| -Muerte y vida- |

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Esa misma noche, la pelirroja se encontró con John en la entrada del rascacielos de CAM Global News. Ambos se miraron a los ojos durante unos instantes hasta que comenzaron a caminar hacia las puertas principales del edificio. Mientras caminaban hacia el interior, los dos pudieron observar una noticia en la que se notificaba de forma clara la detención de John Garvie, quien había asistido hacía un tiempo a una reunión con el propio Magnussen. La pelirroja negó con la cabeza, ya que como sabía, Magnussen habría explotado su punto de presión, optando por hundir la carrera de aquel hombre. Tras pasar por las puertas giratorias, John y Cora se quedaron quietos, pues para continuar necesitaban una tarjeta electrónica, de la cual no disponían.

–¿Y dime, qué has hecho con Sherlock después de montarte en el taxi con él? –le preguntó el doctor a la pelirroja, mientras esperaban al susodicho.

–No era nada importante. –replicó ella con un tono algo reservado y molesto por la pregunta–. Le devolví el anillo de pedida que me dio, y después me hizo acompañarlo para comprar un regalo.

–¿Un regalo? –preguntó John–. ¿Para quién?

Cora optó por no contestar a la pregunta, ya que aunque ella supiera en una pequeña medida el plan que Sherlock tenía en mente, incluso sin conocer demasiado los detalles, no se encontraba cómoda respondiendo ese tipo de cuestiones.

–El despacho de Magnussen está en la última planta, debajo de su piso particular. Hay catorce filtros de seguridad entre él y nosotros, dos de los cuales no son legales en este país. –comentó Sherlock, apareciendo a la izquierda de la pelirroja de pronto–. ¿Queréis saber cómo entraremos?

–En serio, ¿es eso lo que vamos a hacer? –preguntó la joven de ojos carmesí en un ligero tono sorprendido, mezclado con uno algo molesto por aquella incursión furtiva.

Por supuesto. –replicó el sociópata con un tono algo alegre.

Tras pasar la tarjeta electrónica por el primer control, los tres compañeros comenzaron a caminar por el interior del complejo. Sin embargo no desaprovecharon la oportunidad de coger unos cafés, con el pretexto de engañar a los que allí se encontraban, haciéndoles creer que iban a su puesto de trabajo.

El ascensor privado de Magnussen. Va directo a si ático y despacho. Solo lo usa él, y solo funciona con su tarjeta de acceso. –mencionó Sherlock mientras caminaban hacia unas escaleras mecánicas–. Si lo intenta cualquier otro se avisa automáticamente a seguridad. –comentó, una vez estuvieron arriba–. Una tarjeta de acceso estándar del edificio. Grabada ayer. Solo llegaremos hasta la cafetería. –indicó tras sacar una tarjeta del bolsillo de su gabardina, lo que provocó que John mirara a la pelirroja con una mirada que parecía decir "con que eso era con lo que lo estabas ayudando esta mañana"–. Si ahora usara ésta tarjeta en ese ascensor, ¿qué pasaría? –les preguntó el detective a sus acompañantes.

Que saltarían las alarmas y los de seguridad te sacarían a rastras. –replicó rápidamente la pelirroja antes de cruzarse de brazos.

–Exacto-

Te llevarían a la salita de algún sitio y te darían una paliza. –añadió la joven de cabellos carmesí, pues no había terminado de hablar, antes de alzar una ceja y mirar al detective, quien parecía haber palidecido con sus palabras, pues notaba que ella aún estaba muy dolida y molesta por la situación. Entretanto, John tuvo que contenerse para no soltar una carcajada.

–Cora, no hay que ser tan explícita... –comentó el detective algo apabullado.

Oh, es por pasar el rato... Sherlock. –le dijo ella con un ligero tono malicioso, pues aún seguía, a efectos prácticos, muy enfadada y dolida. Sherlock tragó saliva antes de darle su café a John, sacando su teléfono móvil del bolsillo de su gabardina.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora