| -Todo vuelve a la normalidad- |

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Cora sintió los brazos de Sherlock temblando en torno a su cuerpo, y escuchó de forma clara a John exhalar un gran suspiro, pero... Escuchó una risa. Era la risa de... ¿Sherlock?

La joven abrió los ojos despacio, encontrándose con que Sherlock había girado su rostro y estaba riéndose de forma hilarante. La joven de cabellos carmesí observó a su novio con una mirada confusa, antes de volverse hacia John, quien también observaba al sociópata con una mirada igual de confusa.

La joven de ojos carmesí se levantó del asiento en el que se encontraba y se acercó junto a John a la bomba maestra, dándose perfecta cuenta de que el reloj se había detenido. John y Cora se miraron a los ojos totalmente incrédulos.

–¡Serás...! –exclamó John mientras se volvía hacia Sherlock, quien se había levantado de su asiento carcajeándose de forma histérica.

¡Oh, que caras! –exclamó el detective.

–¡...cacho...! –exclamó John–. ¡Serás...!

¡Capullo! –exclamó la pelirroja, dándole un leve golpe a Holmes en su hombro izquierdo.

–Habéis picado... –indicó Sherlock con una sonrisa divertida, mientras se frotaba de forma suave el hombro debido al golpe de la pelirroja.

–¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Serás cabr...!-

–Oh, eso que habéis dicho--¡que bonito! –dijo el detective con una leve sonrisa.

Te mataremos como digas una palabra de todo esto... –indicó la pelirroja con una mirada carmesí en sus ojos, que amenazaba con un brillo intenso al detective.

Palabra de Scout. –replicó Sherlock aún entre leves carcajadas, alzando su mano con dos de sus dedos haciendo un saludo de Scout.

–...A nadie. –finalizó John la frase de la pelirroja con un tono serio y enfadado–. ¡Lo sabías! –exclamó tras unos segundos.

¡Sabías cómo desactivarla! –exclamó furiosa la pelirroja.

–Hay un interruptor. Siempre hay uno. –replicó Sherlock con un tono serio tras agacharse al lado de la bomba–. Los terroristas se arriesgan a todo tipo de problemas si no hay un interruptor. –concluyó antes de levantarse.

–¿Y por qué nos has dejado pasarlo tan mal? –preguntó John.

No he mentido del todo. No tengo la menor idea de como desactivar todas esas lucecitas. –dijo Sherlock tras limpiarse las lágrimas de sus mejillas.

En ese momento, Cora observó unas luces provenientes del extremo del túnel por el que habían venido ellos.

–Y llamaste a la policía... –comentó John.

–Pues claro que la llamé. –replicó el Detective Asesor con un tono serio y una sonrisa–. No iba a poner a Cora en peligro ahora que he vuelto a recuperarla.

Eres un gilipollas. –dijo la pelirroja antes de negar con la cabeza.

–Oh, pero aún así me amas. –indicó Holmes con una sonrisa traviesa, guiñándole un ojo a su novia–. Soy tu adorado gilipollas, ¿no? –preguntó el detective mientras le daba un beso en la frente.

Cora giró su rostro e intentó reprimir una sonrisa, pues ella sabía de sobra que su detective tenía razón: Pese a sus fallas, la joven adoraba y amaba con todo su corazón a su novio, incluso cuando éste le había gastado una broma semejante.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora