| -Agradecimiento- |

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Poco después de la reunión con Mycroft, Sherlock y Cora se encontraban en la sala de estar junto con Molly, a quien el detective había pedido que los ayudara a resolver casos, para agradecerle que lo hubiera ayudado aquella vez hace 2 años. Frente a ellos había un matrimonio: el hombre se encontraba de pie, junto al sillón de John, donde su mujer se encontraba sentada.

–Pero basta del Profesor Preesbury. Háblenos de su caso, señor Harcourt. –pidió la pelirroja con sus ojos rojos escaneando al matrimonio frente a ella.

–¿Estáis seguros...? –preguntó Molly, quien se encontraba sentada en una silla entre los sillones del sociópata y Cora.

Totalmente. –replicaron los dos detectives, observándola.

–¿Y tomo notas? –preguntó Hooper, observando a Sherlock, quien acababa de sentarse en su sillón.

Si te hace ilusión... –replicó Holmes con un tono sereno.

–Es lo que dice John que hace. –comentó Molly con inseguridad–. Si voy a ser John...-

–No. Vas a ser tú. –la interrumpió la pelirroja con una sonrisa, mientras le daba una leve palmada en la espalda.

Nadie podría haber vaciado esa cuenta bancaria aparte de Helen y yo. –dijo el señor Harcourt, provocando que la pelirroja se levante del asiento y se acerque a él.

¿Por qué no dio por hecho que había sido ella? –inquirió Sherlock desde su asiento.

–Porque he confiado ciegamente en mi mujer. –replicó el señor Harcourt.

No--porque la vació usted. –sentenció la joven de ojos carmesí con un rostro serio–. Perdida de peso, pelo teñido, botox; infidelidad. –dedujo la pelirroja rápidamente, sacando una tarjeta de su chaqueta y entregándosela a la señora Harcourt–. Abogado... ¡Siguiente!

A los pocos minutos de aquello, Sherlock estaba sentado al lado de una mujer joven, en el sofá. Tras tomar sus manos de forma comprensiva las estrechó de forma suave.

–¿Y los e-mails de su cyberamigo cesaron, verdad? –inquirió Sherlock mientras la observaba, a lo que ésta se echó a llorar mientras asentía. Un hombre mayor se encontraba sentado a su lado.

–Y estaba convencida de que era su media-naranja... El amor de su vida... –comentó la pelirroja mientras la observaba a ella y al hombre a su lado, quien era su padrastro. La mujer se quitó las gafas y se echó a llorar aún más fuerte que antes.

Sherlock se acercó a Molly y Cora, quienes estaban sentadas en los sillones.

Padrastro haciéndose pasar por cybernovio. –sentenció Sherlock en voz baja mientras las observaba.

¿¡Qué!? –exclamó Molly alterada e incrédula.

–Corta con ella. Le parte el corazón. Ella reniega de las relaciones, y ella se queda en casa. Así él no se queda sin su sueldo. –dijo Cora tras observar a los dos clientes, deduciéndolos, para después levantarse con calma y observar al padrastro–. Señor Windybang, ¡ha sido usted un absoluto...!

Los consiguientes minutos pasaron rápidos, pues la pelirroja se encontraba desquitándose con ganas contra aquel hombre. Cuando los clientes salieron de allí, el hombre tenía la cara blanca como la cal, y Sherlock sonreía, pues le había encantado cómo la pelirroja se había desenvuelto. Molly por su parte, observaba a la joven de ojos carmesí totalmente estupefacta y algo pálida, pues no se habría imaginado ni en un millar de años, que la pelirroja fuera capaz de decir todas aquellas palabras.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora