inquirió la pelirroja.

Llamar a la policía. –replicó el ex-soldado.

¿Qué? ¡No! –exclamaron los dos detectives al unísono.

–Sherlock, Cora, esto no es un juego. Tienen que desalojar el Parlamento. –indicó John con un tono severo y el ceño fruncido.

Nos estorbarán. Siempre lo hacen. Esto es más limpio, más eficaz. –replicó Sherlock mientras se detenía frente a una puerta metálica, sacando de su abrigo una palanca, usándola a los pocos segundos para forzar la entrada.

E ilegal. –apostilló John.

–Un poco. –replicó Cora con una ligera sonrisa mientras Sherlock abría la puerta, entrando junto a John.

A los pocos segundos, la joven entró junto a ellos, con Sherlock a su espalda, cerrando la puerta. Éste se acercó a la pelirroja mientras los tres caminaban por los túneles de mantenimiento, alumbrando su camino con sus linternas. Unos minutos más tarde, John, quien caminaba detrás de los detectives, sacó su teléfono para intentar avisar a la policía una vez más, observando que en la pantalla de su móvil aparecía un mensaje que decía "SIN SERVICIO", indicando que no tenía cobertura. Cora y Sherlock alzaron sus rostros al unisono, como si supieran lo que estaba haciendo.

–¿Qué haces? –inquirió Sherlock.

–Voy... –dijo John, guardando su teléfono móvil.

Los compañeros continuaron caminando por los diversos túneles del subterráneo, incluso subiendo y bajando diversas escaleras durante un largo periodo de tiempo, hasta que finalmente acabaron llegando a la plataforma de la estación de Sumatra Road. Sherlock apuntó la luz de su linterna por la vía del tren, pero no había ni rastro de éste.

–No lo entiendo... –dijo el detective, confuso.

–Por algo se empieza. –comentó la pelirroja, mientras ella también iluminaba con su linterna a ambos lados del túnel.

–No puede estar en otro sitio... –comentó Holmes antes de colocar sus manos a ambos lados de su cien, cerrando sus ojos con fuerza, en un esfuerzo por concentrarse.

A los pocos segundos, el detective abrió sus ojos con pasmo y algo de horror.

¡Woah! –exclamó el joven mientras se dirigía hacia el lado izquierdo de la plataforma.

–¿Qué? –inquirieron John y Cora, corriendo tras el.

Sherlock saltó entonces a las vías del tren, justo en el centro de los raíles.

–Espera, Sherlock. –apeló la pelirroja mientras lo observaba.

–¿Qué ocurre, cielo?

–¿Es... No está electrificado? –inquirió la joven algo preocupada, pues ella era casi inmune al fuego, no a la electricidad.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora