Capítulo 10: Su Último Juramento | -Ruptura- |

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Señor Magnussen, por favor, diga su nombre completo para que conste.

Charles Augustus Magnussen. –replicó el aludido.

–Señor Magnussen, ¿cómo describiría su influencia sobre el Primer Ministro? –le preguntó la mujer que presidía la reunión.

¿El Primer Ministro Británico? –preguntó Magnussen.

–Cualquier Primer Ministro Británico que haya conocido. –recalcó ella.

–No he influido lo más mínimo en ninguno. –replicó él–. ¿A santo de qué?

–Me he fijado en que este año ha tenido siete reuniones en Dawning Street... ¿Por qué?

–Porque fui invitado. –replicó Magnussen con un tono tranquilo.

¿Recuerda los temas que se trataron?

–No, sin ser más indiscreto de lo que considero apropiado.

–¿Considera apropiado que el dueño de un periódico, un particular, y además extranjero, tenga acceso a nuestro Primer Ministro de forma regular? –preguntó otro miembro del comité de interrogatorios de la reunión. Entretanto, Magnussen se había colocado las gafas, y observaba a los miembros del comité.

No me parece mal que un particular acepte una invitación. Sin embargo, le pido disculpas por ser ciudadano extranjero. –indicó Magnussen antes de comenzar a observar pequeños datos sobre el hombre que se encontraba sentado a la derecha de la presidenta del comité de interrogatorios. Observó que el punto de presión del hombre era su hija discapacitada.

–No me refería a eso. Eso no es de ningún modo-

–Señor Magnussen. –intercedió la presidenta del comité, mientras Magnussen la observaba: su nombre era Lady Alicia Smallwood, y su punto de presión aún debía encontrarlo–. ¿Recuerda que alguno de sus comentarios pudieran haber influido en las políticas del Gobierno? ¿O en la forma de pensar del primer ministro?

–No. –replicó Magnussen, quitándose las gafas y limpiando sus cristales.

¿Está seguro? –preguntó Lady Smallwood.

Tengo una excelente memoria. –replicó Magnussen tras limpiar sus gafas y volver a colocárselas, observando que su punto de presión era su marido.

A las pocas horas de aquella reunión, Lady Alicia Smallwood se encontraba en su despacho, revisando varios expedientes, con Charles Augustus Magnussen sentado en uno de los sillones de la estancia. A los pocos minutos de revisar los expedientes, Magnussen se levantó del sillón, acercándose a la mesa de la mujer.

–¿Puedo sentarme? –le preguntó, cogiendo una silla.

No me parece apropiado. –replicó Lady Smallwood.

–¿No lo es? –preguntó el hombre, con un fingido tono de inocencia.

Señor Magnussen, al margen de la investigación no debemos tener contacto ni comunicación alguna. –replicó Alicia. En ese momento, Charles Augustus tomó el dorso de su mano derecha–. Por favor, no lo haga.

En el 82 su marido mantuvo correspondencia con Helen Catherine Driscoll. –dijo él.

–Fue antes de conocernos.

–Las cartas eran animadas, cariñosas,... incluso explícitas. –le informó el hombre con un ligero tono satisfecho–. Y están en mi poder.

Mi Hilo Rojo del Destino (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora