| -¿Te parece inteligente?- |

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De nuevo en la oficina, Mycroft se hundió en su silla, sin ánimo ya para escuchar o ver el vídeo que se reproducía en la pantalla. Sin embargo, a diferencia de él, Cora y John se encontraban con sus ojos fijos en la pantalla, contemplando el vídeo con intensidad.

–Todos los que hemos mandad ahí dentro; cuesta describirlo. Es como si... –comenzó a decir el hombre a cargo de Sherrinford, antes de ser interrumpido por Mycroft, quien apostilló en un tono severo.

...Los sometiera.

...Los esclavizara –terminó de decir el hombre de piel morena.

–Es capaz de hacerlo desde los cinco años. Ahora es adulta. Se lo advertí –indicó, su tono severo, su mirada fría como el hielo–. ¡Se lo ordené! –exclamó, el director sonriendo de forma tímida ante sus palabras.

–Es clínicamente única. Teníamos que intentarlo.

¿A qué coste? –preguntó Cora, girándose hacia el director, su tono severo mientras acariciaba su vientre. El director no le respondió, por lo que Mycroft intervino.

Responda a la pregunta de mi cuñada. ¿A qué coste? Dígame lo peor que ha pasado –sentenció, tratando de no elevar más su voz, y así no añadir más tensión a la pelirroja, a quien notaba realmente preocupada por su hermano y padre de su bebé.

–No dejaba de insinuarle al Dr. Taylor que tenía que... Matar a su familia –dijo en un tono mortificado, lo que apenas pareció provocar una reacción en el Hombre de Hielo, algo que no sorprendió a Cora, quien de nuevo había devuelto su atención a la pantalla en la que se reproducía el vídeo.

¿Y? –preguntó Mycroft, su tono sereno, apoyada su espalda en la silla en un gesto indiferente.

–Dijo que era como una melodía machacona; imposible sacársela de la cabeza –replicó el director.

¿Y? –presionó Mycroft.

–Se fue.

–¿Y qué más? –apostilló Cora sin dejar de mirar la pantalla, su tono de voz algo grave.

Se quitó la vida.

¿Y? –inquirió el mayor de los Holmes tras unos breves segundos de silencio.

...Y a su familia –concluyó, lo que hizo suspirar con pesadez y pesar a la pelirroja, quien al igual que John, no tardaron en percatarse de algo extrañamente relevante en el vídeo.

Entretanto, en la celda de Eurus, la mujer de cabello oscuro se encontraba ahora observando a su hermano con sus ojos azules llenos de una emoción que su hermano no supo identificar.

Toca para mi –le pidió, su tono serio y demandante.

–Necesito saber cómo saliste de aquí –insistió su hermano mayor.

Ya lo sabes. Mírame. Mírame y toca –contestó con exasperación notable en su voz. Sherlock suspiró y manteniendo el contacto visual en todo momento con su hermana, alzó el violín, colocándolo en su clavícula, comenzando a tocar la Sonata Nº 1 de Bach en G menor. Sin embargo, solo llegó a tocar dos notas, cuando su hermana lo interrumpió–. No, Bach no; está claro que no lo entiendes. Algo tuyo.

¿Mío?

Tuyo –afirmó ella.

Sherlock dudó sobre qué debía tocar, pues tenía varias melodías en su mente, pero hubo una de ellas que de pronto recordó y deseó tocarla encima de las otras: la balada que había compuesto para su mujer, hacía ya casi cuatro años, cuando Cora desapareció aquella mañana invernal, él yendo en su busca, encontrándola en la orilla del río, donde al fin declararon sus mutuos sentimientos. Alguna vez se la había tocado a su mujer, quien sonreiría y alabaría su música. Decidido, rememorando todos sus dulces momentos con ella, Sherlock comenzó a tocar la melodía en el violín, ahora la sensación de felicidad siendo aumentada por su pequeño que aún estaba por nacer, y al cual estaba dispuesto a proteger con su vida. Eurus se percató de ello, procediendo a apostillar.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora