| -Separación- |

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Tras unas pocas horas de aquel incidente con Ajay, Cora se encontraba en la sala de estar de Karim, junto a su marido, quien había decidido informar a su hermano mayor de lo sucedido, habiendo puesto la llamada en manos libres, para que así la pelirroja pudiera participar.

La Inglesa fue lo único que oyó –le indicó el sociópata a su hermano mayor–. Y dio por hecho que era Mary.

–¿No podías esperar hasta que volvieras? –inquirió Mycroft al otro lado de la línea, apoyado en un aparador de su despacho particular.

–Me temo que no, querido cuñado. –mencionó la pelirroja, haciendo notar su presencia–. Aún no ha terminado. Ajay dijo que les traicionaron, que los captores sabían que AGRA iba a intervenir.

–En el teléfono solo había una voz, ¿recuerdas? –indicó Sherlock–. Y una palabra en clave.

Ammo, sí. Eso dijiste. –replicó Mycroft, una leve sonrisa habiendo cruzado su rostro unos segundos debido a la forma en la que Cora lo había llamado. Sin embargo, esa sonrisa desapareció al volver a escuchar a su hermano pequeño.

–¿Cómo andas de Latín, hermanito?

–¿De Latín?

Ammo, Ammas, Ammat. –recitó Cora, quien ya había hecho la conexión desde que Ajay lo volviese a repetir aquel mismo día.

–Yo amo, tu amas, el ama, ¿qué...? –Mycroft se detuvo a media frase, pues captó lo que implicaban los detectives.

–No Ammo de munición, sino Amo, que quiere decir...

–Más vale que tengáis razón. –sentenció el mayor de los Holmes, colgando la llamada.

A los pocos minutos de aquella llamada, Mycroft se hizo cargo de que detuviesen a Lady Alicia Smallwood, pues si lo que su hermano y su cuñada habían dicho era cierto, debía tomar cartas en el asunto cuanto antes.

Entretanto, los Holmes y los Watson habían embarcado ya en un avión que los llevaría de vuelta a casa: a Inglaterra. Sherlock se encontraba sentado en el asiento que daba al pasillo, con la pelirroja a su izquierda, ocupando el asiento del centro. El detective tenía los ojos cerrados, pero los abrió por unos segundos al sentir que su mujer apoyaba su cabeza en su hombro, en un gesto cansado.

–¿Estás bien, querida? –preguntó, notando que, de nueva cuenta, ella parecía encontrarse mal.

–Sí, no te preocupes. Los cambios de temperatura deben de afectarme más de lo que pensaba. Solo estoy algo mareada. –indicó, sus ojos cerrados.

Sherlock sonrió, ayudándola a apoyarse en él de forma más cómoda, rodeando sus hombros con su brazo izquierdo, cerrando sus ojos de nuevo. Por su parte, los Watson iban en los asientos que quedaban frente a los de los Holmes, con Mary sentada en el asiento frontal al de Sherlock, y John sentado en el de la ventanilla. John dio una ligera mirada hacia los detectives, antes de volver su vista hacia la ventana del avión.

"Cuántas mentiras... Y no me refiero solo a ti", pensó, recordando las palabras que le había dirigido a Mary anteriormente, en las nubes apareciendo la imagen de una mujer de cabello castaño-pelirrojo y ojos verdes. El doctor volvió su vista hacia su mujer, recordando lo sucedido tiempo atrás.

Tras haber quedado con Sherlock y Cora para resolver un caso, John estaba sentado en el autobús, cuando de pronto se fijó en una hermosa mujer de cabello castaño-pelirrojo, ojos verdes y labios carmesí. Intercambió varias miradas con ella, una sonrisa embobada cruzando su rostro. Tras bajarse del autobús se percató de que llevaba una flor en el pelo a causa de haber jugado con Rosie antes de salir de casa. Tras quitársela, se giró a su izquierda, encontrándose con la mujer del autobús.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora