| -El Sr. y la Sra. Holmes- |

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Al día siguiente, la pelirroja despertó en la cama y se levantó, extrañada de encontrar el otro lado del lecho vacío.

"Que raro... Sherlock siempre está aquí cuando despierto... ¿Tan tarde es?", pensó la joven mientras alargaba su brazo izquierdo para coger su teléfono móvil, observando que eran las 11:20.

Cora se levantó, comprobando que, al parecer, Sherlock la había desvestido y la había recostado en la cama. Observó que su traje había sido lavado, y ya no había rastro alguno de las quemaduras de la noche anterior. Con una sonrisa, la joven se vistió y salió de la habitación, quedándose parada en el pasillo, pues se acababa de encontrar una escena peculiar.

–Siempre pierde cosas detrás del sofá, ¿verdad querido? –inquirió una mujer algo anciana de ojos verdes claros y cabello canoso, quien se encontraba sentada en el sofá, junto a un hombre, también algo anciano, canoso y de ojos verdes.

–Pues sí. –replicó el hombre.

En ese momento, Sherlock abrió los ojos y observó a su izquierda, al pasillo, percatándose de la presencia de la pelirroja, a quien hizo un gesto de negación, lo que confundió a Cora.

–Llaves, monedas sueltas, caramelos,... Sobretodo sus gafas. –siguió hablando la mujer.

–Las gafas...

–Le dije: ¿Por qué no te compras una cadena y las llevas colgadas? –dijo la mujer, quien poseía un rostro amable–. Y me contestó: ¿Como Larry Grayson?

Cora caminó un poco más, a lo que Sherlock negó de nuevo, preocupado, pero para su desgracia, la mujer ya se había percatado de la presencia de la joven.

–¡Oh! ¡Tu debes de ser Cora! –exclamó la mujer, levantándose del sofá y caminando hacia ella–. Eres realmente hermosa... ¡Sherlock nos ha hablado mucho de ti! –comentó con una sonrisa encantadora, abrazando a la pelirroja.

Mamá, no es necesario que la atosigues... –dijo Sherlock, levantándose del sillón y posando una mano en el hombro de su madre.

–¡Sherlock! ¿Cómo no has podido presentárnosla? –inquirió con un tono algo enfadado la señora Holmes.

–No he tenido... ningún momento adecuado para hablarle de vosotros. –comentó Sherlock, observando como su madre soltaba a Cora y volvía a sentarse en el sofá–. En fin... Mamá, Papá, esta es Cora.... –comentó tras suspirar y sonreír a la joven de ojos carmesí–. Cora, estos son mis padres... –los presentó el sociópata, conduciendo a su novia a su sillón, que se encontraba junto al suyo.

–En realidad, nosotros ya nos conocíamos, Sherlock. –comentó Cora con una sonrisa, haciendo que Sherlock abra los ojos estupefacto–. Nos vimos hace tiempo... Aunque claro está, que no sabíamos las identidades de los otros. Si hubiera llegado a saber que eran tus padres me habría acercado a saludarles...

–De todas formas, estamos encantados de conocerte, querida. –dijo la señora Holmes con una sonrisa.

Encantada de conocerlos a ambos. –replicó Cora con una sonrisa feliz.

–Y dinos, Cora... ¿Qué haces aquí? –preguntó el señor Holmes con una sonrisa amable.

–Oh,... Yo... Bueno... –tartamudeó la pelirroja, provocando que la señora Holmes mire entre su hijo y la ella.

–Sherlock... ¡Me alegro tanto por ti! –exclamó la madre del detective con una sonrisa tras dar una palmada con sus manos–. ¡Cuando nos hablabas de ella parecía que te brillaran los ojos, y ahora veo por qué!

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora