| -Reencuentro doloroso- |

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A las pocas horas, Sherlock se encontraba en Londres, concretamente en Marylebone Road, dentro del local en el que Mycroft le había comentado que estaría John. Tras entrar por la puerta principal, Sherlock comenzó a utilizar sus dotes deductivas.

–Señor, ¿puedo ayudarle? –preguntó el camarero de la entrada.

–Ese mensaje es de su mujer. Habrán empezado las contracciones. –comentó Sherlock tras hacer una rápida deducción y observar que era padre primerizo.

El camarero salió corriendo tras la deducción de Sherlock y el detective sonrió de forma triunfal, caminando unos pocos pasos hasta fijar su vista en la mesa en la que John se encontraba. Al verlo, Sherlock se paró en seco y en su rostro se dibujó una expresión preocupada, pues no sabía como abordarlo.

–Disculpe... –dijo una camarera tras pasar por el lado de Sherlock, provocando que éste se fije en su atuendo, ideando un plan.

Tras unos segundos, el detective puso su plan en práctica, acercándose a una mesa de unos comensales en los que había una copa con agua. Tras unos segundos, cogió la copa y derramó el agua encima de la camisa del comensal.

–Oh, ¡cuánto lo siento! ¡Permítame ir a la cocina a lavárselo! –exclamó el detective mientras colocaba la servilleta del comensal en el cuello de éste, logrando arrebatarle la pajarita negra sin que se diera cuenta. Cuando lo hubo logrado, Sherlock se colocó la pajarita en el cuello. A los pocos segundos se fijó en otra de las mesas, donde un hombre acababa de dejar sus gafas en la mesa–. ¿Ya está, señor? ¿Se la retiro? –inquirió Sherlock, mientras retiraba las gafas y la carta de la mesa sin que el comensal se fijara mucho en él. Tras colocarse las gafas, Sherlock se fijó en la última de las mesas en las que había un pequeño estuche de maquillaje, del que sobresalía un perfilador de ojos–. ¿Le importaría mirar esta carta? Es idéntica... –dijo Sherlock, mientras con un ágil movimiento de manos cambiaba las cartas y cogía el perfilador de ojos. Tras coger el maquillaje, Sherlock se pintó dos ligeras rayas en el rostro, simulando un bigote, para darle el toque final a su disfraz. Con calma, se acercó a la mesa de John–. ¿Quiere que le aconseje, señor? –preguntó con un acento francés.

–Ah, sí. Estoy buscando una botella de champán. Una buena. –replicó John sin siquiera mirar el rostro del hombre que le hablaba.

–Esas son las mejores cosechas.

–No entiendo mucho... ¿Qué me recomienda? –comentó John.

–Con esos no puede fallar, pero si quiere mi sugerencia... personal...

–Hmm...

–El último es mi preferido. Es, podría decirse, como un rostro del pasado... –replicó Sherlock tras quitarse las gafas, en un esfuerzo por que John lo observara.

–Bien. Pues una botella. –indicó John.

–Familiar pero con... la capacidad de sorprender. –comentó Sherlock algo extrañado.

–Pues sorpréndame. –pidió John tras dar un trago al vino que tenía en su copa.

Me estoy esforzando, señor... –comentó Sherlock algo asqueado antes de marcharse de allí.

John esperó en la mesa con un aire nervioso, sacando del bolsillo de su chaqueta una pequeña caja. La abrió y observó el anillo de pedida que quería darle a Mary. Tras unos segundos cerró la caja y la colocó encima de la mesa en varias posiciones, hasta que al final optó por guardarla al ver que una mujer se sentaba frente a él.

–Perdona que llegue tan tarde. –dijo Mary con una sonrisa, sentándose frente a John–. ¿Estás bien?

–Si. Yo estoy bien. Estupendamente. –replicó John con otra sonrisa.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora